Ayer se lo maliciaba Palinuro, perro viejo conocedor de las gentes: el juez Llarena no dejaría salir a Sánchez a su investidura
diciendo que la decisión del Comité de Derechos Humanos de las Naciones
Unidas no le vincula. Sin duda. Ni ese comité ni ningún otro comité
terrenal. Solo le vincula la voluntad divina, y en cosas celestiales. En
todo lo demás, él decide omnímodamente.
El Comité dirá lo que quiera
pero a él le consta que, si Sánchez sale, hay gran riesgo de reiteración
de la actividad delictiva que se le supone, porque aún está por probar.
Pero eso no importa. A fuer de agudo, el juez es zahorí. Aunque quizá
poco pragmático.
Si tanto le consta que el pérfido Sánchez proseguirá su
hasta ahora inexistente actividad delictiva, su interés, sin duda, es
dejarlo salir por si, en efecto, cumple su premonición y delinque y así
quizá pueda él acusarlo por el segundo delito si no lo consigue por el
primero.
No
todo han de ser noticias ridículas de los tribunales. También las hay
serenas. El juez que ha tomado declaración a la temible terrorista
detenida el día anterior y llevada a su presencia como si fuera una
comando suicida, la ha puesto en libertad bajo fianza y ha descartado
imputarle delito de terrorismo como pedía el ministerio público,
dejándolo en desórdenes públicos.
No es tan imaginativo como el del
bombástico fiscal. Parece ser tradición en el oficio emplear prosas
flamígeras para aliviar la sequedad judicial. Terrorismo llamaba el
fiscal a un corte de autopista o cosa similar. Estoy esperando a ver
cómo califica un atentado con muertos.
La
fiscalía no se anda por las ramas. El gobierno necesita probar que en
Catalunya hay violencia, terrorismo, atracos a la luz del día, atentados
y bombazos para aplicarle la plantilla País Vasco que tan buen
resultado dio a los de su cuerda a finales de los años 90.
El por
entonces superjuez Garzón, hoy dirigente de la izquierda desperdigada,
instruyó una macrocausa contra el independentismo vasco al grito
judicial de todo es ETA. Se detuvo y procesó a decenas de
personas, se ilegalizaron asociaciones y partidos, se encarceló a sus
dirigentes, se cerraron dos periódicos, Egin y Egunkaria y
se mandó al trullo a quienes los hacían. Todo para que los tribunales
reconocieran muchos años después que aquello había sido ilícito, que los
periódicos no debieron cerrarse ni la gente ir a la cárcel.
Años
después también se acababa ETA que, sin embargo, no se ha acabado.
Éxito, pensaron los estrategas políticos y judiciales de la hazaña. Lo
mismo pasará en Catalunya. El independentismo es terrorismo y, por
tanto, todos a la cárcel. Y, cuando estén todos en la cárcel, ya verás
cómo se callan.
Todos, en Catalunya, son más de dos millones.
Falla
un poco lo de rebajar a desórdenes públicos. Pero es más congruente con
una idea menos disparatada de cómo habérselas con la muy previsible
desobediencia civil masiva que se dará en Catalunya. El juego está
exactamente aquí: si el independentismo pone en pie un movimiento de
desobediencia civil (que solo puede tener una represión judicial de
"baja intensidad") al Estado le será muy difícil combatirlo e imposible
hacerlo con la absurda acusación de terrorismo. Si esta se mantuviera,
en realidad, el terrorista sería el Estado.
Así
las cosas, Torrent ha reaccionado a la previsible negativa de Llarena
como suele: aplazando y amenazando con querellas contra el Tribunal
Supremo, por decir algo y pasar el rato. Sabían que la propuesta no
prosperaría. Igual que la querella y cualquier otro procedimiento en el
marco de la legalidad del 155. Pero así van pasando los días, camino del
agotamiento del plazo y la convocatoria de nuevas elecciones.
Al final, aquí solo parece haber dos posibles soluciones: o el Parlament
propone a Puigdemont y el Estado le permite tomar posesión o hay nuevas
elecciones en las que obviamente, habría una lista de país encabezada
por Puigdemont e incorporando a todos los consejeros presos y
exiliados.
Es
curioso cómo este gobierno de franquistas impenitentes no comprende que
no tiene medio alguno de resolver el contencioso con Cataluña como no
sea al estilo "bombardeo cincuentenario".
Y eso no van a permitírselo en Europa.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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