Los grandes organismos económicos internacionales han puesto manos a
la obra y acaban de someter a revisión todas sus previsiones económicas
obligados por el recrudecimiento de la epidemia del virus originario de
China.
La ocasión ha requerido un pronunciamiento poco habitual, un
comunicado conjunto entre el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el
Banco Mundial. La Organización Mundial del Comercio (OMC) ha entrado
también en liza. Y la OCDE ha aprovechado para someter a revisión sus
previsiones económicas del pasado noviembre.
Hay varios denominadores comunes en el abanico de valoraciones. El
momento es delicado, el coronavirus lo impregna todo, el impacto es
negativo y se está extendiendo quizás con mayor rapidez de la esperada,
la intensidad de la epidemia aumenta cada día, los efectos económicos
son a estas alturas difíciles de prever pero serán negativos, la
duración del impacto es completamente imprevisible y habrá que darse por
satisfechos si la epidemia empieza a estar controlada en el curso de
los dos o tres próximos meses.
Es decir, una primera mitad del año 2020
que se puede dar por perdida en el ámbito económico, con la mayoría de
los indicadores económicos a la baja en los ámbitos global y regional,
en estos últimos con intensidad variable.
La previsión que maneja la OCDE ha reducido su anterior cifra del
2,9% para el año en curso, estimación lanzada en noviembre pasado, hasta
reducirla al 2,4% para la economía mundial. Es ciertamente un recorte
importante que en el caso de China implica dejar en el 4,9% la previsión
anterior, que se situaba en el 5,7%.
A cambio y como pequeño consuelo,
la economía mundial podría alcanzar un aumento del PIB global del 3,3%
en el año 2021, pronóstico que mejora el 3,0% que se manejaba con
anterioridad. Es una forma de asegurar que el impacto económico negativo
de la epidemia dará paso a una reacción positiva en los meses
siguientes que podría explicar esa ligera aceleración del ritmo
económico en adelante.
La incertidumbre sobre lo que puede ocurrir con la actividad
económica en los meses venideros dependerá del tiempo que dure la
epidemia y el tiempo que tarde en resultar razonablemente controlada. Si
el tiempo de falta de control se dilata, la caída de la actividad
económica podría situarse en niveles del 1,5%.
Las previsiones, en su
peor escenario, empiezan a acercarse bastante a la recesión económica
que estalló en el año 2008. Esa es la principal incógnita que ahora
mismo barajan los analistas. Comparar el curso actual de los
acontecimientos con los momentos más complicados del año 2008 es el
principal desafío al que se enfrentan los pronósticos de diversa
procedencia.
En lo que nos afecta más directamente, en Europa la tasa de
crecimiento del PIB, que ya venía mostrando claras señales de debilidad,
se ha visto recortada hasta el 0,8%, unas tres décimas menos que lo
esperado hace unos pocos mneses aunque, a condición de que la situación
pase a estar controlada a la vuelta del verano, las previsiones para el
año 2021 se reconstruirían de forma apreciable, hasta recuperar el 1,2%
de crecimiento, en línea con lo que se preveía hace unos meses.
Con esta rebaja generalizada, y pendientes de la duración de la
epidemia, lo que nos espera para los próximos meses es claramente menos
favorable de lo que ha venido resultando en el curso de los dos o tres
últimos años para España, lo que implica una merma en el ritmo de
creación de empleo. Entre un escenario menos favorable y otro realmente
crítico, la diferencia está en el tiempo durante el cual la epidemia se
mantenga fuera de control. Esa será la difícilmente previsible evolución
a la que ahora mismo se enfrenta la economía.
(*) Periodista y economista
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