El Presidente del Gobierno que ha felicitado a través de su cuenta de
twitter, a Xavier García Albiol por haber sido nombrado candidato del
PP a las elecciones autonómicas catalanas del próximo 27 de septiembre,
como si él no hubiese tenido nada que ver con el polémico nombramiento
(García Abiol ha revelado que quien le comunicó la noticia fue su
antecesora en la candidatura, Alicia Sánchez Camacho) ha querido
trasladarse este miércoles a Cataluña, concretamente a Castedefell, para
“apoyar su candidatura”.
Una candidatura, decidida personalmente por el Presidente del
Gobierno, aunque se ha querido dar la sensación de que han sido los
órganos de dirección del partido en Cataluña, los que han escogido a
Abiol y los que han prescindido de Alicia Sánchez Camacho por las malas
perspectivas electorales que arrojaban las encuestas. Sánchez Camacho,
interesada en presentar su salida como una decisión propia, todavía
insiste en que ha sido ella la que ha pedido el relevo. Su relevo se ha
debatido recientemente en Génova, a la vista de los sondeos, y en él ha
intervenido la secretaria general del partido Dolores de Cospedal y el
máximo responsable de la campaña electoral Jorge Moragas.
De todas formas, sorprende que el Presidente del Gobierno, que es el
que ha tenido paralizada la designación cuando quedan menos de dos meses
para las elecciones (hizo lo mismo en las europeas con la candidatura
de Miguel Arias Cañete y en las Autonómicas de Madrid con Cristina
Cifuentes) esté actuando, a pesar de su apoyo, en el acto de
Castedefell, con tanto distanciamiento, como queriendo dar a entender
que él no ha tenido nada que ver con la elección. Una elección que ha
sido recibida por los medios de comunicación con todo tipo de críticas,
interpretando que se trata de un giro a la derecha, en un intento de
recuperar un voto perdido, frenando al mismo tiempo a Ciudadanos que se
dibuja en las encuestas como la segunda fuerza política, muy por delante
del PSC, del PP e, incluso, de la plataforma que inspira Podemos.
La jugada que ha hecho Mariano Rajoy, aunque quiera distanciarse
ahora de ella, es apostar por un candidato con un discurso duro,
españolista, agresivo, y tan claro, que ha recibido todo tipo de
epítetos y calificativos, desde “extremista asociado con Marine Le Pen”,
hasta “sheriff tentado por el lepenismo”, pasando por personaje dotado
para el “linchamiento verbal del inmigrante”, para desarrollar una
“política de puerta de discoteca” o política de xenofobia. No es que
Albiol represente esa extrema derecha radical que se ha instalado en
Francia y otros países, pero es verdad que, autorizado por su partido,
ha utilizado ese lenguaje que se ha interpretado como muy cercano a esa
xenofobia por la que, en alguna ocasión, ha sido llevado a los
Tribunales.
Si el objetivo principal del nombramiento es frenar el voto popular
que está yendo hacia Ciudadanos, que es el partido que realmente ha
defendido el discurso nacional en Cataluña, no parece que Abiol sea el
candidato más adecuado para ese tipo de batalla. Si bien en un intento
de justificar el nombramiento se aporta el dato de que, según una
encuesta de NC Report, el 37% del voto del PP se ha ido a Ciudadanos.
Para que el PP pueda recuperar los votantes de las autonómicas de 2012
debería reconquistar a 176.000 electores que se han pasado al partido de
Rivera y otros 57.000 que están instalados en la abstención. Es decir,
que de los votantes de 2012, el 37,3% manifiesta que votará a Ciudadanos
y el 12,1%, se sitúa en la abstención.
Las encuestas vienen señalando
que de los 19 parlamentarios que consiguieron los populares en 2012 se
quedarían con ocho o nueve, como máximo.
Parece, por el contrario, que si Albiol no controla su discurso y se
convence de que ha sido elegido porque no había otro candidato conocido,
va a acentuar y agrandar la victoria de Albert Rivera en ese proyecto
que ha anunciado el político de Cs, de buscar una nueva mayoría que
puede investir como Presidente o Presidenta a alguien que defienda la
convivencia y encabece un gobierno cuya principal función deberá ser
restablecer los puentes rotos entre los propios catalanes y los lazos
con el resto de los españoles.
Una radicalización del discurso que será recibido con alegría por
sectores situados a la derecha sacaría a muchos de esa lejanía del PP o
de la abstención, pero terminará beneficiando a Ciudadanos.
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