La maldita, la traidora, la cobarde, la
miserable transición vuelve una y otra vez en los discursos de la
izquierda, como un recuerdo constante. Un pasado del que unos reniegan y
otros se avergüenzan, está siempre presente en los momentos decisivos
como un modelo. ¿Explicación? Ninguna. Simple oportunismo. Ni la
transición fue un fracaso, traición o rendición ni fue un triunfo o un
modelo. Esos términos, aplicados a un hecho histórico, con su carga
valorativa, carecen de sentido. Aplicados a las luchas políticas del
presente, en cambio, tienen todo. Se trata de instrumentalizar una
visión de la transición y la memoria para justificar una posición
política actual, para dar mayor empaque y dimensión "histórica" a un
giro táctico en uno u otro sentido.
Pedro Sánchez reivindicó ayer la figura de Adolfo Suárez
para apuntalar su actual apuesta por el centro, ahora que el PP en la
extrema derecha y Unidos Podemos pegados al comunismo le ofrecen en
bandeja la oportunidad de hacerlo. Da algo de grima ver a un dirigente
de la izquierda reivindicar la figura de un político franquista,
falangista para más señas, un hombre del régimen de Franco. Carente de
todo principio -típico producto de la carrera política del personal
franquista- Suárez se prestó a hacer lo que el Rey le dijera. Era un
hombre flexible. Se le encargó desmantelar una dictadura sin romper la
legalidad y erigir sobre sus ruinas una democracia más o menos aparente,
más o menos homologable con las del entorno.
Y eso es lo que hizo. Para
realizar el encargo, montó un partido, la Unión de Centro Democrático
(UCD), juntando para ello grupos políticos procedentes de múltiples
lugares, liberales, democristianos, socialdemócratas, etc y jugando con
la idea del centro, término que goza del máximo prestigio en los
electorados occidentales en los que la inmensa mayoría se sitúa
voluntariamente en ese lugar en las escalas de autoubicación ideológica.
Da grima, digo, ver a Sánchez reivindicando la figura de Suárez, pero
se entiende muy bien: tampoco él tiene muchos principios y los que tiene
no parecen demasiado firmes.
De lo que se trata es de aprovechar la
oportunidad que la polarización del sistema de partidos ofrece: entre
los neofranquistas y los comunistas, se dibuja un nuevo centro y, para
darle verosimilitud, se instrumentaliza la figura de Suárez. No debiera
hacerle falta si Sánchez supiera argumentar su posición de forma más
convincente, pero no es el caso. Por eso habrá más Suárez en las
elecciones, sobre todo cuando Rivera se dé cuenta de que están intentado
robarle su campaña de imagen a medio camino en lo iconográfico entre
Primo de Rivera y Suárez.
A su vez, en un mitin de ayer, entre abrazos, sollozos y emoción, Anguita le dijo a su discípulo Iglesias ¡Este es el año 77, Pablo!
Tal cual. Ello da idea del sentido de la nueva política, la innovación y
la visión de futuro de Podemos: ir para atrás, hacia el momento del
inicio otra vez. al año 1977, cuando la mayoría de los afiliados a
Podemos no había nacido.
Modernidad
y progreso en la propuesta. Ya solo falta que Anguita y los anguitillas
echen también mano de aquella teoría (por llamarla de algún modo) de
"las dos orillas", en una los comunistas y en la otra, la derecha,
cuerpo bicéfalo con una cabeza del PP y otra del PSOE. La necedad de la
teoría se echa de ver en que, en realidad, las "dos orillas", lo que
suscitaba en la cabeza de las audiencias era el efecto contrario: las
dos orillas y en el centro, caudaloso y apacible, como el Don de la
novela, el PSOE. Es difícil ser más negado.
Hubo
un tiempo en que Podemos permitió abrigar la esperanza de constitución
de una izquierda independiente de la socialdemocracia repantingada y el
comunismo momificado. Pero ese tiempo pasó. La pavorosa falta de
capacidad teórica de los anguitillas no daba pie a la elaboración de una
doctrina de este carácter, Así que, por incompetencia teórica y
urgencias por alcanzar el poder al precio que sea, Iglesias se he echado
llorando en brazos de Julio Anguita, su referente intelectual, el
hombre que vive instalado en un huero rencor y un ansia de revancha.
La
campaña electoral de los demás, especialmente de C's y el PSOE
machacará el factor comunista en la oferta de Podemos. Y, antes de caer
en la tentación de acumular otra mentira de estos afirmando que lo de
comunistas es una invención, que miren, bajo qué nombre y autoridad, han
puesto un proyecto democrático, asambleario que quería ganar desde la
base y la renovación.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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