Hay una primera impresión de perplejidad
en la remodelación anunciada ayer por Fernando López Miras. Si el
presidente quería dejar al personal con la boca abierta, lo ha
conseguido. Las destituciones eran más previsibles, aunque no todas,
pero las incorporaciones no podía haberlas adivinado ni Rappel en sus
mejores tiempos.
Lo que destaca
sobre todo es que López Miras se ha hecho una enmienda a sí mismo.
Antes de cumplir un año del Gobierno que diseñó al llegar a San Esteban,
ha deshecho la ´estructura creativa´ que lo caracterizaba y ha relevado
a uno de los consejeros que incorporó de nuevas.
Sus dos ingenios
administrativos más chocantes (la Consejería-batiburrilo que encomendó a
Javier Celdrán, y el empasto de Presidencia y Fomento al mando de
Rivera) no han dado resultado, como era previsible, y ha procedido al
desembaste. Es una buena noticia, pero no podrá pedir que se aplaudan
las dos cosas: primero, los engrudos (véase la viñeta con que Sabiote
saludó entonces aquella estructura), y después el regreso a una
convencionalidad más aceptable. La reestructuración administrativa
emprendida ayer contiene el reconocimiento de un inicial error. Suyo y
de nadie más.
En
el capítulo de destituciones, una está plenamente justificada, la de
Francisco Jódar al frente de Agricultura y Agua. Un político flojillo,
como ya demostró en la alcaldía de Lorca, sin iniciativa ni nervio,
absorbido por las circustancias. El cargo le vino grande desde el primer
momento, y al final la Consejería la comandaba en la práctica quien
ahora lo sustituye, Del Amor, menos ´político de partido´, pero más
hábil y efectivo.
Admitamos que el gesto de la destitución es valiente,
pues López Miras fue secretario de Nuevas Generaciones en Lorca bajo el
halda de Jódar, y debe costar despedir a un consejero que antes ha sido
padrino, y más si se le otorga el récord de la mínima permanencia. Pero
López Miras lo ha mimado al convertirlo en vicepresidente del partido
(aunque esto sea meramente formal) y al enviarlo al Senado en lugar de
Severa González, quien ahora dispone de la plaza que inicialmente iba a
ser para Alberto Garre, según pacto con Cospedal que fue anulado desde
la dirección de Murcia. Son operaciones, como los recientes intercambios
de Cartagena, de quita y pon.
Es
más difícil explicar el cese de Juan Hernández, un consejero sin
discusión en los sectores que administraba. La lectura sólo puede ser
interna: falta de empatía personal. En cuanto a la caída de Andrés
Carrillo, la gran sorpresa de esta remodelación, no tiene más
explicación que la de dejar espacio a quien lo sustituye, Fernando de la
Cierva. El perfil de Carrillo (rigor técnico y flexibilidad política)
no es fácil de encontrar para gestionar Hacienda, pero López Miras debe
querer dar un mayor impulso político a un área que tradicionalmente
opera ´hacia adentro´, y De la Cierva es un político arrojado y con
iniciativa. Su retorno desde sus actuales funciones de ´fontanería´ ha
constituido otro impacto, y no el menor.
La entrada de Patricio Valverde tal vez
constituya un guiño a la CROEM, pues se trata de uno de los gestores
empresariales más acreditados e influyentes, un peso pesado del sector,
aunque sin entrenamiento político aparente. Compensa así la
insatisfacción de los empresarios con Rivera en Fomento, a quien no
veían especialmente cualificado. Respeto a la incorporación de Miriam
Guardiola a Turismo y Cultura, poco que señalar al respecto, pues es
nueva en la plaza política. Se pueden reseñar, si acaso, algunas
reacciones en el sector cultural, alarmado al constatar que durante los
últimos cinco años se han sucedido otros tantos consejeros de la cosa
con las respectivas reubicaciones del departamento, como si no se
supiera qué hacer con él.
López
Miras ha removido el avispero con el riesgo de sufrir alguna picadura
antes de que las avispas regresen a sus tareas con más empeño. La
pretensión está clara: conseguir un mayor impulso, pero queda por ver si
el experimento funciona con las nuevas piezas y si el vicepresidente de
facto, Celdrán, consigue mover la maquinaria económica con más fuerza y
voluntad. De momento, aún no se ha disipado una cierta perplejidad, ya
digo.
(*) Columnista
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