Los dirigentes del PSOE
vienen presumiendo de sus 140 años de historia, así como de haber sido
el partido que ha ocupado más años el Gobierno de la nación en
democracia. Presumen, por tanto, de experiencia y de que saben manejar
adecuadamente los asuntos de Estado, a diferencia de lo que le ocurre a
la mayor parte de los demás partidos y singularmente a Unidas Podemos,
que carece de cualquier experiencia de gestión.
No se
entiende que, siendo así, no se hayan dedicado a cerrar la investidura
de Pedro Sánchez, si no inmediatamente después del 28A, sí
inmediatamente después del 26M. Prolongar la situación de Gobierno en
funciones no tenía ninguna ventaja y sí muchos inconvenientes.
Especialmente cuando veníamos de una ausencia de Gobierno en sentido
estricto desde finales de 2015 y tras una legislatura con mayoría
absoluta del PP, que impuso la interpretación más reaccionaria de la
Constitución desde su entrada en vigor.
En buena lógica, el candidato a presidente del Gobierno
socialista debería haber tenido prisa en dejar de ser un presidente en
funciones, para pasar a ser un presidente investido como tal por el
Congreso de los Diputados. Habría podido empezar a poner en práctica su
programa de gobierno, que, además de corregir algunas de las decisiones
más lesivas del Gobierno con mayoría absoluta de Mariano Rajoy, hiciera
frente a los problemas más urgentes que tiene planteados la sociedad
española.
En buena lógica, debería haber iniciado
inmediatamente la negociación con los partidos que podían asegurarle la
investidura, bien en primera votación con mayoría absoluta, bien en
segunda con mayoría relativa. Tanto en un caso como en otro, al no
existir en el Congreso de los Diputados con su composición actual "una
mayoría de censura", podría desarrollar su programa de gobierno sin
especial incertidumbre.
Su estrategia, por el
contrario, ha sido la contraria. Dejó pasar el tiempo y acudió a la
primera investidura sin haber negociado con ningún grupo parlamentario,
excepto con el partido regionalista de Cantabria, y está dejando pasar
el tiempo sin haber dejado claro siquiera si va a ser candidato a una
segunda investidura.
Como no podía ser de otra
manera, la situación política no ha hecho más que deteriorarse. El
presidente del Gobierno en funciones ha necesitado que Unidas Podemos le
ayudara a esquivar una comparecencia en agosto en la Diputación
Permanente por la gestión del Open Arms y a retrasar al mes de
septiembre la comparecencia para informar de la última cumbre de la
Unión Europea.
Las Comunidades Autónomas presididas por el PP están
poniendo en marcha una suerte de rebelión por la financiación autonómica
paralizada por la no investidura con solicitud de convocatoria del
Consejo de Política Fiscal y Financiera, a la que el Gobierno va a tener
dificultades para oponerse sin sufrir un desgaste por ello. La
Generalitat ha interpuesto un recurso contencioso-administrativo por el
mismo motivo. El desgaste de los Gobiernos socialistas de las
Comunidades Autónomas que presiden por falta de financiación tampoco
puede dejar de ser tomado en consideración.
Todavía no
sabemos si habrá investidura en septiembre o no. Pero lo que sí es
seguro es que, si la hay y en el supuesto de que salga adelante, Pedro
Sánchez llegará a la presidencia del Gobierno con una situación más
deteriorada que aquella en la que hubiera llegado hace unos meses. Y si
no la hay y se tienen que repetir las elecciones, estas se celebrarán en
unas circunstancias muy difíciles tanto por razones internas como
externas, que el lector no creo que necesite que sean enumeradas.
Y
sin que, además, sea probable que, tras las elecciones, la investidura
del presidente del Gobierno sea más fácil con el nuevo Congreso de los
Diputados que con el que ahora mismo tenemos. Se está jugando con fuego
en un sistema político en condiciones políticas meteorológicamente
extremas. El pedrisco que ha caído en Arganda y otros municipios del
centro y del este de la Península esta semana puede ser una broma
comparado con el que puede caer el 10 de noviembre.
(*) Catedrático de Derecho Constitucional
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