Fuerte como la piedra berroqueña, el
granito, el mármol, el diamante, por mencionar una de un valor más
aproximado al que Luis “el Fuerte” ha venido manejando en su procelosa
existencia. A pie firme, o trasero firme, pues compareció sentado,
soportó el galán sin inmutarse preguntas tremendas que llevaban la
respuesta en su misma formulación. Y sin abrir la boca, salvo algunas
puntualizaciones hechas con altanería.
Así, con rostro de palo, aguantó
una terrible filípica de Tardà en la que este lo dibujó como un mero
tornillo, podrido, pero tornillo, de un sistema corrupto desde sus
raíces. Y le instó a dar un paso al frente y pedir perdón por sus
fechorías. Más se ve al payo haciendo la peineta a los periodistas que
pidiendo perdón
Sin
duda el compareciente tiene derecho a callar todo cuanto pueda
perjudicarle en sede judicial que, por cierto, menester es que sea todo,
porque todo ha sido el callar. Pero la comparecencia ha resultado
igualmente destructiva que si hubiera hablado, pues ya todo se sabe y a
ello ha añadido, por su actitud ensoberbecida e intemperante, la
seguridad de que hay un contubernio entre el PP, el gobierno y el
extesorero para limitar al mínimo los estropicios que cause la
aplicación de la ley.
En realidad, quien compareció ayer fue Rajoy por persona interpuesta. El Tancredo que aguantó la descalificación moral general, la crítica y el desprecio por sus inmundos negocios fue el presidente de los sobresueldos, el mismo perillán que tiene a su padre escondido en La Moncloa, atendido con los recursos públicos que niega a los demás dependientes, un truhán ciníco, prepotente y aprovechado. Un sinvergüenza. Comparecía Bárcenas, pero el que callaba humillantemente era su jefe, el que lo protege y lo ha potegido siempre, el de los sobresueldos.
En realidad, quien compareció ayer fue Rajoy por persona interpuesta. El Tancredo que aguantó la descalificación moral general, la crítica y el desprecio por sus inmundos negocios fue el presidente de los sobresueldos, el mismo perillán que tiene a su padre escondido en La Moncloa, atendido con los recursos públicos que niega a los demás dependientes, un truhán ciníco, prepotente y aprovechado. Un sinvergüenza. Comparecía Bárcenas, pero el que callaba humillantemente era su jefe, el que lo protege y lo ha potegido siempre, el de los sobresueldos.
Bárcenas ha escenificado a la perfección el resultado del famoso Luis sé fuerte.
Ha acabado dibujando el círculo final: la sospecha de un gobierno
mafioso que llega a acuerdos con presuntos delincuentes para ocultar
otros presuntos delitos. No es la oposición la que sentencia a Rajoy por la corrupción. Es el propio Rajoy con su mensaje de Luis sé fuerte.
En ese mensaje estaba ya prevista la denigrante comparecencia del
hombre del que usted me habla. A raíz de aquel mensaje, Rajoy debió
dimitir, como le dijo Rubalcaba varias veces con harta razón.
No lo hizo y este es el resultado: la omertà mafiosa. Presunta, desde luego.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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