Romperles las piernas a Pablo Iglesias y Albert Rivera entre julio y septiembre. Si no conceden la abstención, elecciones el 10 de noviembre. Esta es, en apariencia, la estrategia.
Círculos socialistas sostienen que una plataforma de “izquierda amable” liderada por Íñigo Errejón, con el imprescindible apoyo de Manuela Carmena,
podría abrir una brecha en Unidas Podemos con sólo presentarse en las
provincias más pobladas.
Diez o doce listas bastarían para desbaratar
los 42 diputados obtenidos por Iglesias el 28 de abril, en buena medida
gracias a su éxito en los debates electorales, como ha acreditado el
barómetro postelectoral del CIS. (Debería ser una fina operación de
ingeniería electoral, ya que una tercera lista de izquierdas en las
provincias más pequeñas podría llegar a perjudicar al PSOE).
El giro táctico de Pedro Sánchez esta semana pivota
básicamente sobre la hipótesis Errejón, que se deja querer mientras
acentúa su perfil dialogante en el embrollo de la Comunidad de Madrid.
La narración está construida desde hace tiempo. El duro y el dúctil. El
antipático y el pactista. El marxista y el libertario. El que no duda en
enfrentarse a los medios y el que tiende a ser mimado por los medios.
La corta historia de Podemos se ha empedrado así, hasta que los dos
antiguos amigos han acabado convertidos en Ben-Hur y Messala en el Circo
Televisivo Máximo. Uno de los dos acabará destrozando al otro.
Vistiendo la túnica de emperador en funciones, Sánchez puede propiciar
en septiembre el inicio de la carrera. A su lado, Iván Redondo toca la lira.
En la guerra de nervios de esta semana, el PSOE tiene las
de ganar frente a Podemos. Un destructor frente a una corbeta. En el
Partido Socialista han ocurrido cosas increíbles a lo largo de su
historia. Hace tres años, lo recordamos bien, Sánchez estuvo a punto de
salir volando por una ventana de la calle Ferraz tras negarse a
facilitar la investidura de Mariano Rajoy después de nueve meses
de bloqueo.
Los partidos se curten así. Sobreviven los mejor
financiados (tipo PP) y los que se adaptan mejor a la gente que desean
representar. El PSOE ha vuelto y Podemos se enfrenta a su primer
declive.
Por ello, Iglesias quiere entrar en el Gobierno: para iniciar
una segunda fase. Esta semana clave han perdido el control de una
diputada de la asamblea regional riojana, de cuyo voto depende que el
Partido Socialista obtenga la presidencia de esta comunidad por primera
vez en muchos años. Si Iglesias no controla a una diputada de La Rioja
difícilmente podrá controlar el relato de los próximos días.
Fragmentar el espacio de Podemos en dos o tres trozos, y
demediar a Ciudadanos hasta convertirlo en partido bisagra. Reforzar la
posición central del PSOE, consolidando al Partido Popular al frente de
la oposición, previa disminución del tamaño de Vox. Este es el cuento de
la lechera de la repetición electoral.
Un cuento que podría desvanecerse si Pablo Casado y Albert Rivera se
pusiesen de acuerdo este verano para lanzar la candidatura unitaria
España Suma para el Senado y se atreviesen a ir juntos en las provincias
más pequeñas. La derecha quiere elecciones.
Aún falta mucho para que todas estas suposiciones puedan materializarse. Esta semana se combate por el relato.
(*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia
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