De todos los terrenos en los que este
gobierno hace aquello que mejor sabe hacer, esto es, el ridículo, el de
los asuntos exteriores se lleva la palma. Para calibrar la importancia
internacional de España, su peso en Europa y en el mundo y la altura de
su diplomacia echemos unos números. En los siete años de mandato de
Obama, este ha hecho, según mis noticias, 89 viajes al exterior, de
ellos 17 a países europeos. ¿Cuántos a España? Ninguno. Ha estado cinco
veces en Francia, cuatro en Alemania y cuatro en el Reino Unido, dos en
la República Checa, en Rusia, en Italia, el Vaticano, Dinamarca, Bélgica
y Polonia. ¿Y en España? Jamás.
El presidente de los Estados Unidos, el
país más poderoso, no ha venido al nuestro nunca en todo su mandato
porque no pinta nada en el extranjero. Sí lo ha hecho un vez al menos a
Turquía, Noruega, Suecia, Países Bajos y Bélgica y muchos otros países
en todos los continentes porque la de los EEUU es una política imperial.
Pero España no la ha pisado. Lo cual da una idea del peso de la gran nación
en el mundo. También ha estado Obama en Irlanda, Estonia y Portugal.
Pero no en España, a pesar de encontrarse a tiro de piedra de Lisboa.
Como consolación, vino en algún momento su señora a pasar un par de días
en la Costa del Sol y Obama afirma que su intención es visitar nuestro
país antes de tomar las de Villadiego en 2017, cosa que no cree nadie.
En relación con los EEUU la diplomacia española es la de Bienvenido Mr. Marshall.
Nuestros mandatarios, Rajoy y Felipe VI, han ido cada uno de ellos una
vez en visita oficial. De la de Rajoy es mejor no hablar por sentido del
ridículo y de la del Rey será mejor no hacerlo por caridad cristiana.
Palinuro concluía su post de ayer, Perfilando el voto, con la afirmación de que el monarca va a los Estados Unidos a recibir órdenes, y en ello está este buen señor.
El País, como si fuera El berrido de Villar del Río,
trae la noticia en portada a cuatro columnas con la cita que más le
interesa literalmente hozando en el mundo de Ubú Rey: "Obama defiende
ante el Rey una España fuerte y unida'". Como fórmula gramatical no
puede ser más inepta. No es ante el Monarca ante quien debe Obama
defender ese deseo que es fervoroso anhelo del Borbón, sino ante el
díscolo Artur Mas. Pero como resultado de las gestiones de la diplomacia
española, la fórmula es de verdadera risa. Es imposible que el deseo
formulado por Obama, como los que el ministerio de Exteriores arrancó
con fórceps hace unos días a Merkel y Cameron, sea más escueto y
reticente por cuanto España puede ser fuerte y estar unida con o sin
Cataluña. La conclusión de que esa fórmula va dirigida contra el
independentismo catalán pertenece a la mentalidad delirante del director
del periódico, ese demócrata que no deja que la redacción pueda votar
sobre su gestión. Lógico, pues, que si no permite votar a los
trabajadores de su empresa, menos se lo admitirá a los catalanes.
¿Merece
la pena intrigar frenéticamente en las cancillerías para conseguir
declaraciones tan sosas, pobres y a regañadientes cuando el precio que
se paga es la internacionalización del conflicto? ¿No es la
internacionalización de este un objetivo del independentismo catalán?
¿No es ridículo que también lo haga el gobierno central? Ir por los
países extrajeros mendigando pronunciamientos de sus mandatarios en
contra de ese independentismo es absurdo, miserable y humillante. ¿No ve
la diplomacia española que estas fórmulas de cortesía apenas disimulan
la convicción de los países extranjeros de que la cuestión catalana es
un asunto interno de los españoles? ¿No ve que eso atenta
contra la dignidad y soberanía de España que dice salvaguardar ante
todo, aunque es evidente que no se le alcanza lo que son?
Es obvio que no, y por eso el berrido de Villar del Río lo trae en portada, cosa que, aunque su director no lo crea, no impresiona a nadie salvo, quizá, a él. Marca España.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UCAM
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