Pilotados Angela Merkel y Emmanuel Macron, los principales líderes de la Unión Europea dieron ayer su apoyo a la integridad territorial de España y a un enfoque dialogado de la cuestión de Catalunya en el marco de la Constitución.
Utilizando una expresión que ha hecho fortuna en los últimos tiempos,
podríamos decir que Mariano Rajoy salió ayer empoderado de Bruselas.
“Este va a ser un Consejo marcado por un mensaje de
unidad: unidad en torno a España y unidad ante el Brexit”, dijo Macron,
igualando ambos asuntos. “Apoyamos la postura del Gobierno español,
esperamos que se encuentren soluciones que tengan como base la
Constitución”, reiteró Merkel. No hubo disonancias. El Gobierno español
no tenía ningún interés en que la cuestión de Catalunya figurase en el
orden del día y el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, así lo aceptó.
Las muestras de apoyo incluyeron la del primer ministro de Eslovenia,
Miro Cerar. “Cuando Eslovenia decidió ser independiente, lo hizo porque
el anterior país común, Yugoslavia, empezaba a descomponerse y no era un
Estado democrático. La situación ahora en Catalunya es, desde todos
estos aspectos, completamente diferente. España, incluida Catalunya, es
un Estado democrático”.
En las especulaciones del aparato publicitario
soberanista, Eslovenia suele aparecer como un país que podría reconocer
una Catalunya independiente. El primer ministro belga, Charles Michel,
el mandatario que ha estado más cerca de pedir una mediación europea,
hizo el gesto de desmentir la información publicada por dos diarios de
su país, según la cual habría recibido presiones del Gobierno español
para que dejase de apoyar la idea de una mediación europea. Michel
gobierna la complicada Bélgica con el apoyo de los soberanistas
flamencos, amigos del soberanismo catalán.
Mientras eso ocurría en Bruselas, en la estación invernal rusa de Sochi,
Vladímir Putin lanzaba un dardo a la Unión Europea envuelto con la
bandera de Catalunya. El líder ruso acusaba a Europa de jugar con una
doble vara de medir: reconocimiento exprés de la independencia de Kosovo
en 2008 y el actual rechazo a la secesión de Catalunya. La
independencia de Kosovo, territorio de mayoría albanesa que fue cuna de
la nación serbia, es una espina clavada en el alma eslava. Kosovo
alberga en la actualidad la principal base militar de Estados Unidos en
el Este de Europa.
“Para algunos de nuestros colegas – dijo Putin en el
foro político Valdáy–, hay luchadores buenos por la libertad y hay
separatistas que no pueden defender sus derechos ni con la ayuda de
mecanismos democráticos”. Con todo, el jefe del Kremlin concluyó que la
cuestión de Catalunya es un “asunto interno” de España. He aquí una
significativa paradoja para los liberales de inspiración anglosajona que
conforman el ala derecha del movimiento soberanista catalán: el único
apoyo obtenido –un apoyo meramente instrumental– proviene de la Rusia
disciplinada de nuevo por los antiguos oficiales del KGB.
Un viejo amigo de Putin, el magnate italiano Silvio Berlusconi, se sumó
ayer a la tertulia. Él no habría mandado a la Guardia Civil a reprimir
las votaciones del 1 de octubre. El exprimer ministro italiano abogó por
una solución “dialogada”, que en su opinión podría incluir “un
referéndum pactado”. Las paradojas que no cesan: Silvio Berlusconi se
apunta a las tesis de Podemos. El fundador de Forza Italia efectuó estas
declaraciones a su llegada a la reunión del Partido Popular Europeo en
Bruselas.
Total apoyo europeo a la integridad de España. Al otro lado del
Atlántico, el Departamento de Estado norteamericano ya ha dictado
sentencia: unidad de España. Canadá, el civilizado Canadá, de Justin
Trudeau se ha pronunciado en la misma dirección. Les jeux sont faits,
pese al grave error cometido el 1 de octubre por el Gobierno español al
enviar a la policia al asalto de los colegios electorales. Un daño
tremendo a la imagen de España. Una indignación supina en la sociedad
catalana. Cierta simpatía de la prensa extranjera por Catalunya. Los
titulares de prensa, sin embargo, no gobiernan. Las relaciones
internacionales se rigen por el estricto interés y se expresan con una
frialdad cósmica. La separación de Catalunya no tiene sponsores en el
mundo.
Empoderado por los demás gobiernos europeos, Rajoy puso
ayer rumbo 155. El Consejo de Ministros se reunirá mañana por la mañana
para solicitarlo formalmente el Senado, que deberá abordarlo la semana
próxima. Los tiempos siguen siendo lentos, a propósito. La vía gallega
al 155 se mantiene. Tiempos lentos para agrupar fuerzas –el apoyo del
PSOE ya está fuera de toda duda– y para dar un cierto margen de maniobra
a la Generalitat para una rectificación honorable. El miércoles, Rajoy
ofrecía frenar el 155 a cambio de una inmediata convocatoria de
elecciones en Catalunya.
El tono y el contenido de la carta remitida ayer por
Carles Puigdemont provocó irritación en Moncloa. La disponibilidad al
pacto descendió unos cuantos peldaños. Un dato nos ayuda a dibujar mejor
el contexto de ese enfado. Ayer habló José María Aznar desde Valencia y
le dijo lo siguiente a Rajoy, en aznarés: Has sido demasiado blando con
los catalanes. Te han tomado el pelo.
El expresidente disparó un torpedo a la línea de flotación del pacto
PP-PSOE, consistente en una sólida alianza en lo que se refiere al
artículo 155, a cambio de abrir la puerta a la reforma constitucional,
pensando en Catalunya. Aznar se opone: “No debemos pagar a plazos a los
independentistas lo que ahora nos piden que paguemos al contado”. Aznar
ya no manda en el PP, pero influye en el sector más conservador y
nacionalista de su electorado. La conjunción Aznar-Ciudadanos conforma
hoy un fuerte polo de presión.
(*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia
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