Llevan demasiado tiempo bailando sobre el filo de la navaja y no
saben hacer otra cosa. Empezaron con la moción de censura, siguieron con
la investidura y cuando avanzaban ufanos hacia los Presupuestos de 2020
en pos de una legislatura completa una amenaza gigantesca, de muerte,
ruina y desolación, se interpuso en su camino.
Pero Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, desde su soberbia y en medio de
una intensa niebla, mantuvieron firme el timón y la velocidad de crucero
a bordo de éste Titanic que se llama España y que navega con rumbo
directo hacia el gigantesco y medio sumergido iceberg.
Ambos siguen en el puente de mando impasibles sin imaginar -ni parece
importarles- lo que se nos viene encima a los españoles. Y actúan con
una ambición ciega e irresponsabilidad infinita, como si ya estuviéramos
en eso que parece tan difícil de recuperar y se llama la ‘normalidad’.
Y para amenizar a los ciudadanos del pasaje ambos, Sánchez e
Iglesias, hacen trampas, chapuzas, mienten a todo el mundo, como si esto
fuera una ‘gripe aviar’ pasajera, o una recesión temporal de la
economía como lo fue la de 2008, lo que no es verdad.
Más cierto que los españoles ya estamos cerca de los 40.000 muertos
por causa de la epidemia que de los 25.000 que reconoce el Gobierno. Y
más cerca del millón de enfermos contagiados por el virus que de los
200.000 que se anuncian en La Moncloa. Y puede que, a final de año, con
cerca de un millón de empresas destruidas, el déficit y una deuda
superiores al que proyecta el Gobierno y el empleo hundido y puede que
superior al 20 %.
Además, el Gobierno confía demasiado en el maná que les llegará del
cielo estrellado de la UE. El que no será ni tan abundante ni sin
condiciones como ellos esperan. Y tendrán serias dificultades en lograr
inversión internacional mientras Podemos esté en el Gobierno y Sánchez
carezca de estabilidad parlamentaria y dependa de los partidos
soberanistas de PNV, ERC y Bildu para aprobar el quinto ‘estado de
alarma’ -si el PP se retira del cortejo-, los Presupuestos de 2020 y
para permanecer en el poder toda la legislatura.
Y ojalá que España no sufra un rebrote de la epidemia porque eso
echaría por tierra el castillo de naipes que se está construyendo en La
Moncloa a base de ganar tiempo a cualquier precio. Y ello supondría que
se acorta el tiempo y la distancia de la colisión del Titanic español
con el iceberg.
La que aumentaría hasta cotas insoportables los daños que sufriría
este país, que ya ha sufrido bastante con el arranque de la epidemia
venida de fuera y con la pésima gestión sanitaria y económica de este
drama que puede ir a más sí en las próximas semanas no asistimos a un
golpe de timón que cambie el rumbo de colisión y que incorpore al puente
de mando de la nave española a un nuevo Gobierno de ‘unidad nacional’ y
capacitado para controlar la tormenta y buscar un puerto seguro donde
atracar.
(*) Periodista
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