Llevamos tiempo diciendo que la única salida que tenía el PdeCat como
partido del régimen era confrontar a un PP que iba a entrar al trapo.
Que les iban a ayudar las CUP, que daban prioridad a la independencia
por delante de la petición de cuentas al partido que les había aporreado
cuando los indignados rodearon el Congreso. Llevamos tiempo diciendo
que les iba a apoyar ERC, en su sibilino quehacer histórico posibilista,
esperando a barrer votos de la debacle de la antigua Convergencia y
protagonizando el diálogo que venga, sea cual fuere. Habrá diálogo,
habrá referéndum y habrá más independentismo.
Llevamos tiempo diciendo que el PP necesitaba algo para salir de sus
casi mil casos de corrupción, de los Presidentes de Madrid encarcelados,
de su sede que puede terminar embargada, del fantasma de Rita Barberá y
la zombie Esperanza Aguirre, de la imputación de Cristina Cifuentes o
de nuevas comparecencias del mismo Rajoy en la Audiencia Nacional. Sin
contar que la economía, pase lo que pase con el crecimiento, va a irle
mal a dos tercios de los españoles.
Como ya no pueden aplicar la
cuestión religiosa como hicieron con Zapatero, poniendo a una España que
pensaba en el infierno a tocar la guitarra con los Kikos en la Plaza de
Colón de Madrid en misas contra la “infección homosexual”, ahora tocaba
el otro asunto que tiene que ver con la trascendencia: la nación, esa
atravesada de una herida territorial desde, al menos, la Revolución
Gloriosa de 1868. Y los que tienen el dinero en Suiza y en Panamá, los
que no pagan impuestos, los de las amnistías fiscales, los de la obra
pública corrupta, los de los sobresueldos, iban a envolverse con la
bandera de España para que no se notara que están en esto por la pasta.
Pinochet o la Junta Militar argentina se forraron con sus dictaduras.
Igual que Franco y los suyos. Por eso daban sobresueldos en el PP. Algún
tertuliano mercenario o algún periodista pantuflo jurará y perjurará
que una vez vio a un nieto segundo de Franco en una cadena de montaje.
Ya. Igual que el PP y los licenciados en Deusto son mayoría entre
cajeras y reponedores de grandes superficies.
Llevamos tiempo diciendo que Ciudadanos es un partido inventado por
los bancos y el Ibex 35 para frenar la sangría del PP. Que por eso el PP
no se lleva bien con Rivera, aunque los dos harán lo que al final
manden las necesidades del sistema nacido de la Constitución de 1978.
Desobedecer a los que te pagan o te sostienen sale caro a los que
dependen de su soldada. Llevamos tiempo diciendo que Ciudadanos renunció
a ser la derecha sensata y optó por el neofalangismo de los Girauta y
el neoliberalismo de rapiña de los Garicano. Por eso Inés Arrimadas ha
tomado rumbo propio, aunque su vuelo depende igualmente de los que
sostienen a su partido. Y que por todo esto, Ciudadanos iba a extremar
su condición extremista situándose en la derecha del PP. Duele pensar
que en algún momento hubo quienes pensaron que Ciudadanos venía a ayudar
a la regeneración de España…
Llevamos tiempo diciendo que el PSOE andaba como pollo sin cabeza.
Cuando nació Podemos, veníamos del 15M y el “PSOE-PP la misma mierda es”
pero nos envainamos la ira por si era verdad que el PSOE podía cambiar.
Rubalcaba y Felipe González entraron al consejo editorial de PRISA y la
militancia crítica parecía revolverse. Nos emocionó el apoyo de las
bases a la resurrección de Sánchez, pero intuíamos que Sánchez iba a
defraudarles.
Era imposible ignorar el entusiasmo de la socialdemocracia
ante tamaña proeza y bridamos la mano por respeto a los militantes del
PSOE (pienso en Ramón Cotarelo, entusiasta en su inacabable juventud,
quien creyó otra vez, tras la elección de Sánchez, en el socialismo como
posibilidad de redención de España, lo que le llevó a endurecer su
mirada con Podemos). Poco dura el consuelo en la casa del pobre. Pedro
Sánchez se ha convertido en muleta de Rajoy y en el Embajador del
Presidente del “Luis, sé fuerte”. ¿Quién no se acuerda de un Iceta
histérico gritando ¡Por Dios Pedro, líbranos de Rajoy! ¡Pero por Dios
líbranos Pedro de Rajoy ya!). Teatro, lo tuyo es puro teatro.
Llevábamos tiempo diciendo que Felipe VI necesitaba un 23-F para
legitimar su reinado, y que se lo iba a brindar Catalunya. Sin embargo,
no ha sido ese el papel del Rey. Eso es que no ha visto Juego de tronos, pese
a que Pablo Iglesias se gastó un dinero para regalárselo. Explica la
teoría de la acción racional que los actores políticos siempre actúan
maximizando su utilidad. Felipe VI, cobarde, se ha echado en manos del
pasado y se ha cortocircuitado el futuro.
Le hubiera bastado decir: “En
España cabemos todos y cabemos con lo que compartimos y con lo que nos
diferencia: es tiempo de hablar y de que lo que camina separado vuelva a
reencontrarse”. Pero se ha dejado llevar por una historia llena de
traiciones. Si un Borbón, Fernando VII, metió en el Código Penal por vez
primera el delito de sedición, otro Borbón, Felipe VI, ha puesto su
reinado al servicio de un artículo que permite que un partido con
350.000 votos le dirija la autonomía a siete millones y medio de
catalanes. Y con ello, ha dado primacía a la legitimidad monárquica por
encima de la legitimidad democrática.
No me alegro en absoluto de tener razón. La única posición
responsable ha venido de Podemos y los Comunes. Diálogo, referéndum
pactado, una Catalunya que se incorpora libremente a la construcción de
España y que se hace fuerte al tiempo que la hace fuerte. Un proceso
constituyente. Pero los partidos de la Restauración, PP, PSOE y
Ciudadanos, han preferido buscar un espacio electoral tensando la cuerda
y machacando cualquier posibilidad de diálogo.
Vienen tiempos de dolor para Catalunya y para España. La desconfianza crece y nos estamos empezando a faltar al respeto.
La sociedad se está rompiendo. Nos hablamos menos y nos insultamos más.
Se respira en la calle. El Estado, cuya principal misión es garantizar
la cohesión de la ciudadanía, está fracasando. La extrema derecha anda
desatada. Los dementes se están normalizando (Pablo Casado le pide ayuda
a Santa Teresa, quien si viviera la patearía el trasero por obtuso).
Todo por culpa de la peor clase política que se recuerda en democracia.
Por fortuna no pueden impedir que se vote. De momento. Porque el PP
siempre entendió que si los pueblos se equivocan votando hay que
enderezar a los pueblos. Habrá elecciones que no cambiarán gran cosa la
situación, salvo porque tanto el PSC como el PP estarán prácticamente
fuera del Parlament. Los andaluces recondujeron su Autonomía echándose a
la calle y teniendo el apoyo, en aquel entonces, del PSOE. Y Suárez
tuvo que cambiar la ley para ignorar que en Almería no había superado el
referéndum el 50%. Cuando las leyes van contra la lógica política, hay
que cambiar las leyes. Algo que no entienden los que siempre llegan
tarde y sus muletas.
El fundador del PP, Fraga, nunca condenó el golpe del 18 de julio de
1936. Siempre llegan cuarenta años tarde a todo. Y si muchos españoles
no han podido sentir suya la bandera, es porque el PP se encargó de
recordar desde el primer momento que esa bandera era la de ellos. La de
los que siempre llegan tarde a la democracia. La de los que hoy aplican
el artículo 155 forzando su interpretación. Los del partido más corrupto
de Europa. Los que, por tanto, tienen interés en España siempre y
cuando puedan robarle a los españoles.
Y el PSOE, en 2017, ayudándoles.
(*) Profesor titular de Ciencia Política en la Universidad Complutense
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