Hoy, once de septiembre de 2017, se celebra la que probablemente será la
Diada más importante de la historia de Cataluña. El propósito de los
independentistas es conseguir que supere en asistencia, organización,
vistosidad e impacto a todas las anteriores. Y, por todo lo que sé y el
entusiasmo con que se lo han trabajado los organizadores, así será.
Y
tendrá un gran impacto. JxS la presentará a los ojos del gobierno, de
España y del mundo entero como la mejor prueba de la voluntad
mayoritaria del pueblo catalán de celebrar el referéndum del 1/10. El
gobierno la estudiará con suma atención para ver hasta dónde puede
llevar su táctica represiva y la comunidad internacional estará atenta
para saber a qué atenerse en el caso de que el conflicto entre Cataluña y
el Estado adquiera proporciones que impongan una mediación
internacional
(Por
cierto y antes de que algún lector o lectora se eche las manos a la
cabeza escandalizada de que Palinuro dé por descontada la intervención
exterior en un asunto interno de España o incluso la aconseje, bueno
será recordar que, desde hace ya muchos años, siglos incluso, España no
es un sujeto político plenamente soberano. Prácticamente desde la Guerra
de Sucesión, todos los conflictos internos españoles han tenido
decisivas intervenciones externas, si es que estas no han sido las que
han iniciado el conflicto o lo han aprovechado. La última, la guerra
civil que ganó Franco gracias a la intervención de Alemania e Italia.)
También Palinuro lo haría (y lo hará porque tiene pensado publicar un artículo al respecto en elMón.cat al final de la jornada) para aquilatar el efecto de la Diada sobre el posible resultado del referéndum.
Hasta ese momento quedará aplazada una respuesta al artículo de Juan Luis Cebrián en El País titulado Visca Catalunya! que
es un repertorio de todos los topicazos unionistas y seudodemócratas
que pasan por razonamientos políticos de altura en este conflicto y que
consisten básicamente en marear la perdiz moviendo como el trile los
conceptos de democracia, legalidad y gobierno. Quede para entonces la
respuesta. Pero no sin dejar aquí constancia de un principio que todos
estos adalides de la reflexión política estratégica al servicio del
statu quo jamás mencionan, pretendiendo que se olvide en la maraña de
sus logomaquias.
El principio de que la única base de legitimidad de un
gobierno es la aquiescencia de los gobernados. Nadie, por muy demócrata y
legal que sea tiene derecho a gobernar en contra de la voluntad de los
gobernados. Ese principio liberal por excelencia que estos servidores
del poder ignoran se llama "gobierno por consentimiento" y es un
hallazgo de Locke que, de admitirse, resolvería muchos problemas. Por
muy democrático y respetuoso con la ley que sea un gobierno, si la
voluntad de los gobernados (que, ciertamente, tiene derecho a cambiar)
es contraria a él, el gobierno no será democrático sino tiránico y su
legalidad, pura arbitrariedad.
Y
¿cómo se sabe cuál es la voluntad de los gobernados? En España hay dos
procedimientos: uno, celebrando un referéndum, una consulta popular,
cosa hasta la fecha prohibida por "antidemocrática"; dos, atendiendo al
presidente de los sobresueldos para quien la mayoría es silenciosa y los
independientes, una minoría o, mejor todavía, escuchando a la
vicepresidenta, según la cual, el independentismo es inadmisible porque
se empeña en hacer un referéndum "en lugar de escuchar a los catalanes",
estupidez que no solo no está prohibida sino que es de obligado
cumplimiento.
A esa estupidez presta retorcido apoyo el citado artículo de Cebrián.
Pero se verá una vez sepamos qué alcance ha tenido la Diada de hoy.
La segunda vez
Recuérdese el célebre comienzo del Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte en el que Marx, citando a Hegel (en la Filosofía de la historia),
dice que los grandes acontecimientos en esta se producen dos veces y
prosigue él de su cosecha que la primera como tragedia y la segunda,
como farsa. Napoleón I (tragedia) y Napoleón III (farsa). Añadimos
nosotros Franco (tragedia) y Rajoy (farsa). El presidente de los
sobresueldos es una figura cómica, un personaje estrambótico
y acomplejado, lleno de tics y manías, que provoca la irrisión,
especialmente cuando se pone serio. Vulgar, ordinario, absurdo, no sabe
ni moverse. Cuando camina parece un muñeco de trapo. Tampoco sabe
hablar, apenas se le entiende y, cuando se le entiende, fuese mejor que
no se le entendiera porque no dice más que sinsorgadas.
El intento de restauración del franquismo, fenómeno trágico en la historia de España del que esta no ha conseguido restablecerse, no es sino una farsa con elementos de la más pura astracanada hispana. El espectáculo de la guardia civil registrando imprentas o redacciones de revistas en busca de papeletas para votar en el referéndum del 1/10 en lugar de vigilar y perseguir terroristas no tiene parangón en el mundo civilizado. Les habían dicho que mantuvieran una actitud seria, responsable, tranquila, inmutable, como si fueran la guardia de Buckingham Palace, y no respondieran a las posibles provocaciones e insultos de la gente.
El intento de restauración del franquismo, fenómeno trágico en la historia de España del que esta no ha conseguido restablecerse, no es sino una farsa con elementos de la más pura astracanada hispana. El espectáculo de la guardia civil registrando imprentas o redacciones de revistas en busca de papeletas para votar en el referéndum del 1/10 en lugar de vigilar y perseguir terroristas no tiene parangón en el mundo civilizado. Les habían dicho que mantuvieran una actitud seria, responsable, tranquila, inmutable, como si fueran la guardia de Buckingham Palace, y no respondieran a las posibles provocaciones e insultos de la gente.
Pero no les habían dicho que, en lugar de
insultarlos, el público que se manifestaba contra el atentado a las
libertades de prensa y expresión se burlaría de ellos, les regalarían
claveles, los obligarían a presenciar simulaciones de votación en la
calle y, cuando finalmente se retiraron en sus vehículos todo terreno,
les cantarían la canción de "ustedes lo pasen bien". Venían muy serios y
circunspectos, prevenidos contra la hostilidad, pero no contra la
rechifla. Hicieron el ridículo y lo sabían, por lo cual se les notaba
muy incómodos.
Pura farsa que nadie puede tomarse en serio. ¿Y qué decir del ignoto paradero de las 6.000 urnas que, a fuer de transparentes deben de ser invisibles? Estoy seguro de que el ministro Zoido y la vicepresidenta del gobierno tienen a docenas de agentes buscando las malditas urnas que, como las imágenes en la escena de los espejos de La Dama de Shangay tan pronto están como no están. Más farsa y tomadura de pelo de estos franquistas que ya no asustan ni a los conejos.
Cada vez que el de los sobresueldos habla, profiere amenazas que no está en situación de cumplir. Y en cuanto al papel de su vicepresidenta, lo más caritativo es no tomársela en serio nunca pero especialmente, cuando, como el otro día, se pilla un berrinche de bruja mala del guiñol y empieza a soltar exabruptos enfurecidos contra el referéndum y la posible independencia de Cataluña.
Farsa es un Tribunal Constitucional compuesto por magistrados que recuerdan las caricaturas de Daumier, más atentos a los deseos del poder que al sentido de la justicia. Y farsa unos medios de comunicación comprados a precio de oro de los dineros públicos para que tergiversen la realidad según el programa de una presunta asociación de malhechores que carece de programa.
Que el referéndum del 1º de octubre va a celebrarse se sigue indefectiblemente del hecho de que el Sobresueldos haya afirmado ya con toda su cómica y balbuceante contundencia que le caracteriza que no va a celebrarse. Como, al parecer, no se celebró la consulta del 9N, de la que, en cierto modo, trae causa el próximo 1/10.
Como farsa es la apelación a una legalidad más retorcida y arbitraria que el contrato de los hermanos Marx. Farsa el cerrado apoyo de una oposición socialista convertida por arte de birlibirloque en apoyo incondicional a una política de negación del derecho a decidir. Y farsa los distingos entre "soberanía" e independencia de la otra oposición, la de la "verdadera" izquierda que, si no tiene mucho de esta, menos aun tiene de "verdadera" y que pide sumisamente perdón por retirar pacíficamente una bandera, la de los vencedores en una guerra, que estos impusieron a los vencidos por el terror.
Y farsa es, por último, la de un gobierno que desgobierna un país, lo maltrata, lo esquilma, lo arruina, lo fragmenta al tiempo que proclama que España es "una gran nación" cuando, como puede ver todo el mundo, no es grande y tampoco nación.
Pura farsa que nadie puede tomarse en serio. ¿Y qué decir del ignoto paradero de las 6.000 urnas que, a fuer de transparentes deben de ser invisibles? Estoy seguro de que el ministro Zoido y la vicepresidenta del gobierno tienen a docenas de agentes buscando las malditas urnas que, como las imágenes en la escena de los espejos de La Dama de Shangay tan pronto están como no están. Más farsa y tomadura de pelo de estos franquistas que ya no asustan ni a los conejos.
Cada vez que el de los sobresueldos habla, profiere amenazas que no está en situación de cumplir. Y en cuanto al papel de su vicepresidenta, lo más caritativo es no tomársela en serio nunca pero especialmente, cuando, como el otro día, se pilla un berrinche de bruja mala del guiñol y empieza a soltar exabruptos enfurecidos contra el referéndum y la posible independencia de Cataluña.
Farsa es un Tribunal Constitucional compuesto por magistrados que recuerdan las caricaturas de Daumier, más atentos a los deseos del poder que al sentido de la justicia. Y farsa unos medios de comunicación comprados a precio de oro de los dineros públicos para que tergiversen la realidad según el programa de una presunta asociación de malhechores que carece de programa.
Que el referéndum del 1º de octubre va a celebrarse se sigue indefectiblemente del hecho de que el Sobresueldos haya afirmado ya con toda su cómica y balbuceante contundencia que le caracteriza que no va a celebrarse. Como, al parecer, no se celebró la consulta del 9N, de la que, en cierto modo, trae causa el próximo 1/10.
Como farsa es la apelación a una legalidad más retorcida y arbitraria que el contrato de los hermanos Marx. Farsa el cerrado apoyo de una oposición socialista convertida por arte de birlibirloque en apoyo incondicional a una política de negación del derecho a decidir. Y farsa los distingos entre "soberanía" e independencia de la otra oposición, la de la "verdadera" izquierda que, si no tiene mucho de esta, menos aun tiene de "verdadera" y que pide sumisamente perdón por retirar pacíficamente una bandera, la de los vencedores en una guerra, que estos impusieron a los vencidos por el terror.
Y farsa es, por último, la de un gobierno que desgobierna un país, lo maltrata, lo esquilma, lo arruina, lo fragmenta al tiempo que proclama que España es "una gran nación" cuando, como puede ver todo el mundo, no es grande y tampoco nación.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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