Estos de Podemos dominan el juego
estudiado por el celebérrimo Guy Debord de la política como espectáculo.
En realidad lo ha sido siempre pero, normalmente, espectáculo suntuoso,
ceremonial, ostentoso, lleno de boato; espectáculo más del género
operístico. Los de Podemos están introduciendo otros géneros, tanto en
su actividad parlamentaria como en la callejera; géneros chicos,
populares, zarzueleros, con algo de commedia dell'arte. Forman parte de
esa función subversiva de la vida cotidiana que se adjudican como parte
de su acción. Dada su obvia vocación mediática, sus espectáculos
consiguen grandes audiencias.
El
caso del autobús trae a la memoria otro tipo de espectáculo, el de la
picota o su pariente rico, el rollo, lugares en que se exponía a los
delincuentes al ludibrio público, a la entrada de las poblaciones, a
veces de cuerpo entero, a veces solo la cabeza, convenientemente cortada
y empalada, aunque estos eran casos extremos. La pena menor, la más
habitual, era la exposición pública del malhechor. Ahora este es
sustituido por su imagen, pero el efecto es el mismo. Los han puesto en
la picota. Por lo demás, un espectáculo ambiguo pues si, por un lado,
tiene una función ejemplarizante, por otro viene a ser como un
anticlímax o sucedáneo. Creo que es en 1984 en donde hay un
"minuto del odio", durante el cual la gente pasa a ver la imagen del
enemigo oficial del pueblo para llamarle de todo. Y así se desahoga.
Dudo de que eso suceda con el Tramabús.
Las
reacciones han sido instantáneas, fulminantes, reveladoras de una
irritación mal contenida y profundamente hostiles. Algo muy parecido a
la recepción que tuvo el autobús de Hazte Oír del otro lado de la barrera ideológica hace unos días. Alguno ha apuntado al hecho de que el tramabús
esté copiado del otro y ha aprovechado para soltar eso tan gracioso de
que los extremos se tocan. Está claro que los de Podemos son unos
imitadores que prácticamente lo han copiado todo, desde el nombre de la
organización a su estructura y sus planteamientos. Pero en esto del
autobús, en realidad, no copian, sino que siguen una tradición ya
venerable en casi todos los países occidentales no solo con fines
políticos y electorales, sino también publicitarios, propagandísticos. Y
no solo autobuses, también trenes y hasta globos. Esto de los globos es
una idea. Preveo intensas batallas judiciales a cuenta del derecho a la
propia imagen.
Los
socialistas, que han mantenido una exquisita neutralidad con los dos
autobuses, rechazando los dos, se duelen de que aparezca el rostro de
Felipe González mezclado con una tropa patibularia. Es un problema de
interpretación. Como no quieren tirar al niño con el agua sucia, piden
diferenciar entre las puertas giratorias que quizá sean inmorales, pero
no ilegales y la Gürtel, que son delitos. Cierto es y quizá lo justo
fuera que Podemos fletara un segundo tramabús con casos de puertas
giratorias. No sería tan vistoso porque los de las puertas giratorias
son menos conocidos que los Bárcenas, Aznar, González, Aguirre, etc. Y
ese es justo el precio suplementario que paga González porque no es de
recibo que se protagonice el primer gobierno de la izquierda en España
después del franquismo con mayoría absoluta y se acabe en Gas Natural,
cobrando un pastizal por "aburrirse", según su propia confesión.
Una
de las reflexiones más interesantes de Piketty en su obra sobre el
Capital hoy es la importancia que tienen las exageradas, estratosféricas
rentas que por varias vías se adjudican cientos, miles de directivos en
esta locura de la financiarización: salarios de cientos de miles €,
pensiones de decenas de millones, retribuciones que no guardan relación
racional alguna con la productividad. Cálculese la productividad de
cobrar 200.000 € por "aburrirse". En el momento en que González acepta
las reglas del juego, forma parte de él. Y eso vale también para
Cebrián, solo que con apuestas mucho más elevadas, más en el orden de los
míticos brokers neoyorquinos
Se
forma parte del juego y del espectáculo. En este caso, la picota. Ese
autobús es un torpedo en la línea de flotación del consenso implícito en
la tercera Restauración. Por cierto, lo que se echa en falta en el
historiado vehículo es algún rostro de la Familia Real. Debe de haberse
impuesto la sana y prudente cautela porque Urdangarin, por ejemplo, no
se distancia gran cosa del resto del retablo.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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