Para
los sabios de la antigüedad un ‘idiota’ es simplemente un hombre que
busca ser él mismo. Los que viven en el engaño lo tachan de ‘loco’ o de
‘idiota’. Esto fue lo que dijo George Ivánovich Gurdjíeff, “el
hombre más extraño del siglo XX” según el escritor Louis Pawels. Por eso
Gurdjieff tenía la costumbre de brindar por los ‘idiotas’ en sus
reuniones sociales.
El
periodista François Mauriac afirmó que Gurdjíeff había traído de Oriente un método para matar el ego, para volver a ser uno mismo y para
poseer la tierra. Y se preguntaba “¿qué personaje inventado no palidece
al lado de él? ¿qué novela fantástica llegó jamás a la altura de su
historia real?”
Gurdjíeff
sostuvo que existen tres caminos principales para llegar a desarrollar
los poderes latentes del hombre: el camino del faquir, el camino del
monje y el camino del yogui, cada uno de los cuales requiere que el
candidato abandone el mundo para poder hallar el sendero luminoso.
Gurdjíeff
asegura que todos los demás caminos artificiales que existen en
Occidente no conducen a nada ni llevan a ninguna parte, a no ser porque
existe un Cuarto Camino, “el camino del hombre astuto” que ofrece la
oportunidad de un desarrollo interno en los aspectos físico, intelectual
y emocional, en el mismo ambiente cotidiano en que uno vive.
DIÓGENES
Quizás
el primer ‘idiota’ famoso de la historia fue Diógenes de Sínope, un
filósofo griego perteneciente a la escuela cínica. Nació en Sínope, una
colonia jonia del mar Negro,1 hacia el 412 a.C. y murió en Corinto en el
323 a.C.
Este
“Sócrates delirante”, como lo llamaba Platón, caminaba descalzo durante
todas las estaciones del año, dormía en los pórticos de los templos,
envuelto únicamente en su manto, y tenía por vivienda una tinaja.
Apareció
en pleno día por las calles de Atenas, con el candil de aceite en la
mano, diciendo: “Busco un hombre, busco un hombre honrado que ni con el
candil encendido puedo encontrarlo”. La gente lo seguía y él continuaba
vociferando lo mismo, sin encontrarlo aun a plena luz del día y con el
candil encendido.
Diógenes
iba apartando a los hombres que se cruzaban en su camino diciendo que
solo tropezaba con escombros, pretendía encontrar al menos un hombre
honesto sobre la faz de la tierra. Sin embargo, Diógenes, jamás encontró
a ese hombre auténtico cuyo concepto de la riqueza estuviera muy por
encima del dinero.
LA CIENCIA DEL IDIOTISMO
Los
“Brindis de los Idiotas” y la “Ciencia del Idiotismo” constituye quizá
el método de enseñanza más extraño y novedoso de Gurdjieff. En las
comidas rituales que ofrecía, se brindaba con fórmulas preestablecida a
la salud de categorías sucesivas de idiotas.
Gurdjieff
introdujo sus Brindis a los idiotas en 1.922 y desde 1.940 puso cada
vez más énfasis en ellos. Si bien no despojó al término de su sentido
peyorativo, lo revistió con el significado de individualidad (de la raíz
griega idio- “personal, singular, propio”). Aunque la idiotez era un
rasgo universal (Dios mismo era un Idiota Único, Nro. 21) una
diferenciación subsidiaria garantizaba una tipología humana poética y
profunda.
En
principio, se pedía a cada alumno que apoyándose en su intuición,
eligiera entre los primeros doce su propio idiota (1 ordinario; 2 super;
3 archi; 4 sin esperanzas; 5 compasivo; 6 retorcido; 7 cuadrado; 8
redondo;9 zigzag; 10 iluminado; 11 vacilante y 12 fanfarrón).
Puesto
que las comidas en la mesa de Gurdjieff exigían atención y nunca era
meramente orgiásticas, pocas veces se llegaba a los brindis posteriores
al número 12. Se cree posible (aunque no existen registros escritos
confiables) que el orden subsiguiente fuera: 13 nato; 14 patentado; 15
psicopático; 16 poliédrico. Si bien los idiotas de 1 a 16 parecen
pertenecer al mismo nivel de ser y sólo se diferencian por el
comportamiento.
Pero
idiotas 17 a 21 constituyen una jerarquía espiritual que refleja grados
progresivos de “razón objetiva”. El nivel 18 representa el grado más
alto que un ser humano puede alcanzar pero, para llegar, primero tiene
que descender voluntariamente de la categoría 17 a la 1, idiota
ordinario. Las categorías 19 a 20 estaban reservados para los hijos de
Dios.
(James Moore; Gurdjieff, anatomía de un mito Editorial Estaciones.)
(*) Periodista
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