Dime que no es verdad esto... Sábado, 15 de junio, día de la
constitución de los ayuntamientos. 10.30 de la mañana. Diego Conesa
envía a Ana Belén Castejón este whatsapp, con un pantallazo de la web de
'La Verdad' en el que se informa de que PSOE, PP y Ciudadanos ultiman
un pacto -finalmente suscrito- para evitar que José López (MC) se
convierta otra vez en alcalde de Cartagena.
El secretario general de los
socialistas hace tiempo en su casa de Alhama para asistir a la
investidura de su compañera Mariola Guevara. Mientras se ajusta la
corbata, sigue en directo, a través de laverdad.es, los plenos más
tempraneros de la jornada. No espera sorpresas.
-Dime que no es verdad
esto... Ana Belén Castejón tardó un siglo en responderle. Lo hizo al día
siguiente, fríamente, con otro whatsapp en el que le decía que debían
hablar. Demasiado tarde. La crisis ya se había desatado y era pasto de
telediarios nacionales. Cartagena y la pequeña población valenciana de
Sueca eran los únicos lugares en los que el PSOE había votado con el PP,
para disgusto de la Ejecutiva federal, que estaba ocupada en los pactos
de gobernabilidad del Estado pero tuvo que tirar de teléfono porque
tampoco daba crédito a lo sucedido en Cartagena.
La segunda ciudad de la
Región (215.000 habitantes, seis agrupaciones socialistas, un
resistente semillero cantonalista) nunca se le dio bien al PSOE, ni
siquiera cuando gobernaba el Ayuntamiento. Juan Martínez Simón, Juan
Luis Martínez y, ahora, Ana Belén Castejón se las han tenido tiesas con
la dirección regional, por una razón u otra.
Fecunda correspondencia telefónica de Conesa con Hervías
Esta
vez, el conflicto se veía venir, en parte por la personalidad
levantisca de Ana Belén Castejón (que, de hecho, había solicitado, sin
éxito, permiso para matrimoniarse con el PP), pero a Conesa le estalló
en la cara. La Ejecutiva regional reaccionó enfurecida al pacto de
Castejón y sus cinco ediles con Noelia Arroyo (PP) -ambas se turnarán en
la alcaldía- y Manuel Padín (Ciudadanos).
El secretario de
Organización, Jordi Arce, abogó en público por la expulsión inmediata de
Castejón y de sus concejales rebeldes. El alcalde de Calasparra, José
Vélez, sin duda el más deslenguado de los halcones que protegen a Diego
Conesa (llamó 'la faraona' a Susana Díaz cuando la andaluza disputaba el
liderazgo a Pedro Sánchez), se echaron en tromba sobre Castejón, y el
propio Conesa, de modales suaves, la llamó «excompañera» en una emisora
de radio.
Otro notable del partido, Emilio Ivars, salió, sin embargo, en
defensa del tripartito recién alumbrado en Cartagena. Era la evidencia
de una fractura interna, toda vez que Ivars pertenece al sector
'tovarista', encabezado por María González Veracruz, que perdió las
primarias ante Diego Conesa en 2017.
Pero de más interés resultó el
debate de ética política que el suceso originó extramuros de la
organización socialista acerca del fin y la justificación de los medios,
pues el pacto de Castejón con PP y Ciudadanos cortaba el paso de la
alcaldía al candidato José López, el populista de «verdades como puños,
y, si hace falta, a la cara».
Aquello se hacía por Cartagena. Todo por
Cartagena, se hartó de explicar la alcaldesa electa. Pero, de otra
parte, la insurrección creaba un precedente que el PSRM-PSOE no podía
tolerar: era un acto claro de desobediencia a la Ejecutiva y, para mayor
escarnio, dejaba en mal lugar la política de pactos en los
ayuntamientos de la Región que el secretario general había trenzado
personalmente con Fran Hervías, el número tres nacional de Ciudadanos.
Las sorprendentes alianzas de Lorca y Fortuna
Está claro que
Hervías vino a por atún y a ver al Duque cuando se dejó ver en la
Asamblea Regional cuatro días antes de constituirse los ayuntamientos y
todos creímos que había viajado a Cartagena para comerse un caldero. No.
Hervías se intercambió el número de teléfono con Diego Conesa y hasta
el mismo sábado de los plenos entabló una fecunda conversación vía
WhatsApp con el líder socialista. Cartagena, lógicamente, era la pieza
más codiciada -y la más delicada- de la partida.
Diego Conesa ofreció a
Ciudadanos darle la alcaldía para que arbitrara la legislatura, con el
beneplácito también del PP, e impedir así que la cogiera José López y de
paso evitar que cayera en manos de Noelia Arroyo. Fue un intento a la
desesperada, que Conesa replicó en Murcia (donde Mario Gómez habría
suplantado a José Ballesta), para exprimir cualquier posibilidad de que
Ciudadanos apoyara a cambio su investidura como presidente de la
Comunidad Autónoma.
A Hervías le pareció bien la propuesta, al menos en
su vertiente municipal, a juzgar por la respuesta que devolvió a Conesa
el jueves, 13: «Garaulet y Valle, OK». Pero luego volvió al punto de
partida: «El PP no apoya». Noelia Arroyo había jugado sus cartas, parece
que mejor que nadie: o pacto de gobierno 'antipopulista' -el que la
hará alcaldesa en 2021-, o todos a la oposición y José López a la
alcaldía.
La Ejecutiva regional manejaba una estrategia muy
distinta a la puesta en marcha 'in extremis' por Castejón. Consistía en
dejar que gobernara José López, en la seguridad de que sus
excentricidades lo harían acreedor en pocos meses de una moción de
censura, que -entonces, sí- el PSOE podría suscribir con PP y C's por el
bien de Cartagena y sin convertir a López en una víctima de pactos que
el ala enrabietada del MC pudiera tachar de contra natura.
La dirección
socialista sostiene, además, que la estabilidad institucional no queda
garantizada en Cartagena con una alianza cuyos firmantes tendrán muy
difícil llevar a la práctica la gobernabilidad diaria del Ayuntamiento.
No era solo la indisciplina que suponía promover el tripartito. Ana
Belén Castejón echó también por tierra los compromisos que Diego Conesa
había guisado con Fran Hervías. De esa olla saltó la sorpresa de Lorca,
donde Ciudadanos votó al candidato socialista para derrotar al PP -la
lista más votada-, y salió también el insólito apoyo de los siete
concejales del PSOE a la única edil de Ciudadanos en Fortuna, para que
esta se hiciera con la vara de mando en un feudo tradicional del PP.
Diego Conesa se tiene por un hombre de palabra, y por un dialogante
incansable, así que lo de Cartagena le hizo sentirse un interlocutor
desleal ante Hervías al tiempo que frágil a los ojos de su Ejecutiva,
que el martes pidió por unanimidad sangre, sin perdón posible para los
rebeldes de Cartagena, en la reunión de Murcia donde se aprobó la
apertura de un expediente que (todos lo saben, también Castejón) se
ralentizará en Madrid y tendrá el desenlace que quiera dársele.
Cuando
Conesa vio que su liderazgo estaba en riesgo, cogió el toro por los
cuernos. Convocó en la Asamblea Regional a los seis concejales
insurrectos de Cartagena, horas antes de que se reuniera la Ejecutiva
regional. «Esto no es un juego de niños», les advirtió. Y, en lugar de
un expediente de expulsión inmediata, que era el desenlace previsto, les
ofreció una salida más magnánima: la suspensión cautelar de militancia.
Les permitió mantener el nombre y la representación del PSOE en el
Ayuntamiento, pero les hizo saber que el partido será dirigido en
Cartagena por la gestora, y que cualquier decisión que deban adoptar
como concejales, por insignificante que sea, deberán consensuarla con la
gestora, antes que con sus socios de gobierno.
Les recordó que él había
sacado en Cartagena, como candidato a la Comunidad Autónoma, 3.500
votos más que los obtenidos por Ana Belén Castejón y, al despedirse,
pidió a esta -mejor dicho, le ordenó- que en 2021, cuando entregue la
alcaldía al PP, devuelva también su acta de concejal al partido y se
vaya a casa. Era el precio del indulto.
No consta que hubiera respuesta de Castejón.
(*) Columnista
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