A veces, en la vida, se toman decisiones que no sólo son
equivocadas, sino que nos acaban perjudicando seriamente. Yendo, por
ejemplo, al mundo de la literatura, Arthur Conan Doyle decidió matar a
Sherlock Holmes lanzándolo por las cataratas de Reichenbach cuando el
personaje gozaba de gran predicamento entre los lectores. Tuvo que ser
la madre del novelista quien le obligara a resucitarlo, lo que le
permitió acumular casi tantas felicitaciones como dinero.
El
independentismo, mediante sus órganos de movilización, ANC y Òmnium,
cometió ayer un error como el de Conan Doyle, si se me permite la
analogía. De la misma manera que el autor británico quiso darle una
lección a su personaje y estuvo a punto de llevarle a su declive
literario, las entidades citadas hicieron un acto de fuerza al invitar a
la gente a retirar dinero de los bancos, lo que se convirtió en un
mensaje endiablado a los mercados. Con un problema: la credibilidad del
país quedó seriamente tocada. El profesor Antón Costas lo definió así:
“Es como escupir al cielo, tú mismo te ensucias”.
Hace una década, el gobierno nacionalista de CDC proclamaba que quería un país business friendly, y ahora sus herederos lanzan iniciativas antisistema que dejan atónitos por igual al Financial Times o
al FMI. ¿Qué nos está pasando? Hemos puesto en crisis nuestras
instituciones sin tener la mayoría social para poderlo hacer.
Mañana
puede ser un día de increíble tristeza. La aplicación del artículo 155
de la Carta Magna es un fracaso descomunal de todos. Nos hemos saltado
la Constitución y el Estatut, hemos quebrado la convivencia y estamos
llevando a cabo acciones que amenazan nuestro bienestar colectivo. Les
será muy difícil explicar a los historiadores del futuro cómo una
sociedad bienestante perdió el rumbo de su tiempo. Tendrán una pista en
el tuit del conseller de Empresa, Santi Vila: “Poner en riesgo la
economía es un autogol”.
(*) Periodista y director de La Vanguadia
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