Triunfante, con un excelente semblante, sin ningún distintivo
amarillo en el traje perfectamente planchado, el ex Presidente de la
Generalitat Carles Puigdemont, aparecía este mediodía en las
puertas de la prisión de Neumünster, en Schleswig Holstein (norte de
Alemania), sonriente superada, por el momento, la persecución del
gobierno de Madrid y de sus Tribunales, al haber conseguido no solo la
libertad provisional bajo fianza de 75.000 euros que fueron pagados
anoche con el llamado Fondo de Ayuda de la Asamblea Nacional de
Cataluña (ANC) y Ómnium Cultural y un primer compromiso de que en caso
de extradición a España solo seria entregado por delitos de malversación
de fondos públicos y no de rebelión.
La decisión de la Audiencia Territorial de Schleswig-Holstein supone
el que el señor Puigdemont queda ante los suyos y ante la opinión
publica alemana y, en cierto modo, europea, como un autentico héroe que le ha ganado la primera batalla de esta larga guerra al Gobierno
español y al juez del Supremo, Pablo Llarena, que le acusa a él y a los
que están en prisión en la cárcel de Estremera de rebelión (encuadrada
además, según el sumario, en un acto parecido al golpe de estado del 23
de febrero de 1981).
Un héroe que durante casi dos semanas ha sido presentado en Alemania
como un perseguido político por un Régimen que no respeta la división de
poderes en lo que ha sido una autentica ofensiva del independentismo,
comprada por casi la totalidad de los medios informativos alemanes,
mientras la versión oficial del Gobierno español ha sido de respeto
absoluto a la decisión de los Tribunales pero sin explicar a fondo que
ha supuesto ese intento de golpe de Estado por parte del
independentismo en contra de todos los pronunciamientos del Tribunal
Constitucional.
La decisión judicial alemana de entregar a Puigdemont por
malversación y no por rebelión (ya que se considera que ese delito no
está en el Código penal alemán y no cabe compararlo con el de alta
traición) ha supuesto un varapalo judicial no sólo para al juez
Llarena, sino también, al Gobierno, convencido, desde el principio, de
que el camino emprendido era el verdadero, para conseguir una
extradición por delitos parecidos a los que están en las prisiones
españolas.
En este sentido, no se descarta que el juez Llarena acuda al
Tribunal de la Unión Europea para que se pronuncie sobre si estamos
ante un caso de rebelión como sostiene España o no, como señala el
Tribunal Europeo, en tanto es un tema que afecta a toda la Unión. Un
paso más hacia la internacionalización del conflicto.
De todas formas, este Tribunal de la Audiencia Territorial de
Schleswig-Holstein matiza una serie de extremos entre ellos que
reconoce que efectivamente a lo largo del ”procés” hubo violencia,
aunque “estos actos de violencia, según su naturaleza, alcance y efecto,
no fueron capaces de poner tanta presión en el gobierno de modo que el
gobierno se considerara forzado a “rendirse a las exigencias de los
perpetradores de la violencia”, que es lo que exige la doctrina del
Tribunal Federal para que exista delito de “alta traición”.
Es más, en esa violencia cita a Puigdemont afirmando que “es cierto
que el señor Puigdemont, como iniciador y abogado de la implementación
del referéndum, debe ser tenido por responsable de los actos de
violencia cometidos el día del referéndum”, reconociendo además que
puede haber riesgo de fuga. “Hay peligro de que el Sr. Puigdemont evite
los procedimientos de extradición o la ejecución de la extradición. Sin
embargo, este peligro se reduce considerablemente porque la extradición
por acusación de ‘rebelión’ es inadmisible. Medios menos invasivos que
la detención son suficientes para salvaguardar el procedimiento de
extradición”.
Por otra parte, el Tribunal afirma tajantemente que el señor
Puigdemont no es un perseguido político “ya que no hay razones para
creer que si Carles Puigdemont fuera extraditado pudiera ser expuesto al
peligro de ser perseguido por razones políticas (…) la malversación de
caudales públicos (…) no tiene nada que ver con sus ideas políticas”.
(*) Periodista y economista
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