Los expedientes académicos de dirigentes políticos se han convertido
en oscuro objeto de deseo, con los “master” como armas destrucción
masiva. Se cobraron la pieza de la Presidenta de Madrid, precipitaron la
moción de censura, tienen en ascuas al nuevo presidente del PP y en la
pira a la ministra de Sanidad.
La Universidad Rey Juan Carlos es base de
lanzamiento de misiles por su permisividad a la hora de armar esos
títulos académicos utilizados como fuente de ingresos de algunos
docentes tan audaces como granujas y de estudiantes sobrevenidos que sin
estudiar obtienen títulos para embellecer el currículum.
El origen del mal, del desastre, está en la propia universidad que
propició el abuso del estanco expendedor de títulos como una forma para
completar ingresos de los docentes, y de paso de articular un sistema
de búsqueda de amigos agradecidos.
A continuación vino la ligereza e
imprudencia de políticos tentados por el título fácil cuando su
protagonismo era de menor cuantía. Una década más tarde, reaparece la
historia de ese título fácil como pieza de cargo, ejemplo de posibles
abusos y de tráfico de influencias. Lo que diez años antes era un asunto
menor, una ventajilla, se transforma ahora en un problema político y
moral.
Cristina Cifuentes manejó el asunto con extraordinaria torpeza, y lo
que pudo resolver como un pecado venial de juventud se convirtió en
pecado mortal por engaño, encubrimiento, abuso… Pablo Casado aprendió la
lección y pudo dar explicaciones más o menos razonables que, aunque no
han sido suficientes, no le han tumbado en la lona, por ahora.
Carmen
Montón ha tenido más tiempo y más experiencia para justificar su caso.
Desde hace una semana sabe que se iba a publicar, ha podido preparar la
documentación y los argumentos, además de mantener conversaciones con
redactores y directores de distintos medios para mitigar el efecto. Ya
veremos como acaba la historia.
El origen del mal está en la zona cutre y granuja de la Universidad,
que era conocida y tolerada. Pero la imprudencia de los políticos que se
dejan arrastrar a la titulación fácil (sin esfuerzo) no es menos
culpable. Carmen Montón, ponente en el Congreso en cuestiones de
igualdad y género, dice que fue a la Universidad a aprender. ¿No debía
haber aprendido antes de legislar sobre la materia? Su papel merecía ser
el de profesora más que de alumna.
De manera que lo que mal empieza,
mal acaba y que las malas compañías traen problemas.
Las explicaciones de Carmen Montón pueden parecer razonables o no,
según sean los vientos dominantes y los intereses del momento. Si tumban
a Montón, la posición de Casado se debilita, de manera que al PSOE le
puede interesar intentar cambiar caballo por reina.
También es posible
que a la vista de las destrucciones intenten minimizar daños y pasar
página, aunque solo sea intentarlo, porque los medios no van a dar
tregua si pueden dejar sentir su influencia y las filtraciones por
distintos motivos no van a desaparecer, todo lo contrario, el sistema es
propicio a los ajustes de cuentas. En resumen la política en el lodo
por méritos propios. Una vergüenza.
(*) Periodista y politólogo
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