¿La política puede llegar a ser miserable? Es probable que hace
algunos años la respuesta me hubiera costado más, bastante más.
Miserable es una palabra demasiado fuerte para ser empleada en la
refriega política en la que a veces se eleva el tono y ello forma parte
del juego parlamentario o de la disputa entre partidos.
No hace tantos
años, quizás una o dos décadas, se podía ver en el bar del Parlament a
los líderes de opciones electorales diferentes conversando en un cierto
tono de amistad. Eso ha pasado a mejor vida. Y hoy sí, la política puede
llegar a ser miserable.
Este domingo por la noche ha pasado por un programa de televisión de La Sexta el expresidente del gobierno Felipe González. Más allá de que su presencia en el programa Salvados de Jordi Évole podía tener un cierto interés, su desvergüenza al analizar la situación catalana,
la puesta en libertad de los líderes políticos en prisión provisional,
la situación de prisión de Oriol Junqueras y la aplicación del 155 son
un ejemplo muy claro de por qué el catalanismo ha roto amarras con una
política caduca, repleta de mentiras y alejada de la realidad.
Pero ninguna de las mentiras de González fue tan miserable como cuando se refirió a la prisión provisional de Oriol Junqueras
y afirmó: "Algunos de sus compañeros de gobierno prefieren tenerlo en
la cárcel. Entre otras cosas, porque el señor Puigdemont abandonó el
barco y por lo menos Junqueras aguantó al pie del cañón y está pagando
las consecuencias".
¡No, señor González! Oriol Junqueras está en prisión
porque se ha querido dar un escarmiento al independentismo catalán,
se ha vulnerado la legalidad con la invención de relatos de violencia
inexistentes y porque personas como usted han trabajado día sí y día
también en la propagación de las mentiras por España.
Cuatro estados, Alemania, Reino Unido, Bélgica y Suiza, cuestionan
todo el trabajo judicial del magistrado Pablo Llarena y todo hace pensar
que la partida se está inclinando en contra de la gran farsa que ha
montado el Estado español.
No venga, señor González, con lecciones y con
mentiras. El trabajo que como demócrata tenía que hacer, no lo hizo. El
que tenía que hacer como expresidente, tampoco. Y hoy la imagen de
España se desliza peligrosamente por las cancillerías europeas. Deje en
paz a Junqueras, porque usted también ha sido uno de los carceleros.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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