El tiempo siempre pone esa distancia necesaria para
analizar con sensatez las cosas. “Tardarán meses antes de que podamos
ver con perspectiva la gestión del tema catalán. En qué se ha fallado,
qué se ha hecho bien. El asunto tiene demasiadas aristas y es sencillo
caer en el análisis visceral que te pide el cuerpo después de ver todo
lo que sucede ahora mismo en el día a día. Una de las primeras
conclusiones que están claras es que el Estado tiene que volver a
recuperar las conexiones con Cataluña. Tiene que volver a tener su
hueco, volver a estar presente de una manera activa y, especialmente,
volver a saber lo que pasa allí.
Ha habido reuniones con inversores que
me han preguntado: ¿El CNI no se ha enterado de lo que estaba sucediendo en Cataluña?” Quien reflexiona, un presidente del Ibex,
construye un profundo silencio para armar su respuesta ante la labor de
los espías españoles. “Quiero pensar que sí, que sabía lo que estaba
sucediendo, pero hay determinadas situaciones, como el tema de las urnas
del referéndum, que indican la contrario. Si el Gobierno aseguraba con
tanto ahínco antes del 1-O que no iba a haber urnas imagino que era
porque desde el CNI tenían controlado la desarticulación del aparataje
del referéndum. Por desgracia, no fue así”.
El asunto de las urnas puso en el disparadero al CNI entre algunos miembros del Gobierno. “Se equivocaron el 9-N y la volvieron a pifiar el 1-O”,
señalaban días atrás desde el Ejecutivo sobre el Centro Nacional de
Inteligencia, dirigido por la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. ¿Dónde
estaban las famosas cajitas de plástico?. Esta era la gran pregunta de
las vísperas del 1-O. Durante semanas, los cuerpos de seguridad y los
efectivos del CNI buscaron sin éxito la pieza más deseada del referéndum
ilegal. Carles Puigdemont se jactaba, en
declaraciones a los medios informativos, especialmente extranjeros, que
"tenemos diez mil". Parecía una bravuconada. Pero las tenía.
Desde hace
al menos tres semanas, según narran ahora los propagandistas de la
secesión. La laguna del CNI con las urnas fue más que patente. La fuga
de Puigdemont a Bruselas vuelve a señalar de nuevo al centro de mandos
de la Cuesta de las Perdices. ¿De verdad no conocía el Gobierno
la espantá del ‘Mesías’ del procés? La respuesta de Moncloa ante las primeras informaciones de El Periódico
indica que el Gobierno no tenía idea alguna del ‘erasmus’
del expresident. Dato preocupante teniendo en cuenta que Puigdemont
mantiene una escolta de dos mossos que, desde el día anterior a la
marcha a Bruselas, están bajo control del Ministerio del Interior.
Por
tanto, deben comunicar al organismo que dirige Zoido
dónde están en cada momento. ¿Y el CNI? “Un par de agentes le siguieron
hasta la frontera pero no pudieron actuar porque hay libre circulación
de personas por el espacio europeo y, en ese momento, Puigdemont y
los exconsellers fugados no estaban acusados de delito alguno”, señalan
fuentes policiales.
¿Qué ha hecho la Cuesta de las
Perdices durante los años en los que el independentismo catalán, con
expresa traición a los principios constitucionales, ha ido socavando
pueblo a pueblo, ciudad a ciudad, el sentimiento de pertenencia a
España? ¿Qué saben allí del Centre de Seguretat de la Informació de
Catalunya (Cesicat), surgido con el apoyo de empresas especializadas
israelíes?
Después de Madrid, donde está la sede central del CNI, Cataluña es con
diferencia la comunidad que dispone de más agentes secretos.
Históricamente tenían su sede principal en la confluencia de la calle
Balmes con la Ronda Universitat de Barcelona, pero todo cambió hace
nueve años, tras los atentados islamistas del 11-M. Alberto Sainz,
nombrado director del CNI pocos meses después, puso en marcha un plan
para hacer frente a ese nuevo terrorismo. Una de sus medidas fue
potenciar al máximo la delegación en Cataluña y convertirla en división.
Decenas y decenas de agentes fueron enviados a partir del año 2004 con
la misión principal de buscar confidentes en mezquitas, asociaciones y
grupos musulmanes, para detectar a posibles terroristas o a quienes
estuvieran en proceso de apoyar el uso de las armas. Esa presencia en
Cataluña de grupos islamistas preocupantes para la seguridad del Estado
llevó también a que las principales agencias de espionaje del mundo
aumentaran su presencia en la comunidad y a que algunas que no contaban
con ella, la abrieran.
En los últimos años, cuando el procés se asentó en
una potente velocidad de crucero, un nutrido grupo de agentes ha
cambiado su objetivo de trabajo y ha pasado a dedicarse al
independentismo. Una parte lo hace trabajando en la calle y buscando
información sensible, pero otro grupo, el formado por los analistas,
convierte los datos aportados por sus compañeros y por otras fuentes de
información en claves sobre lo que está pasando en los cenáculos
catalanes y trata de descubrir cuáles van a ser los pasos que van a dar
desde la antigua CiU y ERC, pero también desde el resto de los partidos catalanes, como el PSC,
los 'comunes' o la CUP.
“En algunos momentos, lo tenían todo bastante
controlado porque tenían gente dentro del núcleo independentista”,
comentan desde el mundo policial. Tanto, que los ‘indepes’ comenzaron a
poner todo tipo de barreras de información pese a que los barridos en
las sedes encargadas por ERC y el resto de grandes partidos no
detectaron ningún teléfono pinchado. Medidas de seguridad que siguen
realizando periódicamente. “La transversalidad del secesionismo,
especialmente cuando ANC y Ómnium fueron ganando peso, dificultó esa
labor de control del CNI. Faltaron recursos para abordarlo todo”,
explican estas mismas fuentes.
Esta necesidad de recursos, obligó a que algunos de los
oficiales de inteligencia que hasta hace unos años trabajaban en todo lo
relativo a ETA, fueran reconvertidos a la investigación del
secesionismo ante la disminución del grado de amenaza de la banda
terrorista y el importante ‘tijeretazo’ del presupuesto que ha sufrido
el organismo en las épocas duras de la crisis económica.
Una parte de
ellos se ha sumado al equipo que trabaja sobre el tema de la
independencia, una de las prioridades actuales del CNI. De hecho, los
grandes temas, como es el secesionista, son controlados directamente por
el director del CNI, Félix Sanz Roldán, encargado de crear el caldo de cultivo contrario al procés desde que Artur Mas decidió iniciar el pulso al Estado.
¿Merece
la pena gastar algo más de 200 millones en mantener abierta una carcasa
que por lo visto en el episodio catalán no garantiza la seguridad del
país y la unidad del Estado? Absolutamente. No nos podemos permitir el
no disponer de un CNI, columna vertebral de todo país desarrollado, con
personal y recursos para defender con eficacia los intereses nacionales.
Está en juego nuestra seguridad y, lo que es más importante, nuestra
libertad. Pero, el CNI debe realizar también un importante ejercicio de
autocrítica.
En febrero de 2016, San Roldán explicaba, en un
almuerzo organizado por el Club Siglo XXI, las líneas generales de
actuación del CNI. En un momento dado, al hablar sobre el desafío
secesionista catalán aseguró que “el CNI hace en Cataluña lo mismo que
en Alcázar de San Juan” y en cualquier otro sitio de España. Quizás ése
ha sido el problema. En Alcázar de San Juan no hay ningún Puigdemont.
(*) Periodista
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