Pablo Iglesias ha perdido como se esperaba la moción de censura que
presentó contra el Presidente del Gobierno Mariano Rajoy. Pero Iglesias
ha conseguido concitar a su alrededor la atención política y a los
medios de comunicación y eso no le ha salido nada mal.
Sobre todo porque
aprovechó el debate hacer alarde de su capacidad dialéctica escenificar
su reencuentro con el PSOE -al que no recriminó su abstención-, y
establecer las bases de una nueva relación con Pedro Sánchez una vez que
el PSOE le ofreció un pacto contra el PP en el que se excluye a C’s.
Superado el duelo de Iglesias y Montero contra Rajoy, donde el
Presidente lo pasó mal aunque se rehízo en la réplica, y los malos modos
del candidato a la investidura con las minorías no afines a su moción
-donde brilló la canaria Oramás-, en la segunda jornada del debate aún
quedaba el mano a mano de Iglesias con los portavoces del PP, PSOE y
C’s.
Concluyó la sesión con una tensa discusión de Iglesias con Rafael
Hernando el portavoz del PP que -mientras no se salió del guión que le
habían escrito- se convirtió en la horma del zapato de Iglesias, lo que
Hernando estropeó al final, como es habitual en el, pisando la raya de
la decencia política al aludir a la relación personal entre Iglesias y
Montero.
Antes asistimos a un debate de guante blanco de Iglesias con el
portavoz del PSOE en el estreno de José Luis Ábalos quien hizo un buen
discurso en general y en particular contra los planes secesionistas de
Puigdemont. Y previamente a un bronco encuentro del candidato de Podemos
con Albert Rivera quien disertó a la defensiva para justificar sus
apoyos al PP, lo que despertó el instinto feroz y descortés de Iglesias
que machacó a Rivera en lo político y personal llamándole ‘escudero de
Rajoy’.
El aparente noviazgo entre PSOE y Podemos para articular una mayoría
alternativa al gobierno del PP y sin la presencia de C’s resultó ser la
gran novedad del cierre de la moción de censura, cuyo resultado fallido
ya se conocía desde que la presentó Podemos (82 votos a favor, 170 en
contra y 95 abstenciones) y que solo logró apoyos de Compromís, Bildu y
ERC.
Aunque este aparente reencuentro en la izquierda no parece ser tan
fácil como Iglesias imagina porque ambos partidos, Podemos y PSOE,
luchan por el mismo espacio político y porque les separa el desafío
catalán. Asunto sobre el que Ábalos anunció en la Cámara que los
socialistas defenderán la legalidad constitucional y apoyarán todas las
medidas legales que adopte el Ejecutivo de Rajoy en defensa de la unidad
nacional. Mientras que Iglesias se mantiene en la línea de apoyo al
referéndum ilegal.
Rivera fue quien salió peor parado del debate porque al duro ataque
de Iglesias sumó la crítica del PSOE por apoyar la corrupción del PP y
el uso de jueces y fiscales para taparla y por secundar la política
social del PP. Rivera hizo un discurso a la defensiva justificando sus
apoyos a Rajoy en favor de la estabilidad y del interés general de
España y exhibiendo algunas reformas conseguidas. Pero lo cierto es que
C’s debió haber exigido a Rajoy el cese del ministro Catalá y los
fiscales Maza y Moix antes de votar a favor de los Presupuestos de 2017 y
una vez que la manipulación de la fiscalía rompía el pacto de
investidura que Rivera había firmado con Rajoy.
Todo esto le está pasando factura a C’s como cabría esperar, aunque
puede que a medio plazo también les compense con votantes del centro
derecha que huyen de la corrupción del PP. Así lo revelan los últimos
sondeos pre electorales, alguno de los cuales como el de Metroscopia
sitúan a C’s a solo medio punto detrás de Podemos. Lo que aumenta la
irritación de Iglesias porque si el PSOE de Sánchez quita votos a
Podemos y C’s mejora a costa del PP podría darse el caso de que Rivera
se convierta en líder de la tercera fuerza política nacional y que
Iglesias pase al cuarto lugar.
Por lo demás el debate de la moción de censura solo sirvió para dejar
las cosas de la política española como están y a la espera del congreso
de este fin de semana del PSOE (y la segunda vuelta de las elecciones
francesas) en el que Pedro Sánchez iniciará su segundo mandato en la
secretaría general. Pero esta vez con un mayor control del aparato del
partido tras su rotunda victoria en las primarias, lo que le garantiza
el control de la Ejecutiva y del Comité Federal.
(*) Periodista
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