El tiempo lo cura todo, pero hay heridas que tardan en cicatrizar y
otras que nunca sanan. También en política sucede. El desgarro que
provocó en el PP la deserción de Alberto Garre es todavía una llaga
purulenta de pronóstico difícil. Aún resuena en el alma de los populares
el portazo que les dio su viejo camarada de los años duros en la
oposición, el diputado que se jugó la soldada desacatando a su grupo
parlamentario para proteger el Tajo-Segura y con aquel gesto de arrojo
en el Congreso se ganó a los regantes.
La carta a Mariano Rajoy en la
que Alberto Garre se borraba del PP fue televisada en ‘prime time’ por
todos los medios nacionales, que tenían el foco puesto sobre Murcia en
aquellos días de marzo ante la certeza de que a Pedro Antonio Sánchez
estaban a punto de darle las campanadas. Fue una misiva sin la menor
concesión a la sutileza, hecha de hiel, en la que Garre acusaba a Rajoy
de haber «sepultado bajo las alfombras las inmundicias de la corrupción
política», y al PP regional le afeaba haber perdido 147.000 votos, 11
diputados y la mayoría absoluta en la Asamblea. Es pronto para olvidar
aquel escarnio. Pero algo ha acontecido.
La confirmación por Garre de
que creará y liderará un partido político de corte regionalista preocupa
y mucho al PP ante el escenario electoral novedoso de 2019, que
propicia el acceso al Parlamento de formaciones minoritarias, y visto
que los regantes (el colectivo social más querido de los populares)
están tan cabreados con los gobiernos de Madrid y Murcia, por su
incapacidad para sortear la sequía, como agradecidos a Garre por su hoja
de servicios y sus contundentes mensajes trasvasistas.
De ahí que se
haya oído salir de la boca de dirigentes del PP, aunque vaporosa, una
frase con aires de consigna: «Hay que hablar con Alberto». La misión de
tantear al expresidente autonómico y tender puentes con él, ya sea para
alcanzar un pacto de no agresión o incluso para neutralizarlo
políticamente, no dimana del Comité Ejecutivo o de la Junta Directiva,
ni consta como una resolución del partido, donde tampoco se ha debatido,
y nadie del PP la reconoce en público. Tampoco se admite -oficialmente-
desde la plataforma en la que Garre trabaja. La herida por el portazo
de marzo sigue abierta en canal, y tanto el PP como el futuro partido de
Garre están obligados a proclamar ante sus seguidores que saldrán a
ganar en las urnas, en ningún caso a pactar.
«Esto ya no hay quien lo pare»
Pero
la misión está en marcha, y podría denominársela ‘Operación Mercader’
por su imaginaria similitud con la que la Unión Soviética encargó en
1940 al comunista español Ramón Mercader para deshacerse de León Trotski
(al que mató), cuya heterodoxia marxista se percibía en Moscú como una
amenaza para los intereses del Politburó. Esto de aquí es más prosaico,
más de andar por casa, y se localiza en Torre Pacheco, muy lejos de
Moscú. No pasará a la Historia. La ‘Operación Mercader’ hace referencia a
Benito Mercader, exconsejero de Desarrollo Sostenible en el Gobierno de
Valcárcel, íntimo e hijo político de Garre, pachequero y cazador como
él.
Quizá la sospecha de que la ‘Operación Mercader’ ya está rulando
tenga su origen en un aparte que ambos hicieron ante numerosos invitados
a la boda de un amigo común, el 1 de julio pasado. El uno y el otro
aseguran que no se han visto después. Sin embargo, los contactos (de los
que, según la versión apócrifa circulante, habría participado también
un influyente empresario), tienen toda la verosimilitud del mundo. Si
Alberto Garre se presenta a los comicios, arañará diputados a un PP al
que la fragmentación de la Asamblea podría dejar, incluso suponiendo que
renovara su alianza ‘de facto’ con Ciudadanos, capitidisminuido y a
merced de una mayoría alternativa deseosa de sacarlo del Gobierno a
cualquier precio.
«Hay que hablar con Alberto» no parece, por tanto, una
consigna caprichosa. Ahí está el caso de Miguel Ángel Revilla, el de
las anchoas, que se ha coaligado indistintamente con populares y
socialistas, tanto monta, para auparse al poder de su comunidad autónoma
con su minoritario Partido Regionalista de Cantabria (PRC).
La encuesta
de CSA Consultores que publica hoy ‘La Verdad’ arroja al respecto dos
conclusiones a tener en cuenta. La primera es la que sitúa a Garre como
el tercer político mejor valorado de Murcia, a solo una décima de
Fernando López Miras, y con un nivel de conocimiento del 56,1%,
únicamente tres décimas por debajo del presidente... y 13 puntos por
encima de Miguel Sánchez, la cara visible de Ciudadanos.
La segunda
consideración guarda relación con la aceptación social de un nuevo
partido de vocación regionalista. Cierto es que la mitad de la población
consultada no ve que haga falta una formación de estas características,
pero no debe ningunearse el reverso de la moneda: uno de cada tres
encuestados juzga necesario un partido como el que Alberto Garre está
amasando con sus colaboradores.
De la proyección de tales datos sobre el
censo electoral resulta un dividendo muy jugoso para un futuro partido
regionalista, aun ponderando todas las precauciones propias de una
encuesta de estas dimensiones. Si la ‘Operación Mercader’ no existe,
algún día existirá, con este u otro apelativo, y se le dará carta de
naturaleza. Al tiempo.
De momento, la plataforma que
impulsan Garre y el exconsejero popular José Gabriel Ruiz mantiene unos
objetivos maximalistas y aparentemente más voluntariosos que realistas.
De seis diputados para arriba, dice Garre, para un total de 45. Sería
una buena cosecha, atendiendo al hecho de que Ciudadanos mantiene al
Gobierno del PP cogido del cuello con solo cuatro diputados.
Le pregunto
al expresidente si a ratos flaquea en la penumbra, si a sus 65 años
presenta síntomas de agotamiento, si cabría aventurar, en fin, que a
última hora se apartará a un lado para no enfrentarse a sus excompañeros
del PP en una campaña que podría devenir cruenta.
«No», responde. Y
asegura que pasan de 2.000 las personas que se han acercado a su
proyecto, que 500 trabajan en las comisiones que cimentarán los futuros
estatutos, que decanos y exdecanos figuran entre las incorporaciones más
recientes... «Esto ya no hay quien lo pare», concluye.
Ya
veremos. Puentes hay tendidos desde el PP, por si acaso, empezando por
la ‘Operación Mercader’. ¿Y qué pasa con las heridas abiertas? Llegado
el momento, bastará quizá con no echarles sal.
(*) Columnista
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