MADRID.- Como hace cinco años. Así empiezan a sentirse dirigentes del Partido Popular,
que han comenzado a sufrir en sus carnes el acoso y los insultos de los
ciudadanos cuando salen a la calle. Dirigentes del PP que no tienen
nada que ver con esos casos de corrupción, incluso que no han tenido
gran relación con Ignacio González o con los casos que afectan a la Comunidad de Madrid, según publica hoy la edicion estatal de La Vanguardia.
Dirigentes del PP de la nueva hornada, la que nombró Rajoy en
julio del 2015, tras los malos resultados de las autonómicas, y
veteranos dirigentes, conocidos por los ciudadanos, pero que no han
estado involucrados en ningún caso de corrupción advierten el deterioro
de su imagen en la calle.
Viven lo que ya vivieron algunos de ellos, los veteranos, al inicio de
la anterior legislatura, la primera de Mariano Rajoy, tras los recortes,
la subida de impuestos, y el incremento desbocado del paro. Vuelve la
ola aunque no llega al nivel de los escraches. Varios dirigentes
nacionales del PP confiesan que en las últimas semanas, a raíz de las revelaciones del caso Lezo,
han tenido que sufrir ya insultos de espontáneos en la calle. Ya no
caminan cómodos. “Los que antes se acercaban a felicitarnos, sobre todo
por la marcha de la economía, ya no se acercan, y los que lo hacen es
para llamarnos “ladrones o hijos de p…”, se lamentan.
Es un fenómeno, que se está dando sobre todo en Madrid.
En este sentido algunos dirigentes regionales aseguran que esa
situación no se vive en sus lugares de origen, al menos de momento pero
que sin embargo lo notan en la capital de España. El caso más relevante
que ha afectado al PP se circunscribe a la Comunidad de Madrid, tras la
detención de su expresidente, por las compras presuntamente fraudulentas
de empresas en Iberoamérica vinculadas con el Canal de Isabel II.
Vuelven los años difíciles como 2012 o 2013 cuando el
veneno de la ira corrió como la pólvora por toda España. “Pero entonces
no tenía tanto que ver con la corrupción”, reflexionan dirigentes que
vivieron el acoso ciudadano, como con “el sufrimiento social” de las
familias afectadas por la crisis económica. Después vino la cuenta en
Suiza del extesorero del PP, Luis Bárcenas, su indemnización en diferido
y su entrada en prisión en junio del 2013. La corrupción incrementó el
malestar social. Ahora es distinto.
Ahora el enojo ciudadano tiene que ver, sobre todo y ante
todo, con la corrupción. El PP lo sabe y lo tiene asumido. No tienen más
que leer el CIS todos los meses. El último publicado, el de abril, con
datos de marzo –habrá que esperar al que ya recoja la detención el 20 de
abril de Ignacio González–, registra un incremento de siete puntos de
la preocupación de los españoles por la corrupción, del 37,3% del mes
anterior al 44,8% de marzo. Los días en que se hizo la encuesta
coincidieron con la declaración del ya expresidente de Murcia, Pedro
Antonio Sánchez, y su negativa a dimitir, aunque tuvo que acabar
haciéndolo.
Fuentes del PP consideran que la indignación actual es
fruto de que “nos habían perdonado la corrupción porque la economía iba
bien, y ahora se sienten traicionados” con las prácticas que los propios
dirigentes populares califican de “gansterismo”.
En el PP han llegado a la conclusión de que tienen poco que
hacer en relación con la operación Lezo que ha llevado al expresidente
de la Comunidad de Madrid a la cárcel por sus operaciones en el Canal,
porque “no se puede matar al muerto” e Ignacio González estaba muerto,
al menos para el PP, antes de que saltara su caso de corrupción. Como
ejemplo siguen insistiendo en que el propio Mariano Rajoy cerró la
puerta a la posible candidatura del delfín de Esperanza Aguirre que se
ha visto obligada finalmente a dimitir, pese a no estar vinculada con
los casos que investiga el juez, por haber confiado en quien luego la
traicionó, como lamentó ella misma en la comparecencia pública en la que
anunció su retirada de la política local capitalina.
De ahí que ante esta situación, la única receta posible es
la que el presidente del Gobierno y del Partido Popular ha trasladado a
su partido: aguantar el chaparrón y esperar a que escampe. Y mientras,
condenar todos los casos que han salido a la luz, dar las explicaciones
en los juzgados a todo lo que se les pida y pasar por el mal trago de
aceptar todas las comparecencias que solicite el Parlamento, como tendrá
que hacer más tarde o más temprano Mariano Rajoy.
Al presidente del Gobierno le espera una cita con el
tribunal que juzga uno de los casos de la trama Gürtel, para declarar
como testigo; y otra en el Congreso de los Diputados, en la comisión que
se pondrá inmediatamente en marcha para hablar de la financiación del
PP. Los partidos de la oposición, empezando por Ciudadanos, pretenden
que esa comparecencia sea una de las primeras en la agenda.
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