Reconozco que cometí un desafortunado
error verbal que me ha hecho reflexionar
sobre si merece la pena la política,
cuando ésta muestra su peor cara,
el acoso personal y familiar,
la hipocresía y la falsedad.
(*) Columnista
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2018/01/24/boca-muere-pez/892476.html
error verbal que me ha hecho reflexionar
sobre si merece la pena la política,
cuando ésta muestra su peor cara,
el acoso personal y familiar,
la hipocresía y la falsedad.
Esta frase del testamento político con
el que ayer se despidió Roque Ortiz de la Concejalía de Fomento es
todavía más expresiva de su inadaptación a los rigores del servicio
público que aquéllas que dictó ante la asamblea de pedáneos del PP y que
han sido motivo de su cese. Es un reconocimiento expreso, si bien
involuntario, de que este protagonista no se entera de nada.
O, por
piedad y atendiendo a que se trata de un catedrático universitario a
quien se le supone la necesaria formación en Humanidades, complementaria
a su especialidad en Ciencias, diríamos que no quiere enterarse.
¿Qué
entiende Ortiz por ´error verbal´? ¿Un trabuque expresivo, una
discordancia sintáctica, un exceso en la adjetivación? Basta escuchar el
audio de su exposición para entender que no hay error alguno, sino
plena conciencia de lo expresado, con delectación en el detalle y
admoniciones precisas, y todo en un tono ajeno a la exaltación, de mero
didactismo, nada que ver con la disculpa de su alcalde, Ballesta, que
quiso justificar el inequívoco significado de la arenga en una
´personalidad volcánica´ que, de tenerla Ortiz, no se apreciaba en su
discurso.
Pero si por ´error verbal´ entiende el ya exconcejal el hecho
de haber puesto negro sobre blanco lo que no debe pronunciarse, aunque
esto deba darse por sobreentendido, le convendría revisar la
adjudicación a terceros de la imputación de hipocresía, ya que ésta le
correspondería a él tras admitir que su exposición fue un error, pues
deducimos que quiere significar que el error no sería lo que dijo sino
el hecho de haberlo dicho.
Pero
cuando Roque Ortiz se desparrama de manera espectacular es en su
reflexión acerca de que no le merece la pena la política, «cuando ésta
muestra su peor cara». La pregunta inmediata es: ¿cuándo muestra la
política su peor cara?
Respuesta para el caso: cuando un concejal, que
se debe al servicio público, reclama en los sanedrines de su partido el
ejercicio del clientelismo en añejo formato decimonónico y describe éste
con la estricta definición canónica de que dan cuenta las más reputadas
enciclopedias.
El resto de su
carta al alcalde es una alegato expreso contra la ´nueva política´, pero
concibiendo ésta no como el resultado de la alerta generalizada ante
los continuados abusos del poder, sino como una fiscalización desbocada
de valores a los que no está dispuesto a renunciar.
Pero tales valores,
tal y como los expresó ante la asamblea de pedáneos, no son precisamente
edificantes, pues reproducen el viejo modelo del voto cautivo.
Su
recurso a que su gestión no está empañada por imputaciones judiciales
(con la salvedad, habría que precisar, de que su viaje gratis total a
Estambul en el jet privado de un promotor con intereses urbanísticos en
el municipio cuando él ejercía como gerente de la empresa pública
Urbamusa acabó archivado por prescripción) establece una ´línea roja´
muy singular, como si en el espacio público sólo fueran reprochables las
prácticas judicializadas y no también aquéllas que, sin constituir
delito tipificado, pervierten el juego democrático por querer influir
con recursos públicos en la voluntad privada y discrecional del voto
soberano de los individuos.
Ortiz se va sin haber aprendido la lección. A ver si otros la aprenden en su nombre.
(*) Columnista
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2018/01/24/boca-muere-pez/892476.html
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