Tenía que ser un senador por Murcia, lorquino por lo demás, quien nos
proporcionara ayer una de esas oleadas de vergüenza ajena ante las que
uno se creía ya inmunizado. Pero siempre es posible que alguien derrame
un saco más de caspa.
Lo que dijo ayer Peñarrubia en el Senado es, en efecto,
incontestable. ¿Quién podría animarse a intervenir frente a una de esas
exposiciones garbanceras de enterado de pueblo en el bar del casino en
que se esgrime la lógica universal para aplastar las derivas de los
tiempos modernos? Ese hablar como perdonando la vida por tanta
inconsistencia contemporánea sin dejar de recordar que si se desciende a
lo obvio es por una paternalista concesión con los reglamentos. ¿Quién
podría atreverse a intentar matizar siquiera un argumentario tan
virilmente expresado? Y esto sin que la irritación impida que se
trasluzca la chispa del humor con un chiste sobre la tumba de García
Lorca. Ja, ja, ja. Qué ocurrente.
Peñarrubia pedía ayer a gritos un cameo en la próxima secuela de
Torrente, que no obtendrá porque haría sombra al protagonista. Qué
colofón para una carrera política que destaca por un amago de agresión
física a la ministra Cristina Narbona y una comparecencia pública, en
compañía de un popular personaje de la revista El Jueves, para presionar
a los fiscales del Reino.
Merece la pena visionar el vídeo por si alguien hubiera soñado con la
desaparición, ya en el siglo XXI, de la España de charanga y pandereta.
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