El mismo político murciano que pedía esta semana wifi gratis
para todos los pueblos de la UE en el Parlamento Europeo me contó hace
unos años que el trasvase del Ródano iba a ser una realidad, gracias a
sus gestiones en el sur de Francia, y que se haría público en una
inminente cumbre hispano-francesa. Como con anterioridad ya le había
oído contar en una comida en Torre Pacheco que tenía un plan para el
Sahara, que lograría lo que no pudo en décadas conseguir Naciones
Unidas, contaba con mi más respetuoso escepticismo. Y no porque pensara
que esas gestiones eran irreales y su relato un delirio, sino por la
magnitud de sus metas. De hecho, en ningún momento me sentí engañado por
el presidente Valcárcel ya que no tenía la más mínima confianza en el
éxito de su muy noble empeño.
Sin embargo, puedo entender perfectamente
cómo se sienten los regantes murcianos con las reiteradas promesas
incumplidas desde Madrid. Se les vendió el relato político del
Memorándum del Tajo y ante la posibilidad de que la alternativa fuera el
cierre del Trasvase, lo aceptaron como mal menor a cambio del fin de la
arbitrariedad en las reglas de explotación del acueducto. Se fijó una
reserva de 400 hectómetros cúbicos en la cabecera, pero como
contrapartida tendrían seguridad jurídica para las transferencias de
agua y mecanismos de compensación, como la compra de caudales entre
cuencas. Y en paralelo se verbalizaba un compromiso para ahormar un
pacto nacional del agua del que nacería un plan hidrológico, con
soluciones definitivas.
Pues bien, ha llegado el momento
más temido por la sequía que azota a todo el país y conseguir cada
medida de compensación cuesta un mundo. Y por supuesto no se ha dado ni
un solo paso en materia de planificación, más allá de la aprobación de
los planes de cuenca y el Memorándum. El decreto de sequía, las ayudas
al precio del agua desalada, las exenciones fiscales y la apertura de
los pozos aprobada el viernes suman un pobre balance en materia de
política hidrológica para quien tuvo, como Rajoy, cuatro años de mayoría
absoluta para entrar a fondo en lo que, con seguridad, considera un
lío. Aún no han terminado de entender en su Gobierno que los regantes de
nuestra competitiva e innovadora agricultura no quieren subvenciones
públicas, sino agua que están dispuestos a pagar a precios razonables.
Quieren soluciones estructurales para tener certidumbre, planificar sus
cosechas, no fallar a sus compradores y mantener el liderazgo en los
mercados europeos.
Están en juego el 30% de los empleos en la Región mientras
no paran de llegar mensajes desde Madrid en favor de un cambio de modelo
productivo que pase por la eliminación de regadíos. Es verdad que el
calentamiento global acentuará el estrés hídrico, pero ese horizonte no
exime al Ministerio de su obligación constitucional de planificar y
gestionar un recurso escaso que es de todos. Al contrario, la acentúa.
¡Claro que nuestro sistema productivo es mejorable! Nuestra
industrialización es deficiente, la construcción debería recuperar parte
de su peso y el turismo está lejos de las cotas deseables. De igual
manera que durante los años de bonanza hubo una gran dependencia de la
construcción, ahora el 23% del PIB es soportado por el sector
agroalimentario.
Pero este modelo productivo es mejor que el anterior
porque nuestras empresas agroalimentarias han multiplicado las
exportaciones y nuestra economía ya no es tan dependiente de los
vaivenes de la demanda interna. También ha mejorado la innovación
gracias a empresas punteras en el desarrollo de semillas, nuevas
variedades vegetales, técnicas de riego, depuración, reutilización,
desalación... Somos líderes en agricultura ecológica y bajo el empuje de
la producción de alimentos ha crecido un sector logístico que genera
empleo y riqueza.
Si la economía del futuro va a estar asociada a la
sociedad del conocimiento, la Región solo tendrá una oportunidad
competitiva si fortalece el ‘clúster’ tecnológico que ya forman el
Cebas, el Imida, las Universidades y los laboratorios de I+D+i del
sector agroalimentario. Pretender pinchar el salvavidas de la economía
regional es sencillamente disparatado. Y se olvida que Murcia aporta el
20% de las exportaciones de frutas y verduras de España, como le dijo el
presidente regional a la ministra este viernes, para hacerle ver que
este es un problema nacional.
Afirman los regantes que
López Miras estuvo acertado y en su sitio. Los presidentes de Croem, de
Scrats y de los regantes de la Vega Alta le explicaron a Tejerina cuál
es la situación, qué está en juego y cuál es su responsabilidad. Cuentan
que el presidente regional le recordó a la ministra que el PP es un
partido trasvasista. Se ve que de repente empieza a recuperarse la
memoria en las filas populares. Puede ser porque tras varios años de
parches voluntaristas, aceptados sumisamente desde Murcia, la paciencia
de los regantes llegó a su límite. Y también porque la situación del
propio PP regional ha empeorado tanto como la sequía.
«La alternancia es
el suelo que fecunda la democracia», decía Churchill, pero los
populares están aterrados con una posibilidad real si se complica su
embrollo interno y aparece un partido regionalista liderado por Garre
que haga del agua su bandera. Nada es casual. Miras ha endurecido el
discurso frente a Madrid. Porque cree que es lo mejor para su Región,
pero también para las expectativas electorales de su partido. «Rajoy
debía haber hecho los trasvases y un PHN», dijo Valcárcel el viernes
pasado en Onda Cero. Cuando cunde la preocupación, toca cerrar filas y
volver a las esencias reivindicativas. Casi siempre se plasman en poco,
pero reportan muchos apoyos en las urnas.
(*) Periodista y director de La Verdad
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