Cuando el pasado viernes, después de la votación de la frustrada
investidura, el Presidente del Gobierno en funciones, blanco como la
cera, salía por la puerta principal que da el patio central del Congreso
de los Diputados y algunos asombrados comentarios, convertidos en
murmullos comenzaban a comentar como a los dos minutos de terminar la
votación, el Ministerio de Economía, hacia público que el exministro de
Industria José Manuel Soria, que había tenido que abandonar el cargo por
mentir, ocultar y por operar con paraísos fiscales (“nadie que opere en
paraísos fiscales puede sentarse en el Consejo de Ministros de España“
había sentenciado, en su momento, el ministro de Hacienda Cristóbal
Montoro) había sido nombrado director ejecutivo del Banco Mundial.
Era un compromiso personal de Rajoy con Soria, era una promesa que De
Guindos le había hecho a su compañero de gabinete (a pesar de que lo
había estado negando durante semanas, cuando después de las primeras
filtraciones comenzaron a llamar los periodistas), era un auténtico
disparate. Un disparate realizado, además, el mismo día de la
investidura frustrada, como inequívoca prueba de esa regeneración que el
PP había firmado con Ciudadanos. Algo que ha intentado explicar el
señor Presidente del Gobierno en funciones, camino de China para
participar en el G-20, pero que es inexplicable, porque no puede
entenderse que el candidato no se haya dado cuentas de que con esa
decisión política, errónea, provocativa para la opinión pública,
descorazonadora para quienes dentro del partido sí están luchando,
muchas veces en solitario por la regeneración, ha cegado la posibilidad
de que pueda presentarse a una nueva sesión de investidura.
La provocativa decisión, que ha dividido al partido, que ha
sorprendido a la militancia, y que ha servido de justificación a Sánchez
para explicar por qué no puede abstenerse, ha dejado a Rajoy fuera de
la carrera y ha impulsado más esa posición de que la solución al
desbloqueo pasa porque el candidato se retire y de un paso a otro
miembro del PP, lo que a su vez, y el editorial del periódico El País
es un claro ejemplo, ha provocado que simultáneamente se pida la
retirada del candidato socialista Pedro Sánchez que ha perdido en las
dos últimas elecciones.
¿No hay nadie en la Moncloa, en el “equipo de pensamiento” que
teóricamente tiene que rodear al Jefe, que haya sido capaz de decirle al
señor Presidente del Gobierno en funciones que hay cosas que no se
pueden hacer y, mucho menos cuando te has comprometido y pactado con tus
aliados que inicias un proceso de regeneración política, de lucha
contra la corrupción, de transparencia y de una nueva etapa
esperanzadora que tanto espera la mayoría del partido, como así lo han
insinuado, algunos de los barones populares como la presidenta de Madrid
Cristina Cifuentes, y el presidente de Castilla-León Juan Vicente
Herrera.
Es más si cuando se está en funciones y no se puede asistir, como ha
anunciado el presidente Rajoy, a la Cumbre de países de Sur de Europa
que ha convocado en Atenas el primer ministro griego, ni la oposición
puede controlar al Gobierno, haga lo que haga, no es ética y
estéticamente normal que, en el caso del exministro Soria, el ministro
de los llamados Papeles de Panamá, tanto el señor De Guindos, como el
señor Rajoy, aunque solo fuese por respecto a la ciudadanía, hubiese
aparcado el nombramiento en las actuales circunstancias.
Este domingo, con todos los dirigentes dedicados a las elecciones
vascas y gallegas, (excepto Rajoy que, en China, donde desde la Cumbre
del G20, intenta por todos los medios, apagar el incendio Soria) con lo
que se abre un largo paréntesis de espera para la investidura, hasta
después del 25 de Septiembre. Entre los máximos responsables de
Ciudadanos, tras el rifirrafe con el portavoz popular Rafael Hernando y,
la provocación de Soria, se da por roto el pacto con el PP “un pacto
para la investidura de septiembre y esa ha fracasado, ahora estamos en
otra situación y no sabemos siquiera si el Jefe del Estado va a proponer
a Rajoy, tras la ofensiva que está pidiendo un cambio de candidato”.
La verdad es que, a fecha de hoy, estamos peor que hace casi nueve meses
porque entre los partidos se han roto todos los puentes: los del PSOE
con Ciudadanos, los de Ciudadanos con el PP, los de Ciudadanos con
Podemos y los nacionalistas, los de los socialistas con los populares, y
los de Podemos con Ciudadanos. Intentar, ahora, un gobierno PSOE –
Podemos con la abstención de Ciudadanos, no deja de ser otra maniobra
para ganar tiempo y hacer inevitable nuevas elecciones. Eso sí,
repartiendo las responsabilidades.
(*) Periodista y economista
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