Resumen breve de la situación: Torra ha
superado el trámite de la investidura en una condiciones muy difíciles.
Enfrentado a un ataque maligno y demencial que no solo no respeta los
100 días de cortesía parlamentaria sino el mero hecho de la investidura,
es el 131 presidente de la Generalitat.
Todos los comentaristas
españoles han formado un coro denigratorio y amenazador. Torra es un
racista, un supremacista, un xenófobo, un antiespañol que debe tener
cuidado con lo que hace y dice y, si falta a la ley, M. Rajoy está dispuesto a seguir aplicando el 155 con el apoyo de PSOE y C's.
En
realidad, no es el gobierno el interlocutor en esta lucha, sino el
conjunto del Bloque del 155, con el entusiasta apoyo del PSOE, de C's y
de buena parte de Podemos. Esta parte o sector crece en la medida en que
ve que la falta de un discurso nacional-español le restará votos en
España, lo único que le importa, pues, a pesar de querer asaltar los
cielos, su cálculo se orienta exclusivamente a las elecciones y los
escaños conseguidos.
No es el PP solo el que se enfrenta al
independentismo, sino el conjunto del sistema político español, las tres
cuartas partes del Congreso (más del 90% si llega el caso), la
totalidad del sistema mediático, el poder judicial, convertido en el
vehículo de la política represiva y, por supuesto, el electorado que,
cuando se trata de reprimir a los catalanes, forma una piña, una unión
sagrada capitaneada por lo más corrupto y reaccionario del Estado.
El
procés sigue y mantiene firme la unidad de acción de las fuerzas de
esta revolución: las instituciones, los partidos, las organizaciones
sociales, las profesionales, las redes y el pueblo en permanente tarea
de organización espontánea de la resistencia. Es la única garantía de
llegar hasta el final. El independentismo no puede esperar más ayuda y
respaldo que las que obtenga de su propia acción estratégica y el apoyo
que pueda conseguir en el extranjero. Del resto del Estado español, ni
una ayuda, sino todo lo contrario; de los intelectuales y las izquierdas
españolas cero colaboración.
Por
eso hace muy bien Torra en viajar a Berlín como primer ministro de la
República Catalana, a comunicar su elección al presidente legítimo de
Catalunya y no a Madrid, a comunicar eso mismo al rey del país vecino. Y
también hace bien el presidente del Parlament, Roger Torrent en
no desplazarse a rendir pleitesía y comunicar al jefe del Estado
español, el rey, la decisión de investir a Torra. Se limitará a darle
razón de ello por escrito. Y aun eso me parece excesivo por su parte. No
se me alcanza qué puede obligar a Torrent a mantener la corrección
parlamentaria con una gente que, como el rey, el gobierno del PP y la
oposición en su conjunto tampoco lo hacen.
Poco
a poco, con todo, la República Catalana va consolidándose en un plano
simbólico que tiene una gran importancia cuando, como sucede
actualmente, se ve impedida de desplegar sus potencialidades
institucionales al estar sometida a una amenaza permanente de
intervención arbitraria. Esta que puede desencadenarse en cualquier
momento en que el B155 considere oportuno para seguir con su objetivo de
extirpar el independentismo catalán.
Sin
duda, el proyecto del gobierno "efectivo" de la Generalitat es avanzar
en su plan de construcción republicana. Pero su capacidad de hacerlo
está condicionada por la situación de inseguridad jurídica en que se
encuentra el conjunto del movimiento. No solamente los presos políticos,
cuyos derechos dependen de los estados de humor de un juez, sino la
propia acción de gobierno y la actividad legislativa del Parlament.
En
estas condiciones, lo que cualquier gobierno independentista que trate
de realizar el mandato del 1º-O tiene por delante es un horizonte penal.
No obstante, a su vez, por mucho que los neofalangistas de C's
presionen o los socialistas amenacen con más represión a través del 155,
lo cierto es que no podrán materializarla. Un segundo gobierno de la
Generalitat, procesado y encarcelado por ese peculiar juez del Supremo
es más de lo que la UE puede condonar.
Mientras
haya presos políticos no cabe contar con una normalización de la
situación catalana. Se ha dicho muchas veces pero, al parecer, es
preciso repetirlo. Y menos cabrá contar si continúa aplicándose la
política de encarcelamiento. Es una situación en la que el gobierno del
Estado y sus aliados del B155 ha colocado al país como resultado de su
carácter autoritario y su fantástica incompetencia.
En
realidad, el camino de consolidación de la República catalana está
expedito por cuanto sus adversarios no están en situación de impedirlo
más que a base de intensificar los disparates represivos que
profundizarán en la crisis y favorecerán la mediación exterior. Solo les
queda la política de asfixia y suspensión de la autonomía catalana, una
vuelta atrás que no pueden mantener y que se encuentra con una barrera
infranqueable si se obstinan en imposibilitar el gobierno de la
Generalitat: las elecciones anticipadas.
Téngase en cuenta que estas
serán convocadas por el govern en condiciones favorables (como las del
21 de diciembre lo fueron para el gobierno español, que las perdió) y,
mediando una lista de país, pueden ser el momento decisivo en este
contencioso ya excesivamente prolongado.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
No hay comentarios:
Publicar un comentario