Ahí los tenemos: Franco de cuerpo
presente y la Constitución de cuerpo ausente. A ver si de una vez se
resuelve esta anomalía hispana de que gobiernen los tiranos, aunque
estén muertos, antes que las leyes. Lo dudo. La oposición a la
exhumación de FF murmura, amenaza, patalea.
Pero Franco se va porque ni
los franquistas más recalcitrantes se atreven a defenderlo. Usan
argumentos esquinados, formales, de protocolo porque no se atreven a
votar en contra de la exhumación. Luego están los que amenazan en las
redes con meter una bala entre ceja y ceja al presidente del gobierno.
Los freakies y los mavericks que abundan en la extrema derecha con escaso y, por ello, justo éxito.
Tener
a Franco en nuevo domicilio antes de los fastos del caudragésimo
aniversario de la Constitución revela el deseo del gobierno de que la
siniestra sombra de aquel no menoscabe el brillo de tan feliz
celebración. Quiere este implementar el grandioso plan recibido en herencia del gobierno anterior de
una temporada de muy solemnes, rigurosos y brillantes eventos, con
participación de academias, museos, teatros, grandes figuras.
Culmina
todo con un congreso sobre la transición española, tema de los temas,
afamada madre de esta ya madura hija de cuarenta años para festejar su
firme voluntad de durar otros cuarenta. Por ello quiere a toda costa
borrar el lamentable fantasma del abuelo con sus batallas, sus crímenes,
sus panderetas y sus latrocinios. Alejarlo cuanto pueda en la oscuridad
del pasado.
Porque
hay que ser positivo, huir de la duda y las tinieblas para emerger en
la luz y la certeza. Ahí está el fulgor de la Constitución, la que nos
ha dado la correspondiente cuarentena de paz y democracia, algo insólito
en España, según llevan meses repitiendo sus partidarios.
A
nadie llama la atención que las instituciones españolas y su más bien
canijo tejido de asociaciones culturales privadas celebren el
cuadragésimo aniversario de un texto que ha estado de hecho suspendido
durante meses mediante el artículo 155 que puede volver a aplicarse en
cualquier momento.
No parecen ver la realidad en la que viven cuando
organizan una especie de jubileo para ensalzar una norma que nadie se
atreve a defender en su integridad y nadie respeta, cuya reforma pide la
mitad del país y un sector minoritario, pero importante, hasta su
derogación pura y simple mediante un proceso constituyente. Menudo eco
en la opinión la efeméride.
Innecesario
mencionar la cuestión de Catalunya que implica una crisis
constitucional inédita y muy profunda. La mayoría de los catalanes
quiere su propio Estado y su propia Constitución. Si este es un triunfo
para celebrar el cuadragésimo aniversario de la española será por
motivos tan incomprensibles a la razón humana como los que han llevado
al gobierno socialista a condecorar a los ineptos/as y mangantes del
gobierno anterior.
La
Constitución de 1978 es tan zombi como FF. Tienen el gobierno y sus
órganos pensantes tanto motivo para darle lustre como los fascistas de
variada estirpe a dárselo a su héroe. Ninguno. Toda la Constitución está
obsesivamente dominada por el mandato de la unidad de España que Franco
agonizante impartió a su sucesor.
Inauguraba una fórmula nueva para
acomodar la singularidad catalana (y vasca y gallega) en un marco
general aceptable para todos que se bautizó como “Estado de las
autonomías” y parecía haber resuelto el tradicional contencioso de los
territorios.
Hasta que la sostenida reivindicación independentista
catalana ha hecho saltar por los aires toda la superchería, consistente
en reputar "cuasi federal" un convivio regido por la castiza norma de café para todos.
La Constitución está tan muerta como FF, su causa originaria, y tan
viva como él en su intento de mantener una quimera nacional española al
precio que sea.
España
no es un Estado de derecho, pues tiene presos políticos sin juicio
acusados de delitos imprecisos por haber luchado por la libertad de su
pueblo. Eso tiene más que ver con prácticas imperiales que con el ideal
democrático del gobierno por consentimiento. ¿O es que el consentimiento
se da por supuesto porque sí, sin necesidad de preguntar a quienes
hayan de otorgarlo?
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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