La sentencia del Tribunal
Constitucional, que ha tardado cinco años (notorio el diferente ritmo de
los procesos, según se trate de cosas del PP o del independentismo
catalán), está haciendo polvo los inverosímiles equilibrios que va
trabajándose el gobierno, cada vez más acorralado en todos los frentes,
especialmente el judicial.
La
anulación del decreto-ley, un asunto meramente formal, dice Hernando,
revela que algo hicieron mal. Lo reconoce, aunque tiene disculpas por la
dificultad del momento. Lo llama "errores" pero
el TC viene a decir que se atentaba contra el deber constitucional de
contribuir todos al mantenimiento de lo público según varios nobles
principios, entre ellos el de la progresividad. Y aquí se consagraba la
regresividad. No son errores. Son medidas inconstitucionales. Adoptadas
por un gobierno que se pasa la vida esgrimiendo la Constitución contra
el independentismo catalán, como si fuera una maza.
Además
de reconocer un error, el portavoz afirma que la dimisión de Montoro
está en las manos de Montoro. Ciertamente la de todos los Montoros y los
Monbueyes y las Monvacas del mundo y la de todo quisque. El que no
dimite es porque no quiere. Incluso los despedidos a puntapiés, pues
siempre pudieron dimitir antes. Lo que se quiere decir con esta
esquinada fórmula es que el gobierno no ratifica su confianza en Montoro
y no vería con malos ojos que causara baja voluntaria. Al fin y al
cabo, el hombre ya cumplió su objetivo, que era amnistiar a los suyos y
mantener sus identidades en secreto, ignoro en virtud de qué
atribuciones que podrían ser hasta la aplicación de la Ley sobre
Secretos Oficiales.
El
problema del gobierno, ahora es cómo hacer frente a la creciente
presión para que se publique la lista de los beneficiarios de esa
amnistía inconstitucional que el Tribunal Constitucional ha
constitucionalizado en beneficio de los dafraudadores porque ancha es
Castilla.
Un partido con tres años de existencia dice a otro de 138 años que no quiere alianza con él porque no quiere ser el aliado "júnior".
Un partido que no es un partido sino una confusa amalgama de gente mal
avenida no quiere ser el "júnior" de otro que sí es un partido unido,
coherente, disciplinado y que acaba de dar una muestra sin parangón de
democracia interna. Un partido con índices de participación del 15 por
ciento (¡y telemática!) dice que no quiere ser el "junior" de otro con
participación de más del 70 por ciento de la militancia y real, no
virtual, material, tangible. Un partido cuyo líder (Iglesias) es el peor
valorado popularmente (por debajo, incluso, de Rajoy) no quiere ser
júnior de otro cuyo dirigente (Sánchez) es el segundo en valoración. El
primero, en realidad, pues este lugar lo ocupa Rivera.
Cualquiera
diría que tal pretensión es absurda y carente de lógica. Quienes la
plantean, esto es, Iglesias y el núcleo duro (duro de mollera) del
anguitismo e IU, tampoco la creen. Su costumbre de mentir al uso de la
vieja política a la que tanto dicen combatir, los ha encallecido hasta
el nivel de la más risible hipocresía.
Niégase
ahora a ser júnior el mismo que, tras las elecciones de diciembre de
2016, se pidió la vicepresidencia del gobierno, típico órgano subalterno
y de júnior.
¿Qué
valor o crédito puede darse a estas declaraciones? Por supuesto,
ninguno. Lo de ser o no júnior es una excusa. Podía haber dicho que no
quiere unión o acuerdo con el PSOE porque su líder se llama Pedro y no
Segismundo. Lo importante, lo que interesa aquí es que Podemos se niega a
una alianza de la izquierda para echar a la derecha. Y rechaza
expresamente imitar el ejemplo portugués, el único gobierno real de izquierda que hay hoy en Europa meridional. El único que puede de verdad acabar con la derecha.
Porque,
en realidad, su objetivo, como sabe todo el mundo, no es echar a la
derecha, sino acabar con el PSOE, cumplir el delirante sueño del simple
maniqueo cordobés, Anguita, empecinado desde hace 50 años en probar que
Lenin tenía razón y hay que acabar con la traidora y fementida
socialdemocracia. Si, entre tanto, gracias a esta simulada lucha por
unos principios que, en el fondo, no son tales, gobierna la derecha, a
estos "izquierdistas" les da igual. Al fin y al cabo, los recortes, los
abusos, los ataques, los robos, no van con ellos que, gracias a la
credulidad de la gente, ya cuentan con nóminas suculentas y son tan
parte de la antaño llamada casta como Villalobos, los Hernandos o
Susana Díaz. Predicadores y vividores de lo público. La única
diferencia entre Iglesias y cualquiera de los Hernandos son veinte años
de ejercicio de cargos que, como sabemos, no es nada.
Ya
oigo a los trolls de Podemos -ese ejército de fanáticos que hace el
ridículo en las redes- indignados de que pueda tergiversarse de este
modo la realidad. ¿No han presentado una moción de censura (MC) contra
Rajoy? ¿Cómo puede decirse que, en realidad, es para apoyarlo? Pues muy
sencillamente. Tan sencillamente que hasta los fanáticos de Podemos lo
entenderán porque es un mecanismo muy simple. Otra cosa es que lo
confiesen ya que, como sus líderes, viven de mentir.
Sí,
presentaron una MC con su propio candidato sin consultarla ni
negociarla con nadie, a sabiendas de que, si no la negociaban, no
saldría. Una vez presentada, enfrentaron con ella al PSOE como un hecho
consumado, al mejor estilo de quienes todos sabemos y, aunque trataron
de dulcificarla admitiendo negociar el candidato, la MC estaba
presentada y al otro solo le quedaba apoyarla o quedar como un servidor
de Rajoy, oponiéndose a ella. Era un cálculo basado en la errónea
expectativa de que Díaz ganaría las primarias y, así, sería fácil acabar
con el PSOE, unciéndolo al PP.
Con
su esperanza puesta en la SG de Díaz, los de Podemos demostraban tener
tanta idea del PSOE como los analistas y mercenarios de la prensa:
ninguna. No salió Díaz; no podía salir. Salió Sánchez y para Sánchez es
muy sencillo devolver la pelota de Podemos. Si presentaron su moción de
censura sin contar con el PSOE (es más, aprovechando el vacío de poder
de las primarias para tratar de hundirlo), tendrán que defenderla sin el
PSOE, que se abstendrá. Y hará muy bien. Me consta que los socialistas
tienen preparada una respuesta educada, cortés y mucho más constructiva
que la propia MC, que no lo es. Si de mi dependiera, iría un poco más
allá y, de ser yo el PSOE, ni asistiría al debate de una MC teóricamente
contra el PP pero prácticamente contra el PSOE. Pero no me harán caso y
también harán bien.
Porque,
en el fondo, lo que va a suceder ahora es muy sencillo. Podemos perderá
la MC y, al anunciar que no aceptará alianza alguna con el PSOE porque
no quiere ser júnior o cualquiera otro pretexto tan necio como este, lo
que está diciendo es que permite a Rajoy terminar su legislatura.
Adobarán, sin duda, su defensa de la MC con críticas, insultos y
agresiones al PSOE para justificar de antemano su oposición a la unidad
de la izquierda en nombre de la... izquierda.
Iglesias es el aliado objetivo de la derecha que esta izquierda vociferante ha sido siempre sin resultado aunque, a veces, como es el caso ahora, algunas circunstancias extraordinarias (caras nuevas, uso de los medios y complicidad con ellos) permitan que hoy los sigan algunas otras gentes, además de la habitual parroquia comunista. Y dejándose engañar, pues aquí, en el fondo, no hay engañadores y gente engañada, sino gente que quiere que la engañen.
Iglesias es el aliado objetivo de la derecha que esta izquierda vociferante ha sido siempre sin resultado aunque, a veces, como es el caso ahora, algunas circunstancias extraordinarias (caras nuevas, uso de los medios y complicidad con ellos) permitan que hoy los sigan algunas otras gentes, además de la habitual parroquia comunista. Y dejándose engañar, pues aquí, en el fondo, no hay engañadores y gente engañada, sino gente que quiere que la engañen.
Que esto es así se ve palmariamente en el discurso de Iglesias quien sostiene que Podemos está casi a la par con el PSOE y hasta lo supera en "algunas áreas" (sic). Es la esperanza anguitista en boca de su fiel discípulo: esperad un poco, tened paciencia, que llega el sorpasso. Mientras tanto, que siga gobernando el PP. Y, para después, otros cuatro años del PP. Están para eso.
Pero
no les saldrá gratis. Llegado el momento, después del Congreso, el PSOE
deberá cumplir su promesa en primarias de pedir la reprobación y
dimisión de Rajoy. Si esta no se produce, deberá considerar la
posibilidad de plantear una moción de censura propia con Sánchez como
candidato.
Porque,
obviamente, hay que echar a este gobierno de presuntos delincuentes que
ha destruido el país, lo ha esquilmado y lo ha partido. Pero echarlo de
verdad. No hacerlo cara a la galería para consolidarlo. Y esa nueva MC,
planteada por un partido socialista democrático, se presentará
previamente como negociación a los demás partidos de la oposición y,
entre ellos, claro, Podemos. Ante esta situación los morados tendrán dos
opciones: a) sumarse para echar a Rajoy y hacerlo como "júniors" que es
lo que son; b) oponerse y cargar con el estigma de ser los aliados
objetivos de la derecha.
Elegirán
lo segundo y, en las próximas elecciones, volverán a la región del 7/9
por ciento del voto de IU. Como siempre. Porcentaje insuficiente, pero
bastante para que no gobierne el PSOE que es lo que siempre han
buscado.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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