Aunque pueda
parecer ingenuo o cínico- como dice Y.N. Harari (Homo Deus)-, “el
hambre, la peste o la guerra no forman ya parte de las preocupaciones
del ciudadano medio de una buena parte de nuestro planeta”. Ni Trump ni
el Brexit británico, ni los señores del Ibex o de Wall Street, tampoco
los autócratas rusos o chinos, poseen suficiente poder para reproducir
las terribles destrucciones que tuvieron lugar a partir de 1914 o 1940.
El
mundo es un lugar más apacible y mejor controlado, naturalmente
se producirán altas y bajas como la provocada por las
especulaciones financieras e inmobiliarias de la primera
década de este tercer milenio. Ahora bien, los llamados
estabilizadores automáticos por los economistas- seguro de
desempleo, pensiones y sanidad universal- con su aparente
modestia han formado una red de seguridad que ha evitado la
aparición de salvadores en última instancia, Hitler o Lenin, con
sus nazis o comunistas-estalinistas.
Las instituciones
han prevalecido sobre los visionarios. El 15-M no es más que una
saludable reunión de universitarios más o menos espabilados.
Alejadas
de las grandes tragedias, las del Oriente Medio y zonas
subsaharianas de África, las sociedades como la nuestra
necesitan, sin embargo, perfeccionar sus instituciones como
condición necesaria para mantener o incluso mejorar los niveles
de vida de sus ciudadanos. Una de esas instituciones no es ni más
ni menos que el modelo productivo.
Un mundo abierto y
globalizado en el que el 85% de los motores a propulsión o las
turbinas de gas que fabrica General Electric se vende fuera de los
EEUU desde hace 15 años. El mar de plástico almeriense o los
cultivos subtropicales granadinos, aguacate y mango, responde a
una elevada y creciente demanda de los mercados europeos. La
globalización, como decía un reciente editorial del FT, tiene
muchas vidas y sabrá sortear los instintos proteccionistas de
D.Trump y su equipo de nuevos mercantilistas.
El año 2016 no
ha sido desastroso para el comercio internacional pero ha vuelto a
subrayar que su evolución está siendo menos dinámica que la del
producto interno de los países comerciantes. El proteccionismo
político no es la única causa hay otras razones como el cambio
generado en las estructuras en las cadenas de producción que son
menos internacionales y se están interiorizando gracias a las
mejoras introducidas por las nuevas tecnologías en aquellos
países cuyos costes laborales eran superiores a los de sus
competidores.
En cualquier caso la explosión
globalizadora está sufriendo una corrección, en el caso de España
el descenso del valor de las importaciones, además de obedecer a
la bajada del precio del petróleo, podría ser un indicio, como
dice Funcas en su análisis coyuntural, de que la elasticidad de
esas importaciones con respecto a la demanda global se está
reduciendo, lo cual, en caso de confirmarse, supondría un cambio
estructural de gran transcendencia.
Por el lado de las
exportaciones y en los últimos nueve meses se pone de manifiesto un
comportamiento más dinámico que el de la propia Alemania,
incrementos del 0,9 y del 0,3% respectivamente. La evolución del
conjunto de la eurozona es todavía más negativa, -0,4% y lo es
más en el caso de la UE-28 con un descenso del 1,2%. Más allá de las
fronteras europeas las exportaciones de Japón se han reducido en
un 9,3%, un 6,9% las de China y un 4,6% las de EEUU.
De alguna
manera estamos aunque sea muy modestamente, ganando cuota de
mercado. Además aumenta nuestro superávit comercial con la UE-28 y
todavía más con la eurozona. Sigue sin embargo, manteniéndose el
desproporcionado déficit con China sin que se conozca ninguna
reacción por parte del gobierno. Lo cual, por desgracia, confirma
la atonía de una administración politizada que no ha conseguido
de la UE las mismas ventajas para nuestros cultivadores de
invernadero (Almería y Murcia) que las que reciben sus
competidores holandeses o del norte de Europa.
Unas
administraciones, estatal y autonómica, que no son capaces de
evitar que las aguas que brotan en la serranía de Ronda se viertan al
mar cuando los agricultores granadinos de aguacate y mango
necesitarían un 10% de esos caudales para incrementar la
productividad de esos cultivos.
No solo no funciona
eficientemente el INEM sino las administraciones próximas al
ciudadano productor. Este es un reto acuciante si la competencia
se agrava a la vez que se contrae el horizonte de la
globalización.
(*) Economista del Estado
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