2017 se
presenta, para el desarrollo de la economía mundial, como el año en el
que el nuevo presidente de EEUU, Trump, va a tener una notable
influencia, aunque el alcance del cambio es aún incierto, ya que es
pronto para saber cuántas de sus ideas se llevarán a la práctica.
La
victoria de Trump levanta una gran incertidumbre por su carácter
imprevisible y sus propuestas populistas y volcadas al
interior. Resulta muy difícil saber cuánto se cumplirá, aunque
conviene tener en cuenta el hecho de que EEUU cuenta con contrapesos
políticos y cabe esperar, por lo tanto, una agenda política final
rebajada sobre las propuestas electorales.
Si bien es cierto
que Trump ha presentado un preocupante paquete de medidas para
los primeros cien días, algunas de las propuestas que más llamaron
la atención durante el periodo electoral como las referidas a la
inmigración han perdido protagonismo, mientras otras como las
relacionadas con la inversión en infraestructuras carecen de
detalles. Así las cosas, por el momento, prima la incertidumbre.
En
todo caso, las líneas generales apuntan a un impulso de la demanda
interna a corto plazo en EEUU, con un cambio en la combinación de
políticas económicas con una expansión fiscal y un tono menos
expansivo de la política monetaria, que dará lugar a tipos de
interés más altos y un dólar más fuerte; un shock negativo sobre la
oferta a medio plazo, en donde las restricciones comerciales y la
menor inmigración compensarían el posible impacto de la
desregulación y el gasto en infraestructura, y una
incertidumbre elevada que pesará en un sentido todavía
indeterminado sobre la economía del mundo.
A nivel global,
las propuestas de Trump, en conjunto, propician un entorno
desafiante mientras que en concreto no resultan favorables para
sus vecinos del sur, si bien Latinoamérica, dada la mayor solidez de
la región, está mejor preparada para afrontar dificultades y
evaluar las alternativas más favorables. Entretanto se concreta
el alcance del cambio, es difícil valorar las consecuencias y las
respuestas de las políticas económicas de la región. Por lo que
respecta al impacto que pudiera tener sobre China y su área de
influencia, un dólar fuerte y posibles restricciones comerciales
de EEUU, que influiría en la estabilidad financiera y el precio
de las materias primas, las consecuencias parecen innegables.
De
lo anunciado por el presidente electo, cabe interpretar que se
producirá un crecimiento algo mayor del PIB de EEUU, lo cual no deja
de ser un elemento positivo que se puede ver neutralizado por el
impacto adverso que tendrían sobre las expectativas unos tipos de
cambio más débiles, unas políticas monetarias menos expansivas
de lo previsto hasta ahora y una demora en proyectos de inversión.
En
el caso de revisarse los acuerdos comerciales, tal y como ha
anunciado Trump, cierto es que existe un efecto potencial, aunque,
sin embargo, conviene ponderar el alcance de este riesgo. Por un
lado, las materias primas siguen constituyendo el núcleo de las
exportaciones de la región y no tiene mucho sentido imponer
restricciones a este tipo de productos; el comercio con China y en
menor medida con Europa y el que se produce dentro de la región,
alcanzan más del 80% del total y, en el caso de México, claramente
más expuesta a EEUU, el comercio ha dejado de ser hace mucho tiempo
un mero intercambio de bienes terminados, pues ambos países están
integrados en cadenas de valor mutuamente dependientes, muy
difícil de remplazar sin daño para las propias empresas de EEUU.
Por
último, están las acciones ligadas al cambio en la combinación de
políticas económicas que históricamente no ha sido bueno para
Latinoamerica. Este canal también merece matices. Por un lado, en
los últimos tiempos los flujos de capital a la región no han
descansado en las expectativas de crecimiento, sino en una
combinación de rentabilidad-riesgo favorable, resultado de
unas cuentas externas sólidas y unos tipos de interés reales altos,
en relación con los vigentes en los países avanzados. Por otro
lado, los flujos de capital hacia la región son ahora mucho más
diversos (inversión directa, deuda a largo plazo) que hace unas
décadas en las que el crédito a corto plazo ocupaba un papel
central.
En definitiva, la incertidumbre del mandato de
Trump sobre crecimiento, política monetaria o tipo de cambio es
elevada en ambos sentidos y depende de la orientación de las
políticas y las posibles repercusiones globales. La
credibilidad de la política fiscal será determinante para el
dólar y los cambios en el comité de política monetaria para la
Fed, no debiendo perder de vista el hecho de que Yellen tiene como fin
de su mandato febrero de 2018.
La incertidumbre política planea sobre la Eurozona
Por
lo que respecta a la Eurozona, las principales incertidumbres
provienen del entorno político, tanto por el posible cambio en la
política exterior y comercial de EEUU como por los procesos
electorales que habrá en diversos países del área euro y que tienen
como referencia el referéndum constitucional celebrado en
Italia y la repetición de la segunda vuelta de las presidenciales
en Austria.
Con todo, y de acuerdo con las previsiones más
fiables, el PIB creció en la zona euro un 0,3% en el tercer trimestre
de 2016 y un 1,6% interanual, similar al trimestre anterior pero
con mayor sesgo hacia la demanda interna. En el último trimestre,
el crecimiento del PIB podrá ser algo más intenso (0,4%
trimestral), lo que dejaría en 1,6% el conjunto de 2016. En 2017 la
expansión se moderará (1,3%) al suavizarse el impacto de la
política monetaria y la caída del precio del petróleo. La
recuperación de las economías emergentes debería mejorar la
aportación del sector exterior, pero las incertidumbres
políticas podrían desincentivar las decisiones de inversión.
La
aceleración en el crecimiento de la demanda interna durante el
tercer trimestre de año, se ha basado en el consumo privado y en la
inversión en construcción, siendo estable el crecimiento de la
inversión en bienes de equipo, que habría compensado el
debilitamiento de las exportaciones. Para el último
trimestre, los indicadores mostraron una subida en octubre, que
señala una aceleración en la actividad económica que vendría
impulsada por el rápido incremento del crecimiento económico en
EEUU y la resistencia del Reino Unido ante el Brexit.
En
materia de inflación, ésta ha subido al 0,5% interanual en
octubre, abandonando las tasas negativas que registró en el
segundo trimestre del año, como resultado del incremento del
precio de la energía. Sin embargo, no hay ninguna traslación a la
inflación subyacente que se mantiene estable en torno al 0,7%
interanual. Las expectativas de inflación han subido en cierta
medida (por los precios del petróleo y las nuevas perspectivas de
la política fiscal en EEUU), pero siguen alejadas del objetivo del
BCE (2%).
La encuesta de préstamos bancarios del BCE, por
último, revela que su política monetaria ha contribuido a
relajar las condiciones de financiación en la zona euro. En el
tercer trimestre, los bancos han suavizado los estándares de
concesión del crédito, pero donde más se ha notado la política del
BCE ha sido en la expansión de la emisión de valores de renta fija
por parte de empresas. La demanda de crédito también está
aumentando, si bien convive con el desapalancamiento que en
diversos países sigue llevando a cabo el sector privado, lo que está
traduciéndose en una lenta aceleración del crédito al sector
privado (1,9% interanual en octubre desde 1% a principios de año).
++A MODO DE DESPEDIDA++
Hace
poco más de ocho años, coincidiendo con la quiebra de Lehman
Brothers, nacía Tendencias del Dinero con la poco original idea de
tratar de explicar -en lenguaje asequible- no solo el origen de la
gran crisis económica y financiera que ha hecho temblar las
estructuras del sistema capitalista, sino de analizar las
consecuencias y las medidas que se han adoptado para restablecer
el orden mundial, algo que, al día de hoy, no se ha conseguido
plenamente.
A lo largo de 373 semanas y a través de más de 2.100 piezas de
análisis, Tendencias del Dinero ha buscado trasladar a un
heterogéneo número de destinatarios, no necesariamente todos
versados en economía, los aciertos y los errores de las acciones
emprendidas para resolver la crisis y las consecuencias que de
ella se han desprendido y que han afectado a un amplísimo segmento
de la población mundial.
Hoy, la aventura periodística toca a su fin y solo resta agradecer a
unos generosos suscriptores su apoyo incondicional para
mantener vivo un proyecto que dice adiós con el sentimiento de que,
al menos en España, la crisis no ha servido para dar la vuelta a un
modelo económico que, acuciado posiblemente por problemas más
urgentes, mantiene intactos los mismos vicios que hace una década.
Ahí quedan, a la espera de tiempos mejores, reformas como las de la
Educación, la Universidad o la Fiscal, que son las que pueden cambiar
realmente la economía de un país si de lo que se trata no es solo de
crecer en cantidad, sino de alcanzar un nivel de desarrollo que
permita a España situarse entre los grandes países del mundo.
Y ello por no hablar del estado en que se halla ese mundo de la I+D+i,
pieza básica de cualquier país que se precie y que ha visto reducir
su peso, más allá de lo que hubiera sido deseable o de la siempre
necesaria reindustrialización que hace exclamar a muchos
nostálgicos del pasado que Franco hizo más por la
industrialización de España que los sucesivos gobiernos de la
Democracia por su reindustrialización.
En todo caso, España ha hecho muchos de deberes, gracias, en
ocasiones, a que su pertenencia a la Eurozona obliga y entre ellos
merece una mención especial la reestructuración de su sistema
financiero, por no decir de sus cajas de ahorro, aunque al día de
hoy, los ciudadanos sigan esperando que los responsables del
latrocinio –instancias oficiales incluidas- purguen por sus
tropelías y desmanes.
(*) Periodista y editor
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