La tragicomedia de Zaragoza
quintaesencia las tribulaciones de la nación española ante el mayor reto
hasta la fecha. La tragedia se mascaba durante unas horas cuando las
turbas ultraderechistas asediaron el local donde los de Unidos Podemos,
el PDeCat, ERC, el PNV y los Comunes deliberaban. Fueron momentos de
tensión pues la policía no garantizaba la seguridad de los reunidos por
falta de efectivos.
Los efectivos están en este momento hacinados en
tres navíos en los puertos de Cataluña y dispuestos a entrar en acción
en cuanto reciban la orden. Otros efectivos andan por las calles de las
ciudades y pueblos persiguiendo urnas y papeletas de voto, de esas que
la población imprime a millones. ¿Y las urnas? Siguen sin aparecer. Las
urnas son las barricadas de hoy. Barricadas transparentes,
indestructibles.
Las
consecuencias de decisión están por ver. La causa es patente. Una vez
más el gobierno prueba su incompetencia mayúscula en la gestión de
cualquier problema. Del tipo que sea. Está dirigido por alguien que no
tiene categoría alguna para hacerlo porque confunde el Estado con la
provincia de Pontevedra, la política con la leguleyería y la legislación
con las ordenanzas municipales. En cuanto a las consecuencias, pueden
imaginarse. Las bandas ultraderechistas están coordenadas en las redes y
se activarán más ahora que no hay policías por las calles. También
suelen tener contactos con organizaciones delictivas que aprovecharán la
ocasión para hacer de las suyas.
El
dislate de concentrar en Cataluña más presencia de cuerpos de seguridad
del Estado de la que hubo en el País Vasco en los peores momentos
testimonia la quiebra de un discurso, el de que, en ausencia de
violencia, cabe hablar de todo. Era falso. No ha habido jamás ni asomo
de violencia en la permanente movilización de la sociedad catalana y,
sin embargo, no puede hablarse del referéndum.
Por lo demás, la parte cómica del evento llegaría con el contenido y alcance de la propuesta Declaración de Zaragoza. La base era una asamblea de parlamentarios y cargos electos en busca de una solución pactada
antes del 1/10 o en su lugar. No ando muy cierto. Solución consistente
en presentar una moción de censura (MC) para substituir el gobierno del
PP por otro encabezado por Sánchez y con el voto de Unidos Podemos, JxS
y, quizá el PNV. Solución abortada. El PSOE se niega a esa MC concreta,
aunque no a la idea platónica de MC.
Luego se han descolgado los de ERC,
que parecen despertar de un sueño de fascinación con Podemos. Con ello,
la Declaración retorna al estado larvario, consistente ahora en
suplicar al PSOE que no escuche los cantos de sirena del PP (difícil el
tropo, ¿verdad?) y encabece la MC. O sea, nada. A la desesperada, UP
pide al gobierno que permita el referéndum del 1/10 ya que no aporta
ninguna otra solución. Pero el problema es qué hará Unidos Podemos si el
gobierno no escucha su plegaria. ¿Apoyará el referéndum ilegal?
Y
tan ilegal como legal de acuerdo con la legislación de la Generalitat.
Ese conflicto de legalidades se ha materializado en el que enfrenta a
las fuerzas de seguridad de la Generalitat y las del Estado. Una
situación inédita. De la entrevista de Évole es razonable quedarse con
la afirmación de Puigdemont de que la DUI no está encima de la mesa del
govern, pero no la descarta, como tampoco descarta la posibilidad de ir a
la cárcel, por desagradable que le parezca. Eso dibuja una percepción
de liderazgo del que no hay ni sombra en el campo del Estado.
Los
independentistas han ganado ya la cuestión del referéndum. No el
referéndum en su resultado, aunque da la impresión de que también, sino
la batalla por celebrarlo. Y la prueba es que hasta quienes se oponen
hoy, lo dan por cierto en un futuro próximo. El PP, en privado, el PSOE
en público; incluso lo ofrece como pieza de intercambio en una
negociación sobre el referéndum.
La
cuestión para el Estado y los partidos dinásticos es cómo salir del
embrollo lo mejor parados posible. Pero es muy difícil porque ofrecen un
pacto por imposición. Los independentistas aceptarían quedarse sin el
referéndum ahora a cambio de un futurible impreciso. Se resignarían a
una nueva humillación con la promesa de un resarcimiento posterior. Pero
sin precisar su alcance. Se admite que se votará, sí; pero no se sabe
qué.
No hay si no esperar al 1/10 y atenerse a los resultados.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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