El fiscal jefe del Estado tiene ya tan
minada su credibilidad (no digamos su subalterno Anticorrupción) que ni
siquiera los jueces toman en consideración sus indicaciones. Es probable
que no lo hagan para evitar verse salpicados por el prejuicio que
existe sobre esa pareja. Hoy, un juez que acepte el criterio de la
fiscalía del Estado se expone a pasar por cómplice de la corrupción. Y
esto incluso a pesar de que en algún caso estos fiscales pudieran tener
alguna razón. Pero cuando se pierde la credibilidad, no hay modo de
recuperarla aunque sea diciendo ocasionalmente alguna verdad.
El
ministro de Justicia («Pedro Antonio ¿dónde estás?») ha hundido el
crédito de la Fiscalía a niveles que sólo son comparables con aquel
Pollo del Pinar que en la etapa del Gobierno felipista se escondía en el
capó del coche oficial para que la prensa no lo retratara después de
perpetrar alguna de sus fechorías. O sea, que no es nuevo. Pero que no
lo sea sólo demuestra que el PP no ha aprendido algo de los viejos
pecados de los fiscales socialistas ni siquiera para sofisticar los
procedimientos, ni tampoco de los ministros tipo Bermejo que se iban de
cacerías con Garzón durante la instrucción por éste del caso Gürtel.
Tales para cuales. Pero una cosa no exculpa a la otra si atendemos al
tiempo presente.
El TSJ, por mucho que sea un estamento al que
se intente cuestionar por la procedencia digital de alguno de sus jueces
o por las amistades peligrosas de otros, ha dado un zasca a la Fiscalía
del Estado en un contexto en el que, en apariencia, todos los
estamentos judiciales, si hacemos excepción de los juzgados que no
dependen de las instancias políticas, están bajo sospecha. Pero es que
los intentos de manipulación desde el Gobierno de Rajoy para esquivar
las responsabilidades por la galopante corrupción son tan obvios que
hasta los profesionales de la magistratura que pudieran estar más en
línea no se quieren prestar a hacer el papelito de disimular sus
obligaciones ante quienes la tienen hecha.
Todavía hay que añadir algo:
ningún juez que haya dedicado su juventud a construirse como tal, por
muy comprensivo que sea, va a prestarse a componendas. Esto es lo que al
PP se le escapa, porque la obligación profesional supera incluso las
tentaciones de las simpatías personales.
Un segundo de Valcárcel
en alguno de sus Gobiernos preguntó a éste, hace años, cuando el
entonces presidente de la Comunidad propuso a un determinado juez para
que fuera elevado al TSJ por la mayoría del PP en la Asamblea: «¿Cómo
hemos puesto a este, que es tonto?».
La respuesta de Valcárcel fue:
«Precisamente porque es tonto». Pero hasta el más tonto, puesto en una
situación límite en que esté en juego su conciencia profesional frente a
la manipulación gubernamental a través de los fiscales del ministro
Catalá, se rebelará contra la imposición política.
El TSJ de
Murcia ha asumido los criterios del juez Velasco en el caso Púnica
respecto a PAS. Y cabe pensar que lo ha hecho porque todas las presiones
conducían a que no lo asumiera. El tiro por la culata.
(*) Columnista
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2017/05/18/pasando-fiscal/830250.html
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