La mayor mentira del Estado español en años ha quedado hecha añicos
por la justicia alemana en un santiamén. Menos de 48 horas ha necesitado
el tribunal del land de Schleswig-Holstein
para decir lo obvio: en Catalunya no ha habido ningún acto de rebelión
ya que no ha habido violencia y el imaginario delito del juez Pablo Llarena ha caído de la euroorden contra el president Carles Puigdemont. La mayor mentira de los medios de comunicación españoles, el relato explicado a las Españas, era
falso.
En Catalunya no ha habido golpe de Estado, ni nada que se le
parezca. La mayor mentira de la clase política española desde el PP al
PSOE incluyendo obviamente a Ciudadanos por un puñado de votos ha sido
desmontada por tres jueces alemanes. Las patrañas de políticos
y predicadores de baja estopa han tocado a su fin y la causa general
contra el independentismo ha quedado seriamente en entredicho en tres
horas informativas de vértigo a las que se ha sumado el ensordecedor
silencio del Estado español, que ha recibido algo más que un revolcón.
La justicia alemana ha decretado la libertad del president Carles Puigdemont. La justicia belga ha decretado la libertad de los consellers Antoni Comín, Meritxell Serret y Lluís Puig. La justicia británica dejó en libertad a la consellera Clara Ponsatí el pasado 28 de marzo. La justicia suiza mantiene en libertad a Marta Rovira,
a la que no ha citado a declarar. Nunca un castillo de naipes en las
que una falsedad aguantaba a la otra se había desmoronado en tan pocas
horas. Es normal, el silencio español. Y es normal la vergüenza de sus
representantes, que han precipitado a España hacia una de las páginas
más negras de su historia.
Este viernes será otra cosa, seguro. Pero este jueves ha tenido
carácter histórico y si hubiera la más mínima inteligencia política, el
camino correcto debería ser el de intentar reconducir el descrédito más
absoluto al que han sido sometidas las instituciones españolas creyendo
que la justicia europea estamparía su firma diligentemente al pie de un
relato que no se aguanta por ninguna parte. Aceptar humildemente la
lección de valores democráticos y de independencia de la justicia de
cuatro países tan diferentes sería el camino más inteligente. Y la
inmediata puesta en libertad de los miembros del Govern y de los líderes
de las entidades soberanistas sometidos a una prisión provisional que
ahora se revela más injusta que nunca.
El president Carles Puigdemont ha obtenido una victoria judicial y
política muy importante a base de persistencia, confianza y seguridad.
Un hombre con una maleta a cuestas paseando por Europa, como ha gustado
de ridiculizarle el Estado español, ha tumbado a Goliat. No
definitivamente, claro está. Las batallas siempre son largas. Pero
Carles Puigdemont vuelve a ser, sin discusión alguna, el epicentro del
independentismo y su principal activo. Basta de discusiones de vuelo
corto partidista.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
No hay comentarios:
Publicar un comentario