James Stewart era 'El hombre que sabía demasiado' en la peli de Alfred Hitchcock. Rafael Vera es nuestro James Stewart, incluso físicamente: alto, delgado, guapo, amable, con grandes dotes para la comunicación (y quizá la interpretación) y con un timbre de voz muy agradable, que hasta me recuerda el de unos de los dobladores de Stewart.
Pero además Rafael Vera, número dos de Interior en los Gobiernos de Felipe González, es el hombre que sabía demasiado en uno de los episodios más negros de nuestra historia reciente: la guerra sucia del Estado contra ETA.
Vera no tenía ninguna necesidad de concedernos la entrevista. De hecho hubo quien le recomendó no hacerla. Le
agradezco que no le hiciese caso. Y que viniese dispuesto a hablar. Dos
cosas que me llamaron la atención. Una, la admiración hacia Margaret
Thatcher. La primera ministra británica no tuvo problemas, tras el
asesinato de varios miembros del IRA, de decir en el
Parlamento británico: “He sido yo la que ha disparado”.
Me pareció
entender que a Vera le hubiese gustado que en España hubiese sucedido
algo parecido. Aunque asegura que si Felipe González lo hubiese dicho, hubiesen acabado con él. No
lo tengo tan claro. En aquellos años, en los que ETA mataba uno de cada
tres días, fueron muchos los que miraron hacia otro lado cuando los GAL asesinaban.
De
hecho, la gran reacción contra los GAL se produjo muchos años después,
cuando el PP lo metió en la agenda electoral para acabar de una vez por
todas con los Gobiernos de González, olvidándose de como ellos mismos
habían aplaudido las acciones 'antiterroristas'. Su líder Manuel Fraga
llegó a afirmar: “A quien hierro mata hierro muere”.
Y dos, que Vera es consciente de lo valiosos que son sus silencios y
de la fuerza que tendría cualquiera de sus afirmaciones: “Si yo dijese
ahora que el señor X es tal, todo el mundo me creería”. Eso es poder.
Echar la vista a atrás puede servir para intentar no repetir
errores. Ahora que ETA ya no mata, parece que algunos busquen un nuevo
“malo” –o el mismo- contra el que luchar, con armas que juguetean con la
legalidad. Es alarmante cómo el poder del Estado –político, policial,
judicial y mediático- se está coordinando para criminalizar al discrepante. De ejemplos vamos sobrados: desde la acusación de terrorismo a los jóvenes de Altsasu hasta las prisiones provisionales a líderes políticos a partir de informes policiales, que hasta se inventan nombres de pueblos.
El Estado debería abandonar el abuso de poder. Hasta para dar ejemplo. Pero
la tentación es demasiado alta. Y la sensación de impunidad acumulada
les envalentona para seguir con un 'modus operandi' que degrada la
democracia. Ojalá el futuro lo corrija. Pero tal y como cantaba Doris
Day en “El hombre que sabía demasiado”, habrá que esperar: “Que será
será, whatever will be will be”.
(*) Periodista
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