Vaya, vaya. El drama del PSOE, ya casi
culebrón, da siempre alguna sorpresa. La entrada en campaña de los dos
contendientes putativos, Díaz y Sánchez, no ha podido ser más dispar: la
de Díaz, planificada, con asesoría de comunicación, apoyo y difusión en
los medios, planes de altura para Andalucía, España y Europa. Campaña
clásica, doctrinal, en la que no se dice literalmente nada.
Sánchez, que no cuenta con los medios de Díaz, pues es un afuereño
al aparato (que controla el acceso institucional a las redes) ha ido
más por lo personal, íntimo y sincero. Pero con ideas y ánimo rompedor.
Es otro mundo. Los medios lo comparan con don Quijote, por eso de
hacerse la carretera. Pero don Quijote estaba armado de una convicción
firmísima en la bondad de su propósito. Ni una duda le hizo jamás tomar
los gigantes por molinos. Mientras que Sánchez ha mejorado de
cabalgadura (ahora tiene coche) pero ha empeorado de ánimo. Duda.
Es un
héroe dubitativo, como Orestes dudaba si matar a su madre o no; como
Hamlet si hacer lo propio con la suya y su amante, asesino de su padre;
como Raskolnikov si matar o no a la vieja usurera y es de esperar que
nadie vea aquí alusión alguna; como Emanuele Bardone duda entre morir
como Emanuele Bardone o como el General della Rovere.Tanto duda que casi
parece un antihéroe. Y eso que cuenta con el explícito respaldo de
Pérez-Tapias, antaño su adversario y que hoy puede ser el Pílades de
Orestes, el Horacio de Hamlet, la mujer a quien Raskolnikov confiesa su
crimen, su alter ego.
Aun
así, Sánchez duda y quiere pulsar la actitud de la militancia antes de
proclamar su candidatura. Eso está bien e indica prudencia y realismo.
Pero, para que la militancia tenga alguna actitud que pulsar es preciso
ofrecerle algo sobre lo que pronunciarse. Ideas, vamos, propuestas. Y
aquí es donde el candidato a candidato debe pararse a pensar y elaborar
un discurso (un relato, según se dice hoy) coherente para la mayoría del
personal. Esto es, algo armado, congruente, identificable como parte de
un proyecto y no consignas aisladas carentes de significado.
Eso del proyecto colectivo,
que huele a Podemos por la vía asamblearia, hay que dejarlo para el
final. Si el pretendiente presenta sus propuestas, ya se animará la
gente (o no) a tomar decisiones colectivas. Y si ese programa no es el
de una izquierda socialdemócrata reformista de izquierda moderada (que
no conservadora) que Palinuro viene proponiendo, sería estupendo conocer
cuál es el programa. Sobre todo para que el héroe dubitativo saque de
la duda a sus posibles apoyos, que son muchos, a juzgar por lo que se
detecta en las redes.
Por
cierto, si quieren encontrar un contexto histórico para simbolizar el
momento, lo tienen en la sublevación contra el francés de 1808 y la
consiguiente guerra de independencia. Las juntas provinciales, negando
obediencia al rey, pedían la convocatoria urgente de una Asamblea
Nacional o Cortes Constituyentes. Igual que las federaciones y
agrupaciones del PSOE, negando obediencia a la Gestora, exigen un
Congreso urgente y primarias.
Si hay que aconsejar a nuestro dubitativo
héroe un modelo por imitar, nadie mejor que Juan Martín Díez, El Empecinado,
héroe del momento y notable ejemplo de obstinación hasta el martirio en
su lucha contra el invasor y luego contra el absolutismo, que era otra
forma de invasor. Pero no llegarán las cosas a esos extremo. Es de
suponer que en el PSOE haya la flexibilidad suficiente para apoyar un
programa de este tipo frente al acartonado colaboracionismo con la
derecha que proponen la actual dirección material e intelectual así como
sus grandes focos mediáticos y sus intelectuales orgánicos.
La primavera del Frente Popular
Otro acierto de la biblioteca de mi
Universidad, la UNED, con una exposición sobre los meses del Frente
Popular (FP) en Madrid entre febrero y julio de 1936. La organizan la
propia biblioteca, el Departamento de Historia Contemporánea y la
Universidad Carlos III. Hay que ver las cosas que pueden hacerse con
escasos recursos cuando se tiene voluntad y pericia.
Porque
es una exposición escueta, con carteles electorales, octavillas,
panfletos y libros, algunos de la época y otros de historiadores que han
tratado la época con maestría, como Santos Juliá. Y fotos, sobre todo
fotos, muchas de ellas muy poco conocidas. Se añaden diversos tipos de
objetos, cajas de cerillas y hasta envoltorios de caramelos politizados
(los envoltorios, no los caramelos, es de suponer), algún uniforme,
objetos de la vida cotidiana, naipes, etc. Pero está admirablemente
estructurada, con oficio pedagógico: son cuatro bloques: las elecciones,
el triunfo, el boicot de las derechas y la vida cotidiana. Todo ello en
Madrid.
Y,
desde luego, es un éxito. El visitante es atrapado desde el primer
momento por un relato vivo que empieza en la incertidumbre de la
votación, sigue luego con la explosión de alegría por la victoria del FP
y tropieza de pronto en el clima de pistolerismo, violencia callejera,
provocaciones de las derechas, respuestas de las izquierdas quemando
iglesias, que adquiere un tinte más macabro cuanto que el visitante ya
sabe cómo acabó aquello. Pero los protagonistas, no y, en esta
exposición, parece milagroso, pero los protagonistas hablan, nos hablan.
La cuarta sección, el Madrid cotidiano, algo verbenero, dado a fiestas y
toros en tiempos nuevos.
En la foto de la caravana electoral de coches
de Recoletos vemos cuatro muchachas de pie repartiendo propaganda. Las
mujeres podían votar gracias a la propuesta de 1931 de Clara Campoamor
quien, por cierto, murió exiliada en Suiza, justo castigo a su inmundo
pecado de querer emancipar a las mujeres. Así pensaban entonces los que
hoy están en contra de la discriminación positiva. No falla. Hasta
Victoria Kent, mujer y socialista, se opuso a la propuesta de Campoamor.
El
FP fue una fiesta, a pesar de todo, a pesar de los atentados y la
violencia callejera, una fiesta de primavera. El FP nació "a la sombra
de las muchachas en flor". Ustedes me perdonarán la cursilería. Tengo
una foto de mi madre en uno de esos coches, por ese lugar, en aquel
tiempo. Fantástica también la foto de los madrileños apiñados en un
tranvía y viajando en el tope, sin pagar. Sin saberlo, esos paisanos
serían convertidos en los free riders de la teoría de la decisión racional con la que se castiga hoy el horrible descontrol del Estado del bienestar.
De eso se enteraron los viajeros de matute más tarde, cuando ya no quedaron ni tranvías.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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