La política está sometida, cada vez más, a la dictadura
de la moda que ahoga el estilo y debilita el carácter. Evaporada la
ideología de la política, estigmatizados los liderazgos, y establecida
la victoria del relato emocional frente al real para hacer creíble la
política, no es de extrañar que vivamos el apogeo de buscar referentes
políticos que logran la atención de los electores fuera de nuestro país.
No hace mucho fue Obama con su “audacia de la esperanza” y su fotogenia
impecable e implacable contra sus rivales políticos quien sedujo a los
políticos españoles. Vieron que el mito político se puede construir a
través de las redes sociales y grandes gestos. Con ello, se estableció
la hegemonía del like electoral sobre el connaisseur electoral.
Luego
apareció la figura del aventurero Varufakis, cabalgando en su
moto/caballo, como un nuevo Lancelot, para luchar contra la troika
europea, convirtiéndose en el referente de la nueva izquierda europea.
Antes de su expulsión de la corte de Bruselas, aportó la estética de la
política romántica e inspiradora de grandes revoluciones imposibles.
Y
ahora toca apropiarse de la figura de Macron, con su política capaz de
reunificar la izquierda y la derecha bajo una nueva bandera
postideológica, sin partido, basada en la reconciliación republicana y
el buen gobierno.
La búsqueda del Macron español desde la clase
política española tiene dos aspectos que la impulsan: por una parte, ser
capaces de renovar la vieja política de forma tranquila, desde dentro
del sistema, con la aspiración de hacer triunfar una visión moderada y
centrista y, por otra parte, eliminar el nacionalismo en favor de la
patria y hacer triunfar la España de las reformas frente a la España de
las revoluciones.
En este sentido, el primer partido que ha ido a la
caza de la imagen de Macron ha sido Ciudadanos, al sintonizar con la
idea de lograr situarse como espacio superador de la dialéctica
izquierda/derecha que ha gobernado España desde la transición y que hoy
está asolada por la corrupción.
La cuestión que queda por determinar es si la
política española buscará a su referente simplemente mimetizando los
aspectos estéticos o si logrará incorporar su lógica de política
ganadora consistente en impulsar la idea de una prosperidad basada en
priorizar la educación como eje central de la nueva España.
(*) Político de UDC
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