“No hay
que hacer nada porque el tiempo lo arregla todo y lo mejor es tener
cerrado el pico”. Esta sandez de Pedro Arriola, eminencia gris del
presidente del Gobierno español, viene presidiendo desde hace varios
años la actividad política de Mariano Rajoy. Y así le luce el pelo. En
las elecciones de 2015, se quedó en 123 escaños de los 186 que poseía.
Se recuperó luego un poco, pero ahora las encuestas le sitúan ya por
debajo de Albert Rivera y su partido Ciudadanos.
Mientras Carlos Puigdemont ha desplegado todos sus efectivos en
Alemania para crear un clima de opinión que incidiera sobre los jueces y
que incluso los condicionara, Mariano Rajoy prefirió, una vez más, no
hacer nada. Y ahí está el resultado. Un tribunal menor germano ha
abofeteado al Tribunal Supremo español y el expresidente felón Carlos
Puigdemont le ha doblado el pulso a Mariano Rajoy. Aspira ahora a ser
investido por el pleno del Parlamento catalán.
Un desastre sin paliativos, en fin. Tal vez haya posibilidad de algún
recurso jurídico que reconduzca la situación. Pero por el momento
Carlos Puigdemont ha noqueado a Mariano Rajoy. Sus partidarios
secesionistas celebran la victoria haciendo mofa del Gobierno español y
de nuestra Justicia.
No se pueden ganar los partidos jugando siempre a la defensiva.
Parece lógico que no se quiera crear conflictos. Pero si no queda otro
remedio, hay que enfrentarse con ellos. La libertad, hoy, de Carlos
Puigdemont constituye una vergüenza para el Estado de Derecho español y
abre vías alarmantes de cara al futuro.
Las cosas no se arreglarán no
haciendo nada. Resulta imprescindible trazar una política activa que se
esfuerce por desdibujar el varapalo recibido por España y su Gobierno, a
cargo de un tribunal provincial alemán. El “aquí no pasa nada” de
Mariano Rajoy se ha convertido en un boomerang que ha abofeteado en
pleno rostro al presidente del Gobierno español.
(*) Periodista y de la Real Academia Española
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