Aquí mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado Las instituciones y las conviciones. Sí, una paráfrasis de la dualidad de Francesco Alberoni, Movimiento e institución,
con más sentido político y menos histórico. El resumen resumidísimo,
azoriniano y gracianesco al tiempo del artículo es sencillo: las instituciones de la Monarquía española no aguantan el movimiento independentista.
Le crujen las cuadernas y en cualquier momento se irá a pique con toda
su tripulación de ratas diputadas con sus estratosféricos sueldos de
seis, siete, ocho mil euros al mes (más canonjías, privilegios,
subsidios, enchufes y regalos) en un país en el que muchos niños y
viejos pasan hambre, los jóvenes no pueden siquiera emanciparse y una
clase política de ladrones y sinvergüenzas parasita los recursos de
todos, los roban y se los entregan a la banca.
Y he dicho el movimiento
independentista, el único capaz de hacerlo. Los demás, todos los
demás, PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos) viven de un sistema corrupto que
los ha alzado en donde están por su insuperable incompetencia y
colaboran con él, unos porque son él mismo y otros porque no saben nada
mejor que hacer.
Ayer, la podrida nao de la monarquía borbónica (esa que entusiasma al "republicano" Pedro Sánchez),
chocó con el escollo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que
decidió que quemar la bandera del propio país no es delito y está
amparado por la libertad de expresión. Eso ya lo había dicho en 1989 el
Tribunal Supremo de los Estados Unidos, en el caso Texas v. Johnson. La enmienda primera de la Constitución (free speech) entre otras cosas, protege el derecho de los ciudadanos estadounidenses a quemar la bandera nacional en público.
En Estados Unidos. En 1989. Hace casi 30 años. Y en Europa, ayer.
Pero no importa: la gran nación española
de Emepuntorajoy, Neoprimo de Rivera y el repunárquico Sánchez,
prodigio de modernidad y libertades, sigue sosteniendo que insultar a
esto, aquello, lo otro o lo de más allá que estos tres cantamañanas
respetan es un delito.
Así
que en España sigue siendo delito decir lo que se piensa, como en
tiempos de Quevedo y la Inquisición, con jueces siervos del poder
despótico y políticos que, si no son ladrones o macarras, son
franquistas, o las tres cosas a la vez.
En
fin, aquí la versión castellana de la pieza. Y perdón por el desahogo.
Espero se entienda que un país que encarcela a Valtonyc, Pablo Hasel,
Junqueras, los Jordis, Forn, etc (todos presos políticos) y deja en
libertad a Urdangarin, Rato, la Borbona, Albiol, Villalobos, Hernando,
etc es basura.
Las instituciones y las convicciones
Las
instituciones tienen una dinámica; las convicciones, otra. La República
Catalana carece de instituciones y se ve obligada a desarrollarse en el
marco institucional del Estado. Por eso, parecida a la crisálida, no se
mueve, no se agita, acepta las imposiciones institucionales del 155 y
aplaza sus convocatorias, en tanto va adquiriendo los caracteres de la
imago adulta a golpe de convicciones.
El
independentismo, el movimiento del que surge esa república, cuyos
representantes más eximios están en el exilio o en la cárcel, es el
campo de las convicciones. Son estas las que están en juego frente a las
instituciones del Estado. Por eso, al no poder ir este en contra de
unas instituciones republicanas inexistentes, persigue las convicciones,
las ideas. Por más que quiera disimularse, los presos independentistas
son presos políticos porque son presos de conciencia.
Pedir
que acate la legalidad y la Constitución de un Estado alguien que
cuestiona la base misma de legitimidad de esa Constitución, es pedir lo
excusado si todo el mundo se atiene a su palabra. Se puede decir que si,
en verdad, objetar a la legitimidad de una norma es cosa seria, no
puede considerarse como un derecho y menos de una persona o grupo de
personas. Ningún ordenamiento jurídico sobreviviría si los ciudadanos
pudieran decidir libremente si obedecen o no a la ley, según sus
convicciones.
Se
recuerda entonces que el cuestionamiento de la legitimidad del orden
constitucional no es una manía de una persona, un grupo o un partido
(que podrían serlo) sino una reivindicación de millones de personas, en
Catalunya, prácticamente la mitad de la población y una mayoría absoluta
en el Parlamento. Por eso se ha dicho siempre que la cuestión no era
judicial ni de orden público sino de naturaleza política y de crisis
constitucional, siendo necesario resolverla por la vía de la negociación
política.
No hay otra salida. Si la mayoría del Parlament
rechaza los supuestos básicos institucionales sobre los cuales está
constituido ese Parlament, todos sus actos serán contrarios a la
legalidad vigente e impugnables por naturaleza. La mayoría del Parlament
rechaza la legitimidad de las instituciones españolas porque la mayoría
de la población hace lo mismo. Si los tribunales de esas instituciones
piden a los dirigentes acatamiento a una Constitución que rechazan,
habrán de pedírsela a todos los independentistas y, si encarcelan a
aquellos por razón de sus convicciones, tendrán que encarcelar a todos
los que las compartan.
Condenar
unas convicciones no puede hacerse en nombre del derecho y de la
justicia, sino en nombre de otras convicciones. ¿Cuáles? En este caso,
las de los gobernantes, los jueces del Supremo y la mayoría de la
oposición parlamentaria, esto es, las de una idea de España que todos
estos han heredado del franquismo y consagrado legalmente. No son
jueces. Son comisarios políticos a las órdenes del mando. Y comisarios
muy poco duchos en sus tareas judiciales.
Si
organizar un referéndum como el del 1-0 es un delito, votar en él es
otro y, salvo negligencia culpable, los tribunales españoles tendrán que
abrir una causa general contra el independentismo, como hizo Franco con
los republicanos. El independentismo es un delito, como el arrianismo
era una herejía. Ese es el nivel de las instituciones franquistas al que
se oponen las convicciones de los independentistas catalanes que son
independentistas, entre otras cosas, por respeto a la democracia.
Frente
a la convicción democrática del independentismo se da el cerrado
franquismo de las instituciones españolas que heredan –y ejercen- el
espíritu de la dictadura, ayer gracias al alzamiento militar de unos
delincuentes; hoy gracias al art- 155 impuesto por otro. En realidad, la
única diferencia entre el franquismo del 18 de julio y el del 155 es
que este último también está apoyado por un partido, el PSOE que, en
tiempos de la dictadura, decía estar en la oposición.
No
es fantasía, aunque pueda parecerlo. La respuesta de los partidos
dinásticos del régimen (PP, C’s y PSOE) a la reciente sentencia del TEDH
sobre la quema de retratos del rey deja claro el interés de estos por
reconstruir el franquismo en toda su extensión. Y, de paso, deja claro
que, agotada la vía del acatamiento a unas instituciones tiránicas, solo
queda desarrollar las republicanas con la fuerza de las convicciones
independentistas, basada n la democracia y el Estado de derecho frente a
la dictadura del 155.
Magnífica iniciativa la de Ómnium y la ANC. El nombre, un poble empresonat, está
muy bien elegido. Los presos políticos independentistas (hay otros
presos políticos en el Estado, pero lo son por otros motivos) son
representantes populares o dirigentes de asociaciones legales. Al
encarcelar a sus representantes, se encarcela a todo un pueblo. Y este
lo hace notar y protesta por ello.
Quienes
han encarcelado a los dos Jordis, Junqueras y Forn calcularon que el
hacerlo no ocasionaría actos, protestas, manifestaciones más allá de
algunas simbólicas y de breve duración. Unos días de jaleos y protestas
y, después, retorno a la normalidad de la vida cotidiana en la que el
recuerdo de los presos iría desvaneciéndose poco a poco.
Sin
embargo, desde el inicio del encarcelamiento, no ha pasado día en que,
de una forma u otra, no se haya recordado a los presos o se les hayan
mandado mensajes de solidaridad y apoyo. Actos institucionales de todo
tipo, omnipresencia del amarillo por doquier, frecuencia de los lazos de
ese color, actos, manifestaciones, veladas, conciertos. Los presos
están permanentemente rodeados del afecto de la población.
La
idea de este acto de varios días de duración, del miércoles 14 al
domingo 19, es mostrar la solidaridad de un pueblo con sus dirigentes
secuestrados. Es un procedimiento empático consistente en una especie de
jaulas con barrotes, celdas que se instalan en mitad de la Plaça de
Santa Anna y en las que nos encierran durante un par de horas en que,
así encerrados, si no he entendido mal, departimos con el público. A
Palinuro le corresponde de 19:00 a 21:00 y compartirá "cautiverio" con
Mireia Boya en la celda contigua.
El acto tiene también un elemento lúdico hecho de música, arte, butifarrada, etc. Que no todo ha de ser penar por la causa.
Palinuro estará en la cárcel en Mataró.
Pero, gracias a la infinita misericordia de los patrióticos carceleros
españoles, cuenta con estar libre luego por la noche, o todo lo libre
que se puede estar en un país en el que hay gente en la cárcel por
cantar, por hacer chistes, por discutir en un bar, por manifestarse
pacíficamente o por lo que les dé la ganas a los jueces.
Una vez, pues,
moderadamente libre, viajero incansable, mañana se acercará a Hostalric,
a hablar un rato con los amigos sobre la República que estem a fer
entre totes, exactament com els espanyols diuen que van fer amb una
constitució que els va donar la divina providencia.
La República Catalana está ya in fieri, va
haciéndose poco a poco, con cada acto de resistencia, cada
manifestación, cada protesta, cada día de cárcel de nuestros presos,
cada decisión del Parlament, cada exilio, cada porrazo, cada auto del
inefable juez Llarena. Sale de lo más profundo de un movimiento que se
mantiene firme y vigilante y evita que los políticos a su vez
desfallezcan o se disgreguen.
Y es ya el acontecimiento más importante a escala europea que se sigue con gran interés en todo el continente.
De todo ello hablaremos mañana.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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