Al publicar el post anterior, La investidura en un tuit,
señalaba Palinuro que, con todas las salidas cerradas por orden del
gobierno, el Parlamento tenía dos opciones obvias, ambas desafiando las
prohibiciones arbitrarias de la dictadura española: investir a
Puigdemont presencialmente (si conseguía llegar) o telemáticamente.
En
ambos casos sería de esperar otra vuelta de tuerca de La Moncloa al 155
con el que el Sobresueldos ejerce su dictadura personal. Decía también
que el Parlament, en uso de su soberanía quizá adoptara una decisión
mejor.
Y
lo ha hecho. Ha aplazado el pleno de investidura hasta que el Tribunal
Constitucional (TC) aclare el embrollo que él mismo ha organizado al
servicio del gobierno y de consuno con Tribunal Supremo. Así se evitan
las posiblemente fulminantes represalias en caso e investidura.
Comienza un compás de espera.
La
decisión, probablemente astuta en el barullo de iniciativas, recursos,
contrarrecursos y fintas de leguleyos, todavía pertenece a la etapa
anterior a la constitución del Parlamento, cuando había que contestar a
las provocaciones del B155 y su dictadura. Pero, con el Parlamento
funcionando, esa época ha pasado y el aplazamiento de ayer ha sentado
bastante mal. Muchos (PDeCat, la CUP, gente en la calle y en las redes
sociales) se sintieron defraudados y amenazaron con recurrir a la acción
directa,
Cierto,
es lo que quieren los franquistas de PP, el PSOE y C's y, por tanto, no
hay que caer en la trampa. Nada de acción directa y violenta. Pero, por
no caer en una trampa, podemos caer en otra: el aplazamiento de la
investidura implica reconocer el derecho del enemigo a seguir gobernando
tiránicamente y acarrea desestimiento y quizá discordia entre los
indepes, que también es lo que quieren los franquistas.
Así
que, reconociendo la prudencia de la decisión de aplazar, no es posible
ignorar el riesgo de derrota que la prolongación supone, sobre todo a
manos de unas adversarios tan granujas, hipócritas y viles como los que
aquí intervienen, sin escrúpulos ni sentido alguno de la decencia y sin
barreras morales que detengan sus prácticas criminales.
Sin
duda hay que cargarse de razones frente al abuso y el fascismo para
afrontar el último tramo de la independencia de la República Catalana
con el apoyo de la comunidad internacional. Y hacerlo manteniendo dos
principios inamovibles: a) el movimiento es pacífico; b) es unitario.
Pero,
quien crea que el fascismo español, el Borbón, el Sobresueldos, la
banda de ladrones, los siervos socialistas de la derecha, los medios de
comunicación rebosantes de sicarios, los empresarios delincuentes, etc.,
amainará en su intención de arrasar Cataluña, vive en la inopia. El
plan de la dictadura del 155, ya lo hemos dicho, es acabar con el
independentismo catalán por la violencia: encarcelando, exiliando y
multando a todo el que se manifieste por él.
Aquí, mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado El punto de ruptura.
Así que, se quiera o no, en algún momento habrá una confrontación, habra que desobedecer, habrá que resistir. Lo importante, lo imprescindible no es hacer lo que sea por evitar aquella ya que es inevitable. Lo importante es mantener la no violencia del independentismo a toda costa y que la única que aquí se emplee sea la de la dictadura española.
Habrá agresiones (que quedarán sin respuesta), insultos, ataques de todo tipo. Más gente irá al exilio o a la cárcel. Mucha más. Hasta que ganemos.
La única posibilidad de sacar a los presos políticos de las cárceles es llenándolas con muchos más presos políticos. Hasta que la situación sea insostenible. Dentro y fuera de las cárceles.
Aquí, la versión castellana:
Aquí, mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado El punto de ruptura.
Así que, se quiera o no, en algún momento habrá una confrontación, habra que desobedecer, habrá que resistir. Lo importante, lo imprescindible no es hacer lo que sea por evitar aquella ya que es inevitable. Lo importante es mantener la no violencia del independentismo a toda costa y que la única que aquí se emplee sea la de la dictadura española.
Habrá agresiones (que quedarán sin respuesta), insultos, ataques de todo tipo. Más gente irá al exilio o a la cárcel. Mucha más. Hasta que ganemos.
La única posibilidad de sacar a los presos políticos de las cárceles es llenándolas con muchos más presos políticos. Hasta que la situación sea insostenible. Dentro y fuera de las cárceles.
Aquí, la versión castellana:
El punto de ruptura
El
Estado español vive en una situación de excepcionalidad. Rige la
Constitución de 1978, pero no rige porque está suspendida en una parte
territorial del país, Catalunya, merced a un artículo, el 155, una ley
de plenos poderes y de dictadura de hecho, aunque tenga el sarcasmo de
llamarse “dictadura constitucional” o, como traducen los obsequiosos
medios de comunicación –prácticamente todos- de protección de la
Constitución.
También está suspendida en su totalidad institucional,
puesto que se aplica a todos los actos del gobierno y las instituciones
con las que este se relacione. Catalunya no puede autogobernarse por
exclusiva voluntad de Rajoy.
El Parlamento tampoco legisla gracias al
mismo individuo, que lo ha sustituido personalmente con el beneplácito
de la oposición PSOE, C’s y, aunque vergonzantemente, también Podemos.
Los tribunales, el Supremo y el Constitucional secundan la política del
gobierno y tratan de disfrazar con argumentaciones jurídicas sus
arbitrariedades.
En esta situación la monarquía borbónica, heredera del franquismo, pone
en marcha una campaña de propaganda para el 50 aniversario de Felipe
VI. Se trata de embaucar a los súbditos con una apariencia de eficacia,
legalidad, cercanía y sencillez que, aparte de costarnos una pasta (como
todo lo borbónico) constituye un atropello más, una farsa y una burla a
una ciudadanía que aspiraba a vivir en un Estado de derecho.
El Borbón ya ha empezado a borbonear. Primero fue su rabioso alegato
del 3 de octubre del año pasado, ignorando a las víctimas del vandalismo
policial, amenazando al independentismo catalán y dando indirectamente
carta blanca a las bandas fascistas de amigos y parientes del gobierno
para que asalten librerías y apaleen a la gente por la calle.
Luego la
vergonzosa intervención de este ensoberbecido personaje yendo a explicar
a sus mayores en Davos que España es lo que no es: un Estado de
derecho. Si lo fuera, no sería necesario explicarlo, como nadie lo hace
en el caso de Francia, Inglaterra, Alemania, Suecia, etc. y tampoco
pretendería hacerse reconocer como Estado de derecho justo en el momento
en que una norma excepcional, el 155, lo ha suspendido, aunque esto,
más que caradura, pertenece más al campo de la estupidez.
Vino luego un
vídeo de un almuerzo de la familia real, monumento a la ñoñez y
cursilería y un insulto a un país que tiene estadísticas escandalosas de
miseria, desempleo y desamparo así como latrocinio e impunidad de los
amigos y parientes del gobierno, su partido y los reyes.
La imposición
del Toisón de oro, o sea el vellocino de oro, de los Austrias, usurpado
por esta casa de advenedizos a una niña con un “sueldo” de decenas de
miles de euros que también pagan quienes no tienen para comer es ya la
última muestra de la absoluta falta de sensibilidad y consideración de
esta gente para el pueblo al que sojuzga por la propaganda, el engaño y,
llegado el caso, que ha llegado, la fuerza bruta.
La mezcla de violencia y represión fascistas en Catalunya (1º de
octubre, presos políticos, intervención policial y paramilitar del
territorio, etc.) con la cursilería de esta monarquía restaurada por un
delincuente fascista cierra la metáfora de la Transición. Marca también
la hora 25 de este Estado español, carcomido por la corrupción, el
autoritarismo y la incapacidad para encontrar una solución democrática y
civilizada a la llamada “crisis catalana” que en realidad es la “crisis
española”. Trata de hacerlo mezclando la brutalidad represiva de
Turquía con la insufrible ñoñería de Sissi emperatriz.
Convocado legalmente el Parlament
salido de las urnas el 21D no puede proceder por una interferencia
ilegal e injusta del gobierno. Se vale este de unos jueces encantados de
hacer el papel de muñidores y correveidiles de sus arbitrariedades y
las justifica con el coro de medios comprados, dedicados a tapar su
guerra sucia y atizar la catalanofobia, tratando de fraccionar y
provocar a la sociedad catalana para justificar una eventual represión
mucho más violenta y que también tendría el beneplácito del Borbón.
¿No
dijo este en su discurso de entronización que hoy los españoles tienen
el derecho de sentirse españoles como les dé la gana? ¿A qué viene
exigir también el derecho a no sentirse españoles o sentirse no españoles?
Ese derecho no les es reconocido y si algunos, varios, muchos, dos
millones, por ejemplo, quieren ejercerlo, se les abre la cabeza, se les
deja tuertos, se les destrozan las escuelas y el sistema sanitario, se
les intervienen las instituciones, se les destituyen los cargos electos,
se los encarcela, se los envía al exilio o se les confisca el
patrimonio.
Fin de la metáfora de la Transición. El fascismo del Estado español ha
llegado al final del camino, ha cerrado dictatorialmente todas las vías
para una solución razonable. Ha forzado el punto de ruptura. Solo admite
un vestigio de arreglo si el independentismo renuncia a su candidato a
la presidencia por no otra razón que porque al franquista Rajoy le da la
gana.
Es una típica provocación para justificar luego más dictadura en
Catalunya y en España. Los independentistas no pueden aceptar que el
presidente de la Generalitat lo decidan el corrupto Rajoy y el Borbón
porque, además de tratarse de una institución democrática e íntegra, es
republicana.
La decisión de Torrent de postergar el pleno de investidura hasta ver
qué decisión adopta el Tribunal Constitucional en el nuevo plazo que
este arbitraria e ilegalmente ha establecido, es comprensible por un
ánimo de agotar todas las posibilidades de solución pacífica. Pero me
temo que será inútil.
El Estado (Rey cursi y autoritario, gobierno
corrupto, oposición vendida, medios comprados, etc.) no quiere solución
pacífica alguna, sino sumisión, humillación, acatamiento y renuncia al
independentismo. Para eso, entre otras vergüenzas, tiene rehenes
políticos.
La decisión que tomará el Constitucional será la muy española
y previsible de sostenella y no enmendalla. Esperar no sirve ya
de nada y solo podría aceptarse bajo promesa solemne de que será la
última vez que se contemporice con la barbarie franquista.
Se ha alcanzado el punto de ruptura. Si no se deja otra salida al Parlament que proponer otro candidato a la presidencia (en el extremo, ¿por qué no Arrimadas? Franco lo hubiera hecho) aquel tendrá
que tomar la decisión hoy aplazada. Y tendrá que hacerlo con todas las
consecuencias (incluidas las que enuncia el mafioso Casado del PP) en
confrontación con los deseos de un Estado cuyo espíritu dictatorial se
observa en que, a estas alturas ni él mismo sabe cómo imponer una
legalidad que no es más que la arbitrariedad del ordeno y mando del
franquismo, amparada por los jueces de su mismas cuerda y con el activo
apoyo de un Borbón que trata de conservar su suculento empleo impidiendo
la liberación de un pueblo y su constitución en República.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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