El año que viene, del 23 al 26 de mayo,
Europa se la juega. Magullada por la multicrisis de la última década,
pero no vencida, afronta elecciones decisivas: casi cuatrocientos
millones de ciudadanos renovarán el Parlamento Europeo. Desde su
creación, en 1958, como Asamblea consultiva ha ido ganando amplios
poderes presupuestarios y legislativos, que comparte con el Consejo,
formado por los gobiernos de los Estados miembros.
La Unión Europea ha
logrado el periodo de paz más largo entre países enfrentados
secularmente y el mayor progreso de su historia. Sin duda, un relato de
éxito. Pero su propia evolución y la del mundo la han confrontado con
problemas que requieren reformas para ser un actor relevante en la
esfera internacional o para su propia subsistencia, como algunos
pronostican.
Las crisis
económica, política y demográfica han dejado girones: El aumento de la
desigualdad provocada por medidas austeras para reducir el déficit
público, la avalancha de inmigrantes procedentes de zonas de conflictos y
pobreza, el terrorismo islamista que golpea la vida cotidiana de
Francia, Bélgica, Gran Bretaña, Alemania, España, Finlandia€ El auge de
la xenofobia y el nacionalismo, cuya muestra más palpable fue el
triunfo, por 51,9%, de la salida del Reino Unido de la UE, en el
referéndum de 2016.
Pero el Brexit, a pesar de su carga negativa, ha
unido más a los restantes miembros; en contra de lo que se temía, no se
ha producido el efecto contagio. Otra manifestación del populismo
supremacista (el desafío del independentismo catalán al Estado de
Derecho) no ha encontrado ningún tipo de apoyo en las instituciones
europeas ni en ninguno de los Gobiernos de los 28 miembros de la Unión.
España entera cuenta con el apoyo de los líderes comunitarios que apelan
reiteradamente a la solución del problema, dentro de la Constitución
española.
En
cuanto a política de vecindad, Rusia lidera la guerra híbrida sembrando
desinformación e inestabilidad en el Viejo Continente con la
propagación de noticias falseadas, más conocidas como fake news. Moscú
ya se ha anexionó la península de Crimea, cuando el Gobierno de Kiev
buscaba su acercamiento a la UE.
Y ahora ha puesto el punto de mira en
los Balcanes, zona tan vulnerable, dos de cuyos países, Serbia y
Montenegro, podrían entrar en la UE en 2025, a cambio de reformas
económicas y en materia de derechos fundamentales. Las instituciones
comunitarias, junto con Francia, Alemania, España y Polonia, quieren
hacen frente a los bulos propagados con potentes recursos tecnológicos,
sobre todo desde Rusia, con el fin de debilitar los valores
occidentales.
En el diálogo
trasatlántico, según ha dicho la canciller alemana Angela Merkel,
«Europa no puede confiar ya en Estados Unidos». Su errático presidente
ha quebrado la tradicional relación de amistad con sus aliados desde el
punto de vista defensivo y comercial. El anuncio de no respetar el pacto
nuclear con Irán ha echado por tierra doce años de esfuerzos para
lograr estabilidad en una de las zonas más explosivas del planeta.
No
es la primera vez que llegan voces anglosajonas apocalípticas: Durante
la dura crisis de deuda soberana, el Nobel de Economía, Paul Krugman, y
medios influyentes de Estados Unidos y Gran Bretaña vaticinaron el final
del euro, la salida de Grecia de la UE y el rescate financiero de
España. Ninguno de estos augurios se ha cumplido. El euro es una moneda
de referencia mundial, Grecia ha vuelto a financiarse en los mercados
internacionales y España crece cerca del 3% en la Eurozona.
Pero es
evidente que la Unión Económica y Monetaria debe completarse para
eliminar desequilibrios en los países con la moneda común y prevenir
futuras crisis. El presidente francés Enmanuel Macron, que llegó al
Elíseo con la bandera y el himno de Europa, defiende que antes de las
elecciones al Parlamento Europeo, se haya logrado la Unión Bancaria y se
cuente con un presupuesto para la Eurozona. En junio, las instituciones
comunitarias abordarán estas reformas en vista de la recuperación, el
aumento del empleo y la persistencia de riesgos.
Europa
tampoco puede descuidarse en ciencia e innovación. La zona del mundo
donde más se respeta el medio ambiente, defensora de la lucha contra el
cambio climático y líder en utilización de energías renovables es débil
por su dependencia del exterior en combustibles fósiles. Y lo que es
peor, China, un gigante de la contaminación y de las malas prácticas
laborales, se ha convertido en el primer fabricante de placas
fotovoltaicas y baterías para vehículos eléctricos.
La mayor
concentración de materia gris de la historia que ha desarrollado las
principales vacunas para erradicar enfermedades pandémicas, la
protagonista de la Revolución Industrial, inventora de la electricidad,
el teléfono, la radio, el submarino o internet, es incapaz de
desarrollar su propio algoritmo para desafiar a las grandes plataformas
tecnológicas que negocian con nuestros datos, evaden impuestos y, en
determinadas ocasiones, violan la privacidad para servir a intereses
espurios.
La UE ha reaccionado
a estas amenazas. El 25 de mayo entra en vigor el Reglamento General de
Protección de Datos, aprobado por el Parlamento Europeo y el Consejo,
que han adaptado la normativa europea ante el peligro que suponen las
tecnologías de última generación para la privacidad. La UE quiere
proteger al usuario frente a las compañías digitales, que se arriesgan a
multas millonarias por negociar con datos de sus clientes. Al contrario
que Donald Trump, que pretende eximir de responsabilidad a empresas de
telecomunicaciones sobre datos de sus usuarios e, incluso, permitir su
venta a terceros sin el consentimiento de sus clientes.
La filtración de
millones de cuentas de Facebook para favorecer la campaña del magnate
republicano, descubierta por un trabajador de la consultora contratada
por él, tendría, a partir de ahora, muchas más dificultades en la UE.
Expertos en marketing digital consideran que la nueva legislación podría
debilitar también a Google por disponer de menos datos para utilizar en
la orientación de sus anuncios, su principal fuente de ingresos. Estas
empresas, más Apple y Amazon, se han especializado en camuflar sus
operaciones en filiales ubicadas donde el impuesto de sociedades es muy
bajo o casi inexistente.
Esto daña considerablemente la libre
competencia, uno de los pilares fundamentales de la UE, y la estabilidad
de las finanzas públicas. Por eso, la Comisión propone gravar a las
tecnológicas con un 3% sobre sus ingresos. Según cálculos de Bruselas,
este impuesto digital indirecto supondría unos 5.000 millones de euros
al año para las haciendas de los Estados miembros.
Pero
hasta que esta propuesta sea aprobada por el Parlamento Europeo, aún
hay que superar diferencias entre los socios comunitarios. Países con
menor presión fiscal como Irlanda, Holanda, Luxemburgo, Austria y
antiguos de la Europa del Este se oponen porque son los primeros
beneficiados de estas facilidades para los negocios. Mientras, Francia
ha decidido ya imponer esta tasa digital. Alemania, Italia, Reino Unido y
España están también a favor. No en vano, el Gobierno español confía en
este impuesto para la subida puntual de las pensiones.
En
materia de seguridad y defensa, el Parlamento Europeo trabaja
coordinadamente con las otras instituciones para hacer frente a amenazas
externas, potenciar las capacidades de sus socios y dotar así a la
Unión Europea de un papel sólido en la escena internacional. Es un
proyecto ambicioso que impulsó Javier Solana, primer Alto Representante
de la Política Común de Defensa y Seguridad. Otro español, el
diplomático Jorge Domecq dirige, desde 2015, la Agencia Europea de
Defensa, que ha logrado poner en marcha la Cooperación Estructurada en
este campo.
Según el Eurobarómetro, la principal prioridad ciudadana es
la seguridad. Y para responder a esta demanda se ha dotado el Fondo
Europeo de Defensa, cuyo objetivo fundamental es que la industria
europea sea más eficaz y competitiva. No puede ser que Estados Unidos
tenga un solo modelo de carro de combate y en la UE haya quince. Con más
capacidades defensivas, Europa contribuirá a la seguridad global y su
voz será oída en los organismos internacionales.
Los
europeos tienen, por lo tanto, la gran oportunidad, mediante la
renovación de su Parlamento, de reiterar que una Europa fuerte es
absolutamente necesaria para competir en un mundo globalizado. Pero
antes sus instituciones tienen la obligación de abordar las reformas
ineludibles para no caer en la irrelevancia.
(*) Periodista
No hay comentarios:
Publicar un comentario