A la voz “fatal” el diccionario atribuye múltiples significados poco
coincidentes, pero casi todos van bien para describir la situación
política actual. La primera acepción es “inevitable”: e inevitable es lo
que tiene que ocurrir a lo largo de los próximos diez días, los que van
a transcurrir hasta concluir el plazo de investidura que, si llega sin
acuerdo, provocará inevitablemente elecciones generales, cuartas en
cuatro años.
La segunda y tercera acepción rezan: “desgraciado, infeliz, malo”; y
no me parece que haya que aportar muchos argumentos para justificar
todos esos calificativos a la situación política española actual,
caracterizada por la incapacidad para gobernar.
La cuarta dice: “perteneciente al hado” (al azar del destino), que
también sirve para explicar la situación. ¿Qué ocurrirá? Nadie lo sabe,
ni los protagonistas de la obra, que a la fecha ignoran el desenlace;
mientras se disponen para cualquiera de las alternativas posibles.
La quinta: “dicho de un plazo o de un término que es improrrogable” Y
parece obvio que la política española y europea están sometidas a
plazos improrrogables. El de la XIII legislatura española, el del Brexit
británico y la suerte de Boris Johnson; y el de la nueva Comisión
Europea que afrontará a partir del 1 de noviembre los retos pendientes
en la Unión Europea. Una Comision que viene con buenas vibraciones.
Y hay una sexta que puede ser la más ajustada a los hechos actuales:
“rematadamente mal… lo hiciste fatal” Y me parece que caben pocas dudas
sobre lo rematadamente mal que van las cosas del gobierno español desde
hace varios años, de las que son responsables, por unas u otras razones,
casi todos los líderes (presuntos) que forman parte del actual arco
parlamentario. Todos, o casi todos, mal… pero ninguno dimite.
Así que la política está instalada en la “fatalidad”, y también en la
incertidumbre o la probabilidad de que puede ocurrir algo o lo
contrario. Hace un mes Salvini contaba votos y le salía que ahora
estaría metido en elecciones para encabezar un gobierno italiano muy de
derechas y muy populista; pero no va a ocurrir a corto plazo.
Boris
esperaba ajustar cuentas a los europeos para un divorcio a las malas,
pero los vientos han cambiado en pocos días y ahora sufre el riesgo de
pasar a la historia como un primer ministro más catastrófico que
Cameron, que ya es decir.
Respecto a lo nuestro que más incertidumbres
que las que rodean al gobierno provisional o los avatares de las
distintas familias independentistas catalanas que afrontan la Diada con
la voluntad de hacerse el menor (o mayor) daño posible.
Si los filósofos concluían: “solo sé que no sé nada” o “que antes
dudaba y ahora no estoy nada seguro” eso mismo se puede proponer para
la agenda política nacional de estos días. Vamos a escuchar muchos
comentarios, declaraciones, hipótesis verosímiles… pero poco seguro;
todo fatal, en todos los sentidos que el diccionario atribuye a esa
palabra.
(*) Periodista y politólogo
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