Siempre he tenido la sensación (desde que
tengo uso de razón, o medio uso), de que este planeta es un laboratorio a
gran escala, y nosotros somos cobayas de quién sabe quién o qué (me
planteo seriamente si la vida surgió por mera casualidad o todo es parte
de un plan desconocido por nosotros, un plan que comenzó hace millones
de años y que se retrotrae a los orígenes de la vida o, incluso, de la
propia existencia).
Yo no soy virólogo, ni inmunólogo ni médico, pero
uno de mis grandes defectos es pensar, y mucho, lo que me lleva a
conclusiones desagradables sobre el origen de los acontecimientos.
Cualquiera que sea medianamente
inteligente sabe que el gobierno no es el pelele de Pedro Sánchez, ni el
trepa de Pablo Iglesias ni la advenediza de su novia, que lanza
diatribas contra los hombres desde su mente simplona, pero si está donde
está es gracias a uno.
Aparte de que los que estén en el gobierno
visible sean unos mediocres de una inteligencia muy limitada, el
verdadero gobierno se halla a la sombra, no se deja ver pero sí sentir.
Sánchez no ha tenido nada que ver con la cuarentena, y resulta muy
sospechoso que hace unos días estuvieran llamando a la población a la
manifestación del 8M (otra manifestación orquestada por los grandes
poderes fácticos para dividir a la población, entre otros fines
perversos), y que una semana después declarasen el estado de alarma.
Alguien podría decir: “¡qué inútiles son!” “¡irresponsables!”, y tendría
razón, pero no por eso. Yo creo que esto del coronavirus estaba ya
planeado desde hace tiempo, necesitaban llevar a cabo un experimento
para estudiar el efecto de la cuarentena en la población, en el clima,
arruinar algunos países (ya de paso) y dejar un virus latente en la
sociedad que, año tras año, vaya, como la gripe, matando a la población
más vulnerable —para ahorrarse bocas que alimentar y pensiones que
pagar—, y otros fines innumerables.
Nada funciona mejor para manejar a la
población que el miedo, y la verdad es que les ha funcionado de perlas.
No niego que exista el coronavirus, lo que sí me pregunto es de dónde
salen esas cifras de muertos e infectados, y si los muertos son
realmente por coronavirus.
Mi mente retorcida me lleva a pensar que
ellos, a través de los medios de información, mandan cifras exageradas
para inspirar más temor y así convencer a la gente crédula de que hay
que dar las gracias por vivir en un estado de alarma donde no puedes
salir a la calle, mientras que el gobierno te pone panfletos por la
calle y en comercios donde asegura que, para disfrutar de una buena
salud, hay que luchar contra el sedentarismo.
¿Qué hacen los gobiernos
antes de lanzar una guerra? Lo primero de todo es ganar la guerra de la
información, hacer creer al “pueblo” que es una guerra necesaria, y
después de eso, vienen las bombas.
Muchos médicos dicen que el sistema
inmunológico se activa o se deprime según las emociones, lo que
evidencia que el miedo o pánico de los medios es más mortal que
cualquier virus. Una persona sin miedo mortal por su vida tiene un
sistema inmunológico mucho más fuerte que quien vive obsesionado con
contagiarse de un virus letal (que no es letal para la mayoría).
Algunos
personajes que aparecen en la tele y en las redes sociales, muchos de
ellos con mucho poder mediático (y maniático), matan a la gente antes de
miedo que de coronavirus. Lo mejor que hacer en estos casos es no
prestar atención alguna a lo que digan. ¡Apaga la tele y enciende tu
mente! Sólo quieren destruirnos desde casa, hacer que le tengamos miedo
al vecino o a cualquiera que nos encontremos por la calle. Sin duda,
podría decirse que vivimos en la dictadura del miedo ahora mismo.
Donald Trump, que si continúa de
presidente es porque acata las órdenes de los grandes poderes mundiales,
a veces trata de ir por su cuenta y, a su manera, revelar lo que otros
no revelan. Al desatarse la crisis del coronavirus, dijo que en abril se
habrá acabado, que él tiene un buen presentimiento, que suele acertar
muchísimo y que lo que necesita el pueblo (americano) son respuestas y
esperanzas, no sensacionalismo —esto se lo dijo a un periodista que le
hablaba de la catástrofe del virus—.
¿Qué sabe Donald Trump que nosotros
no? ¿Se cumplirán sus proféticas palabras? Si es así, eso dejará bien
claro que ya estaba planeado de antemano, aunque, si sus palabras no se
cumplen, no dejará de oler a chamusquina, al menos para mí. Yo no me
creo nada de lo que dicen en los medios. Si tengo que contraer
coronavirus para darme cuenta, que así sea, pero igualmente seguiré
pensando lo mismo: esto es un experimento. El coronavirus ha sido
“lanzado” voluntariamente y las cifras, a su vez, manipuladas. ¿El fin
último del experimento cuál es? No lo sé, pero siempre me pongo en lo
peor (lo peor para los seres humanos, porque hay más especies en el
planeta que se alegrarían de nuestra muerte).
Como todo mal tiene un bien, los montes
han de estar muy agradecidos; nadie va a molestar a la naturaleza,
ningún anzuelo se clava en la garganta de ningún pez por deporte, ningún
animal que corretea o vuela por los montes teme el funesto plomo ni las
redes, ninguna culebra será atropellada ni los insectos cruzarán con
miedo los caminos, los humanos abandonaron las calles y los campos, se
hallan recluidos por su propio temor; pero no están del todo vacías, los
patos y los pavos reales (esto es real) se pasean libremente por donde
hace unos días circulaban los coches, y pronto vendrán los animales
exiliados y deambularán por las ciudades como si fueran suyas, pues, en
realidad, lo son.
Cuando el ser humano desaparece, la Tierra
recupera lo que es suyo —¿si el ser humano va contra la Tierra, podría
deducirse de ello que el ser humano es una especie alienígena, un cáncer
alienígena? Y si somos un cáncer ¿tiene el cáncer la culpa de ser un
cáncer?—. Lo único que me apena son las palomas, que lo van a tener
complicado para comer, ya que ellas vivían de nosotros, pero siempre hay
corazones bondadosos que, a pesar de este desierto impuesto en las
calles, se las arreglan para alimentarlas.
Por último, diré que tengo el
presentimiento de estar quedándome muy corto en mi análisis, y que hay
muchísimo más de lo que no podemos ver, pero con este artículo sólo
pretendo una cosa, que se intente ver lo que hay detrás de este telón
que nos han echado encima.
(*) Historiador y escritor murciano
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