Con la reelección de Miquel Iceta como primer secretario del PSC
por 1.069 votos a favor y ninguno en contra, el líder de los
socialistas catalanes consigue algo de lo que no está sobrada la vida
política actualmente ―una unanimidad absoluta― y desvanece cualquier
interés por hablar de dos almas en el seno del socialismo catalán. El PSC es,
seguramente, más PSOE que nunca y tampoco lo disimula.
En el ínterin en
que se ha desprendido de banderas importantes del catalanismo que antes
defendía, Iceta ha armado una organización sin voces discrepantes
y ha ido sin pudor ninguno a arrebatar los votos de Ciudadanos y de PP y
a convencer al electorado españolista de que, fulminada la carrera
política de Albert Rivera, desplazada Inés Arrimadas a Madrid, sin
opción alguna el PP y con todo el trabajo por hacer Manuel Valls, ahora
él es la única apuesta ganadora.
Iceta difícilmente ganará las próximas elecciones catalanas
y mucho más difícil aún es que sea president de la Generalitat. Aunque
el independentismo puede padecer en los próximos comicios castigos
múltiples por la ineficaz acción política del Govern y sobre todo por la
parálisis de la presidencia, aún el independentismo tiene triunfos muy
valiosos para que esto no llegue a suceder.
Desde un partido muy
cohesionado como es Esquerra Republicana alrededor de su indiscutible
líder, Oriol Junqueras, y con un delfín sólido como Pere Aragonès; hasta
un líder carismático como el president Carles Puigdemont, con un
espacio político, esta vez sí, en construcción definitiva alrededor de
las siglas de Junts per Catalunya y de un candidato aún por designar.
Sin olvidar la CUP, que mira de organizarse de maneras diferentes para
tener más activos electorales en los próximos comicios catalanes.
La reelección del incombustible Iceta ―junto con la de Salvador Illa,
el emergente arquitecto de los acuerdos políticos― coincide con la
negociación para la investidura de Pedro Sánchez y con
un momento pasajero y periódico de malas relaciones del líder del PSC
con algunos barones territoriales del PSOE.
Es una situación que se
produce a menudo y que utiliza convenientemente el inquilino de la
Moncloa para poner en valor todo lo que está haciendo y las dificultades
de su negociación. Es un truco habitual que arrastra de la época de
Felipe González y que en más de una ocasión ha conseguido engatusar al
catalanismo y no así al nacionalismo vasco, que ha ido mucho más a la
suya y ha tenido la agenda vasca como único objetivo
político, desentendiéndose totalmente de la agenda española.
Esquerra, que juega la baza de la investidura con voluntad de
acuerdo, está viviendo ya algunos de estos episodios. Y es que los
socialistas tienen mucha mili, saben cómo fagocitar las
responsabilidades y levantar señuelos falsos y por eso siempre tienen
ventaja en una negociación.
(*) Periodista y director de El Nacional
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