Tras dos legislaturas completas
transcurridas en la crisis, empieza a hacérsenos evidente la magnitud
del cambio social que se está produciendo. Con la población más joven
abocada a la emigración o a una tasa de desempleo delirante y sectores
enteros de parados de larga duración abandonando la búsqueda activa de
trabajo, las exiguas redes de seguridad públicas y privadas se van
agotando inexorablemente y la amenaza de exclusión social se extiende
hasta casi la mitad de la población en algunas zonas (la Región a la
cabeza), y nadie se atreve ni a preguntar cuándo empezaremos a recuperar
algo de todo lo arrebatado en nombre del austericidio, derechos,
servicios, bienestar social y futuro que empezamos a dar por perdidos en
el naufragio.
Llama la atención cómo unos y otros gestores de la
rapiña han conseguido imponer la idea de que no hay más salida de la
crisis que la que pasa por la desigualdad rampante y la pauperización de
la gente trabajadora (o que trata de trabajar). La forma en que
compiten ahora contra un recién llegado (Ciudadanos) con un discurso
calcado en el fondo. El estrechamiento deliberado del marco del debate,
que entre espectáculos circenses para candidatos en grado ascendiente de
bochorno sacan fuera de la centralidad del discurso toda propuesta
mínimamente agitadora.
Llama la atención no haber conseguido hacer
llegar a esa final, donde tres empleados del IBEX compiten entre sí con
entre el 20% y el 25% del voto, una respuesta organizada a la ofensiva
general que venimos sufriendo desde 2007.
Por el camino hemos
descubierto algunas cosas, sin embargo, y otras estamos a punto de
aprenderlas con dolor.
Que la esperanza puede venir del lado del
partido-movimiento, con un pie en la institución y noventa y nueve en la
calle, que no es una cosa ni otra sino algo superior a ambas, con su
propia lógica y su propio lenguaje.
Que los laboratorios están en los
nuevos Ayuntamientos rebeldes, y haremos bien en aplicarnos sus
descubrimientos.
Que mucho se sembró en el 15M y que la gente que se
sentó en esas plazas no puede ser devuelta a su casa, a votar cada
cuatro años. Hagámoslo el 20D, sin miedo ni esperanza, porque solo
podemos ganar o aprender. Volvamos el 21, al menos con lo segundo. Y
empecemos de nuevo.
(*) Licenciado en Filología Hispánica, candidato el 20D y activista
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