Después de 16 horas en dos días de debate y, tras una traca final
de insultos y descalificaciones (Iglesias contra Rivera, Hernando contra
Iglesias, Iglesias contra Hernando…) el Parlamento votaba la moción de
censura de Podemos contra el presidente del Gobierno Mariano Rajoy, y
con Pablo Iglesias Turión como candidato, con el resultado esperado y
sin ningún tipo de sorpresas, excepto con la sorpresa de que el diputado
más cercano a Rajoy, el jefe de su gabinete, Jorge Moragas, por
equivocación, se sumaba a las filas de Podemos para la candidatura de
Iglesias como Presidente del Gobierno.
De esta forma, con 170 votos en contra (Partido Popular y Ciudadanos)
frente a 82 Síes (Unidos Podemos, Bildu y Esquerra Republicana de
Cataluña) y 97 abstenciones (PSOE, PDeCAT y PNV) el candidato de
Podemos no ha obtenido los 176 votos que le hubiera lanzado a la
Presidencia del Gobierno, una aspiración que ha sido improvisada, no
negociada ni madurada y pensada más para enfrentarse a la situación
interna del PSOE que al Partido Popular, convencido como estaba de que
quién ocuparía la Secretaría Seneral del partido socialista sería la
presidenta andaluza Susana Díaz, defensora de la abstención que permitió
la elección de Rajoy como Presidente hace siete meses, y no Pedro
Sánchez defensor, a ultranza, del “No es No”.
En resumen: después de más de 16 horas de debate, y tal como estaba
previsto, la moción de censura, ha resultado un fiasco porque como decía
la diputada de Coalición Canarias Ana Oramas (una de las bestias negras
de Pablo Iglesias, junto con Albert Rivera, el líder de Ciudadanos,
como se ha podido comprobar en las intervenciones del líder de Podemos
en estos dos días), cuando pudo no quiso y cuando quiso, no pudo. Y es
evidente, que cuando pudo, en Enero de 2015, votar a Pedro Sánchez
propuesto por Su Majestad el Rey como candidato a la Presidencia del
Gobierno, no sólo no quiso, sino que hizo el ridículo, queriendo ser él
como vicepresidente, y controlando los Ministerios e instituciones
claves, como la Televisión pública, y los servicios de Inteligencia, el
verdadero y auténtico Presidente del Gobierno.
No quiso cuando pudo y ahora, cuando ha querido, no ha podido,
porque ni ha contado con los apoyos suficientes (ni siquiera lo ha
intentado porque su intención era otra) ni se ha dado cuenta de que no
tiene talla para ser Presidente del Gobierno de España. No sólo lo puso
de manifiesto muy didácticamente el actual presidente Mariano Rajoy, en
una de sus brillantes intervenciones, lo pudo haber deducido el mismo
candidato, tan buen conocedor de la historia de España según puso de
manifiesto el Martes (Martes y 13), desde la época del Marqués de
Salamanca a nuestros días. Toda su trayectoria personal, y su
comportamiento ciudadano, indica que el señor Iglesias sería incapaz de
gobernar para todos los españoles; gobernaría, solamente para los
suyos, pero los suyos, suyos, los incondicionales.
La moción de censura derrotada este miércoles solo puede servir como
un ensayo de lo que puede ocurrir en un futuro más o menos próximo. Toda
la dureza que Iglesias ha utilizado contra Rivera, Oramas o Quevedo, se
ha convertido en untuosidad con Ábalos, el nuevo portavoz del PSOE, al
que ha colocado la alfombra roja minutos antes de que tomase la palabra
para anunciar su abstención .”Señorías del PSOE, – decía el candidato de
la moción de censura- conviertan su abstención de hoy en una reflexión
para el futuro”. “Les vuelvo a tender la mano, no podemos estar de
acuerdo en todo, pero creo que el futuro de España se merece una
posibilidad distinta a lo que ya conocemos”. Y es que, ha repetido, hay
muchas coincidencias tanto en el programa económico, como en las
propuestas presentadas contra la corrupción y la reforma de la
Justicia.
Dentro de esa complacencia, el señor Iglesias estaría dispuesto
incluso a hacer suya la propuesta primera de Pedro Sánchez de un
Gobierno a la portuguesa. El problema, ahora, es que ya no es cuestión
de programa, es cuestión de confianza. Y resulta que Sánchez ha
aprendido. Ha sufrido y ha aprendido que no se puede fiar de quien está
obsesionado por terminar con el PSOE , ese PSOE que ha sido y es, el
sustento de eso que tanto odia Iglesias: el Régimen del 78, que comenzó
a dar sus primeros pasos este Jueves de hace cuarenta años. Fue lo
primero que recordó el nuevo portavoz socialista, exmilitante del
Partido Comunista, y que sí sabe lo que fue el 78 y, lo que fue la
Transición.
(*) Periodista y economista
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