Sánchez ganó las primarias asegurando
que, con él, el PSOE volvía a la izquierda. Así se probaban dos cosas:
una, que la gente nos tragamos todo lo que nos echen, especialmente si
nos lo echan en ese pesebre de colorines llamado televisión; otra, que
Sánchez, como los del PP, casi siempre que habla, miente.
Eso se debe no
solo a la especial proclividad a mentir del hoy presidente sino
también porque la mentira es la forma habitual de relacionarse en
política. Por eso es tan divertida la escandalizada polémica actual
sobre las fake news, como si hubiera alguna news que no fuera fake.
Hace
unos meses, un presentador de televisión me preguntaba en directo si yo
creía que el independentismo había despertado la fiera de la extrema
derecha, dormida hasta el momento. Le respondí que eso no era cierto
porque la extrema derecha no estaba dormida sino en el gobierno
(entonces el de M. Rajoy), cuyos ministros no eran muy despiertos,
aunque no tan poco que pudiera suponérseles dormidos.
El presentador
pareció escandalizarse y acabo diciendo algo que escucho frecuentemente
del tipo "je je je, hay que ver cómo eres" o "que radical", etc. Luego
supe que la doctrina de la extrema derecha "dormida" y despertada por el
independentismo traía cuño de Podemos, una de sus habituales falacias
rebosantes de hipocresía que llaman "análisis". Como no tienen razones
para ir contra el independentismo catalán, se inventan esta patraña de
que ha despertado a la fiera fascista, como si esta no estuviera
presente a toda horas. Por supuesto, el escandalizado presentador de
inspiración podémica ya ha sido nombrado algo en la TVE controlada hoy
en gran parte por Podemos. Esto funciona así.
No
hay duda. La frecuente pregunta de por qué no existe un partido de
extrema derecha en España como tal se responde con sencillez y
objetividad: porque está en el PP y en C's. La derecha, la derecha de
toda la vida, católica, mojigata, conservadora, centralista y bastante
autoritaria está hoy representada por el PSOE que, al parecer, sigue
creyendo que puede engañar a la gente haciendo pasar por política de
izquierda unos arreglos superestructurales en terrenos de modas,
criterios morales, etc, pero sin tocar los aspectos más esenciales de
los derechos de ciudadanía que siguen tan pisoteados como en tiempos del
PP.
El
compañero y cómplice de esta obra de mixtificación del PSOE es Podemos,
el partido neocomunista de raíz anguitista que se presentó camuflado de
albacea del 15M y cuyo único objetivo real era el sorpasso a la
traidora socialdemocracia.
Hoy es su principal aliado y siervo como se
nota porque, así como los socialistas han callado respecto a la
sentencia del tribunal de Schleswig-Holstein, con la que no están de
acuerdo, dejando solamente que Sánchez diga la habitual sinsorgada vacía
de que "lo importante es que los indepes serán juzgados en España", los
de Podemos se han cerrado en un mutismo absoluto, con lo parlanchines
que son, sin decir oxte ni moxte sobre los disparates de Llarena.
Prueba
de que su supeditación al partido al que iban a sorpassar es ya
absoluta y absoluta su entrega al nacionalismo español. Por eso aportan
la falacia de que es el independentismo el que despierta el fascismo;
para poder condenarlo con su buena conciencia de señoritos mesetarios.
Que
el PSOE es la derecha resulta evidente. Figura como un partido
dinástico, obediente a la Corona y capaz de participar en la especie de
conjura de políticos y periodistas cortesanos para encubrir las
fechorías del Rey anterior, tapar sus presuntos robos y crímenes y su
comportamiento de putero compulsivo.
Su grado de abyección cortesana
alcanza el paroxismo cuando una ministra socialista afirma que las
trapisondas del Borbón emérito, un granuja, no afectan para nada a
Felipe VI. Para entendernos, según el PSOE, si tu padre es una mangante,
tu hermana otra y tu cuñado está en el trullo por ladrón, ni tú ni los
tuyos tenéis nada que ver. Debe de ser cosa de la maledicencia pública.
Y
no solamente hay vergonzosa sumisión a una Corona restaurada por un
dictador y genocida, sino también saqueo propio del país. El PSOE es el
partido siervo del conjunto de la oligarquía, como se ve por el hecho de
que se niegue a publicar los nombres de los defraudadores a Hacienda en
la ilegal amnistía de Montoro, entre otras cosas porque entre ellos
pueden encontrarse nombres de reyes, presidentes y otros parásitos. Las
excusas sobre retroactividad y otras vainas solo demuestran que los
socialistas saben que, para que el pueblo trague las mayores
iniquidades, basta con contarle alguna burda patraña.
A
cambio de todo esto y, como queriendo fabricarse una imagen algo más
progresista frente a los franquistas del Tribunal Supremo, el PSOE dice
defender el sistema de euroórdenes y el espacio Schengen.
Es absurdo:
bastaría con que se impidiera que la extrema derecha pepera siguiera
controlando a los jueces franquistas para que toda la tramoya montada
por estos indeseables se haya venido abajo. Pero, no haya dudas, no es
que los socialistas defiendan la democracia, las libertades o el Estado
de derecho. Al contrario, defienden la dictadura neofranquista, cerrando
los ojos a la crítica judicial alemana, y reafirman la trampa de que
los indepes injustamente presos y exiliados serán juzgados en España. Y
eso sin parar de mentir un solo segundo en que, como están las cosas en el
país, los jueces serán los fascistas de turno.
En mis más de seis años de andar
haciéndome las Catalunyas, con decenas y decenas de actos de todo tipo
en los más diversos y recónditos lugares, hoy, por primera vez me he
visto obligado a cancelar uno con gran fastidio por mi parte y por las
razones que a continuación expongo, no con ánimo vindicativo, sino por
puro afán de que todos mejoremos en nuestras formas hacer las cosas.
La
cancelación me ha dolido especialmente porque el acto esta "organizado"
por el CDR de Tarragona y, al poner "organizado" entre comillas ya se
ve por dónde va el asunto. Y es tanto más enojoso cuanto que ayer mismo
Palinuro se hacía lenguas del carácter auténtico y espontáneo de este
tipo de organizaciones. Pero es que hasta para ser espontáneo hace falta
valer. Las formas asamblearias de organización son fabulosas porque
legitiman de verdad las decisiones; pero, una vez tomadas estas,
conviene que quienes se encarguen de ejecutarlas sepan cómo funciona el
mundo.
Es
el caso que ayer, viernes, 13 de julio, después de un acto por la
mañana en Girona por los presos políticos, otro en Tárrega, por la
tarde, con más de dos horas y media de desplazamientos y que terminó a
las 23:00 horas y de nuevo otra hora de carretera, nos encontramos con
que, al llegar a Tarragona, el CDR nos había reservado una habitación en
un hostal cuyo nombre no revelaré porque, siendo una empresa privada,
no tiene culpa de nada.
El caso es que el hostal no reunía condiciones
mínimas exigibles: el wifi no funcionaba y en la habitación no había ni
una mesa ni una silla. Tuve que trabajar por la noche sentado en el
suelo y la reserva estaba hecha, sí, pero no pagada. Tuvimos que
prometer que la pagaríamos nosotros, cosa que hemos mantenido tras
cancelar el acto para que queden las cosas claras.
Claras en el sentido
de que jamás hemos pedido nada para nosotros ni hemos cobrado nada
salvo, como es lógico, el estricto coste de los desplazamientos (que
procuramos repartir y por eso solemos ir a dos o tres actos de golpe) y
un hotel o similar en el que, cuando menos, quepa trabajar.
Porque invierto mi tiempo con mucho gusto en luchar por una causa con la que me
identifico, me llevo a mi familia los fines de semana (pues, si no, no
la vería) y todos aportamos a una lucha justa. Pero tengo que hacer mi
trabajo personal y cumplir mis compromisos y obligaciones, porque de eso
vivimos.
No
es de recibo invitar a alguien a un acto y no proveerlo de las mínimas
condiciones exigibles para que pueda desarrollar su cometido. Y mucho
menos decirle luego que el desastre puede arreglarse invitándole a
comer. Eso ya roza lo esperpéntico. Porque los CDR aseguran tener pocos
medios pero, como siempre, los medios aparecen siempre cuando se trata
de comidas y cenas. Una actitud muy típica de España y que plantea la
cuestión de por qué querrán independizarse de ella unas gentes que
actúan de forma típicamente hispánica.
La
aclaración viene por último a cuento porque, según mis noticias, al
público que había asistido al acto se le dijo que Palinuro estaba
indispuesto y eso no es cierto. La cancelación no fue por causa de
enfermedad alguna, sino en protesta por tratamiento inmerecido e
injustificable. Y la finalidad, insisto, no es vindicativa sino
puramente pragmática: para corregir errores de actuación.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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