La remontada del precio del petróleo Brent desde los 27
dólares en el mes de enero, hasta un 85 por ciento ( por encima de los
50 dólares ), cota que se había perdido de vista el pasado el pasado mes
de noviembre; mientras la cotización del barril tipo West Texas
se sitúa en la orilla inferior de los 50 dólares, apunta un cambio de
ciclo en el precio del oro negro estribado en el descenso de la
acumulación de los stocks norteamericanos dentro de términos que
duplican las previsiones de los analistas. Éstos convergen en la
modificación de sus cálculos, hasta el punto de prever que el Brent se sitúe establemente en los 65 dólares el barril para un plazo aproximado de 18 meses.
Este consolidado inicio en el curso del primer semestre del año,
entreabre una perspectiva que trasciende y va más allá no sólo del
escenario energético, sino también, posiblemente, del ámbito general de
las materias primas; pero también, de forma acusada en el plano de sus
traducciones políticas, sobre todo en los procesos internos de los
países exportadores de crudo.
Ahí, la panorámica oscila desde el caso de Venezuela, poseedora de
las mayores reservas del mundo en su cuenca del Orinoco, al de la
República Islámica de Irán y su acuciante necesidad de recuperar en lo
posible el tiempo perdido por las sanciones internacionales que le
fueron impuestas hasta que desactivó su programa de enriquecimiento de
uranio para acceder a la fabricación de armas nucleares.
La problemática actual de la riqueza incluye también al propio Reino
de Arabia Saudí, al que el desplome de sus fabulosos ingresos como
primera potencia exportadora, además de obligarle a rediseñar su
estructura de gastos le constriñe en su programa de inversiones.
Especialmente en el orden de las infraestructuras y en el de los plazos
de ejecución de las obras y de los pagos correspondientes a las mismas;
como es el caso del enlace ferroviario con el AVE de la Meca.
El entrevisto cambio de ciclo en el medio plazo para la economía del
petróleo habría de tener también consecuencias salvíficas para economías
como la de la Federación Rusa, atascada ahora en su estabilidad y su
progreso por la depreciación del precio del petróleo hasta los mínimos
del pasado enero, además de encontrarse resentida por las sanciones
internacionales con las que ha tenido que pechar por la anexión de
Crimea y toda la restante injerencia en la soberanía nacional de
Ucrania.
Al mundo de las tensiones internacionales creadas también en torno al
petróleo corresponden asimismo los problemas de soberanía marítima en
el Sur del Mar de la China creadas con el despliegue talasocrático de
Pekín en el espacio marítimo del Pacífico Suroccidental dónde se
incardinan Filipinas, Brunei, Malasia, Taiwan y Vietnam. Junto a la
problemática del petróleo en términos de precios está también la que
deriva de la pretensión concurrente por el acceso de los Estados a los
yacimientos que se encuentran en los fondos submarinos situados en las
aguas pertenecientes a las respectivas soberanías.
(*) Periodista
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